lunes, 20 de noviembre de 2017

BANDEROLA


Viniendo como venía de Oviedo, donde desde que comenzó el pifostio catalán la ciudad se ve embadurnada de rojigualdas, que, lejos de amainar la profusión de éstas en ventanas y balcones, parece que han venido para quedarse, temía que me iba a encontrar otro tanto, e incluso más, en las villas castellanas que teníamos previsto visitar este pasado fin de semana.

Pues no, quitando alguna que otra desperdigada, ni comparación con la muy noble, leal y facha ciudad de Oviedo. Y me alegro, sí, porque, de no ser para reivindicar derechos o denunciar injusticias, yo juzgo que las banderas donde tienen que estar es en los edificios oficiales, los paneles informativos indicando el idioma en el que están escritos y puede que acaso también en los estancos. Eso y que yo, lo confieso, soy más de manteles que de banderas.
Ahora, ya en Oviedo y apenas hace un rato, observo que en uno de los balcones que hay justo delante de donde he aparcado el coche, luce una pequeña y apenas perceptible banderita rojigualda entre las plantas de un tiesto. Y claro, si comparas esta"rojigualdina" con esas otras tamaño sábana que cuelgan no muy lejos de aquí, en el mismo edificio incluso, uno no puede evitar preguntarse si el modesto tamaño de la banderita, banderola, estará proporcionalmente relacionado con el hecho de que la indignación de su dueño, o dueña, por lo ocurrido en Cataluña, así resumiendo digamos que la pretensión de la mayoría de los catalanes de celebrar un referendo para decidir si forman su propio estado o permanecen en España, no sea tan grande como la del resto de carbayones que no han podido resistir el impulso de exhibir en las fachadas de sus casas la bandera que representa ese orden constitucional que hace imposible que se cuestione la unidad de España incluso para refrendarla. Y en cualquier caso, qué mierda de patriota será ese o esa que cuelga una banderola en un tiesto de su balcón, qué le habría costado bajar al chino como todo el mundo a comprar una rojigualda en condiciones. Porque si de exhibir tu ardor patriótico se trata, qué feo, cutre, queda hacerlo así como a medias, casi que a escondidas, vergonzante, que parece que lo haces sólo por el qué dirán, aprovechando que tenías una banderola a mano de cuando fuiste al Campoamor durante la entrega de los Princesa de Asturias para ver si era verdad eso de que a Letizia se le trasparenta el sistema nervioso de lo delgada que está, y las repartían gratis para agitarlas al paso de sus majestades. Así que muy mal, para eso mejor no colgar nada, unirte a la mayoría sensata, porque si hay algo que nunca se puede manifestar a medias esas son las pasiones más bajas, y el patriotismo abanderado es una de ellas, da igual la bandera que se cuelgue u hondee.

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