lunes, 20 de noviembre de 2017

DESPROPÓSITO


Le decía a una amiga -es una santa y yo la quiero mucho- que siempre nos reprocha, de palabra o con la mirada, que nos excedemos en esto o aquello, que no tenemos medida, ni conocimiento, ni nada de nada, que la culpa ni siquiera es nuestra, que el problema es que hemos sido educados en el exceso por nuestras madres, "¡Vas a dejar esa chuleta en el plato?", "¡Términa la botella de leche para que pueda meter otra en la nevera!", "¿Otra taza de sopa y así acabo el caldero?", "Lo que no mata engorda", "¡Vas a estar lleno, eso luego te das una vuelta por el monte y se te baja en seguida!" Sí, sí, todo fue siempre excesivo, desmesurado, exagerado. Así que en una de esas me levanto de la mesa para ir al baño a evacuar media cosecha de la D.O del Duero, me pego un cabezazo con una de las vigas del techo y mira cómo se ha quedado la casa donde estábamos comiendo...

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