lunes, 1 de abril de 2019

VIA CRUCIS DE VIERNES A LA TARDE



Cinco de la tarde, esto es, una ensalada, una morcilla matachana, una entrécula/entraña a la brasa deliciosa, queso de la Peral y cinco botellas de sidra después. 

-¿Ahora como todos los viernes directo al sofá nada más llegar a casa?


- Hoy no. Ahora tenemos que ir hasta el Leroy Merlin a combrar dos paquetes de sustrato y semillas de tomate para mi mini huerto de la terraza.

 -Perfecto, así pasamos por el Ikea y cojo el cabecero para la cama del pequeño.

 -....

 -Tranquilo que vamos a tiro fijo...

En el Leroy Merlin voy directo a por la tierra y las semillas. No la veo. Entonces me cosco de que además de cosas para jardinería también hay lámparas, cosas para el baño y no sé que otras mierdas. No aparece. Lo hace a la media hora y cuando le pregunto dónde estaba me dice que viendo cosas pero que no tenía intención de comprar nada. Yo no digo nada porque sé que tengo que ser un marido respetuoso y complacer a mi señora en todo.

-Venga, vamos hacia el Ikea que está aquí al lado.

-¿Va a ser muy doloroso?

-No empieces. Ya te he dicho que vamos a tiro fijo.

Una vez allí me temo lo peor. Yo creía que lo de ir a tiro fijo era ir directamente al almacén y resulta que no. Empieza el via crucis de rigor a lo largo de infinitos y tortuosos pasillos repletos de obstáculos para dificultar el tránsito. Yo me voy fijando en la peña que camina a nuestro lado y, lo juro, no veo a ningún tío feliz, ni siquiera medio contento porque probablemente ella le habrá dicho que luego ya se lo compensará en casa... De hecho, los tíos no caminan, se arrastran; somos walking deads de provincias. Por fin encuentra lo que buscaba; yo ya creía que íbamos a empalmar con las vacaciones de verano.

-¿Les puedo ayudar? -nos aborda una dependienta justo cuando mi señora ya había apuntado la referencia y nos íbamos; nunca he odiado tanto a nadie que acabara de conocer.

-¿Cómo puedes ser tan borde? Ella solo quería ayudar.

-Que nos hubiera llevado hasta la salida..

-Venga, ya está, vamos a recoger la caja en el almacén.

-Sí, por favor.

-¿No necesitabas una sartén nueva?

Piso el acelerador, creo que piso a alguien, a un crío casi lo estampo contra un espejo, mi mujer me pone unos morros que no anuncian nada bueno porque me venia encima otra dependienta y he estado a punto de darle con la sartén.

-¡Ya estamos! Pasillo 18.

-Por fin!

-Esa caja no cabe en el coche.

-¿Todo esto para nada?

-Encima no me vengas tú a tocarme las narices.

-¿Yo? Pero si he llegado hasta aquí contigo. Te quejarás.

Nos vamos a casa con la sartén. Unos morros... Estamos solos sin los críos y, aunque en mi fuero interno creo que hoy me he ganado el cielo, algo me dice que toca abstinencia. Soy un mártir. Y cómo pesan los paquetes de tierra.

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