jueves, 1 de agosto de 2019

AMOR ETERNO




Para tal el del rey portugués Pedro I por su amante y luego esposa la gallega Inés de Castro. Su padre Alfonso IV accedió a su asesinato en manos/puñales de los nobles que aconsejaban al rey quitársela de encima para, dada la pasión por ella del infante, no perjudicar los derechos dinásticos del primer hijo de éste con su primera mujer. 

Pedro esperó años hasta ser coronado para tomar venganza de los asesinos de su amada, a los que mandó arrancar el corazón. También desenterró el cuerpo de Inés y mandó que fuera coronada reina de Portugal. El cuerpo de Inés fue depositado en Alcobaça en una tumba de mármol blanco, con una efigie coronada que Pedro había hecho preparar de antemano, y cerca de la cual hizo erigir su propia sepultura. Dispuso que los catafalcos se tocaran los pies: quería que el día de la resurrección, al levantarse, su primera imagen a contemplar fuera la de Inés.

Pues eso, amor y odio a raudales para una historia también eterna.

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