lunes, 12 de agosto de 2019

BAILE DE MÁSCARAS



A cierta edad uno ya tiene que saber, y si no mal vamos, con qué compañías merece la pena estar y de quiénes hay que huir como de la peste. O lo que es lo mismo, qué personas te quieren bien y quiénes todo lo contrario, cuáles son los lazos afectivos e incluso cómplices que te unen a unos, y cuáles los que te alejan de aquellos que no pierden la oportunidad de zaherirte con una puya a cuenta de lo que sea y casi siempre amparados en el parentesco supuesto o no, un pasado compartido, una vecindad siempre accidental o una camaradería por cuestiones de los más peregrino. Por eso no hay hipocresía más repulsiva que las de los que se lamentan, e incluso te reprochan, que no les frecuentes como -según ellos- debieras, siquiera que no te esfuerces en hacerlo, a sabiendas de que, si no te la meten a la menor de cambio delante de ellos por el mero placer de hacer daño, esto es, de demostrarte lo poco o nada que te aprecian y hasta el poco crédito que les mereces, lo harán en cuanto te des la espalda y les hayas renovado el material para aplicarse con ganas al degüello. El tiempo es demasiado valiosos, corre demasiado rápido, para perderlo en compañía de hijos de puta emboscados tras vete a saber qué recuerdos en común.

*Autorretrato de James Ensor con sus máscaras y personajes enmascarados

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