viernes, 28 de febrero de 2020

LO DE LA SEMANA


Estoy harto de esta estampa cotidiana. Padres que hacen de mulos de carga de sus retoños. Da igual la hora del día. Arrastran sus mochilas con ruedas mientras ellos, ya talluditos, planifican su fin de semana a costa del tiempo libre de sus padres. Al mediodía todavía es peor; salen en tromba de clase y lo primero que hacen al ver a sus progenitores es arrojarles las mochilas para poder ir a jugar un rato antes de ir a casa (un día el mío hizo algo parecido y se la devolví en todos los morros; vamos, hombre). A las mañanas también suelo ver a un pavo con su retoño de unos cuatro o cinco años, y la mochila, en brazos corriendo porque llegan tarde, esto es, en vez de hacer correr al puto crío a patadas; entonces experimento lo de la vergüenza ajena en grado máximo. Y claro, ante esto siempre me pregunto: ¿Qué tipo de cortocircuito experimentarán estas generaciones de principitos sobreprotegidos e hipermimados cuando ya mayorcitos salgan a la calle de sus trabajos de mierda y vean que no están sus padres para llevarles los bártulos a casa donde ya no les esperará la comida hecha porque eso era algo que creían que les caía directamente del cielo? De verdad, lástima de un coronavirus selectivo y letal de veras que hiciera una buena criba.



Primeras horas de la mañana haciendo cola para unos análisis en el hospital. Yo a mis cosas con el móvil y de repente que se me sienta al lado una señora toda indignada, enervada, porque según ella ha ido a preguntar no sé qué y nadie ha sabido contestarle debidamente, que es una vergüenza porque se nota que ya nadie se molesta en hacer bien su trabajo, que impera la ley del mínimo esfuerzo por doquier.

En ese momento he estado a punto de darle la razón, que cómo la entiendo, porque el pasado domingo a la noche iba con un amigo por una avenida del centro de Valencia y nos salió una prostituta ofreciéndonos un trío, tal cual. Entonces nosotros le dijimos que tendría que ser un quinteto porque venían nuestras señoras por detrás. Ella que se da media vuelta y desaparece sin decir ni mu. Una más que evidente falta de profesionalidad porque en principio todo es negociable.



Se lo iba a comentar, sí, pero enseguida me he dicho que mejor me lo callaba y asentía como un pollino a la diatriba cutreliberal de la señora, no me fuera a tener toda la mañana inmerso en el bucle astur famoso -y si no sabéis a qué me refiero, pues leedme más...- a cuenta de la chica de la recepción que no había sabido dónde mandarla porque no traía papel alguno convencida de que en el hospital debían saberse su historial médico de memoria.





Relectura de un clásico maldito o casi, NOSALTRES ELS VALENCIANS de Joan Fuster. Tan vigente como en 1962 para entender ciertas obviedades como la que hacían a los italianos referirse al Papa Borgia y los suyos como "perros catalanes" habiendo nacido en Xátiva, Valencia. Esa o aquella de los valencianos, catalanes, baleares y otros, quejosos porque desde Castilla se apropiaran del nombre de España como si ellos no fueran parte de un concepto histórico y geográfico que siempre había estado por encima de una idea determinada y única de nación. Una mirada ya canónica y militante sobre una sociedad que a mí se me antoja tan desquiciada, puede que incluso más, como la navarra, en realidad toda la vasco-navarra en su conjunto a los dos lados del Pirineo, en cuestiones identitarias, esto es, con dosis ingentes de "auto-odio" y un muro prácticamente infranqueable que divide ambas sociedades en dos. Un ejemplo más del absurdo que impregna en España todo lo relacionado con el tema de las identidades en razón de la incapacidad casi innata de la mayoría de enfrentarse a cualquier realidad, en su mayor parte por la cosa esa de los prejuicios y la indocumentación, males que predominan a ambos lados de cuales sean las trincheras, si no es a través del blanco o negro en exclusiva.

"El valencià, quan pensa en la seva entitat de poble, es troba “incert”: pressent que no és carn ni peix.. Ni el més desarrelat ni el més insensible dels homes de la meva terra no acaba d’eludir aquesta sensació d’ambigüitat.



Dir-nos "valencians", en definitiva, és la nostra manera de dir-nos "catalans".



L'actual i tradicional dualitat del País Valencià ens ha impedit de sentir-nos tranquil·lament uns. Dins el clos regional, ens priva de trobar-nos idèntics tots els valencians. Ens agrade o no a uns i a altres, el fet és que hi ha dues menes de valencians impossible de fondre's en una sola."

NOSALTRES ELS VALENCIANS - Joan Fuster






Juro que nada me puede aburrir más que toda esta mandanga. Pero, como hombre de mi tiempo que soy, apenas puedo sustraerme de la actualidad que me rodea. Por eso sirvan estas líneas para dejar constancia de mi falsa perplejidad, una vez más, cuando oigo a la nueva gran esperanza constitucionalista despotricar contra el nacionalismo como el peor cáncer que puede haber contra la convivencia en democracia y así, tras escucharle pronunciar  no sé cuántas veces la palabra España sin que viniera a cuento e incluso expresiones como "romper nuestra gran nación..." Porque sí, nada más parecido a un nacionalista vasco que otro español (si bien éste ni siquiera se tiene por tal en la convicción de que lo suyo es lo normal, de ley incluso, como que el todo lo malo que ven en los de los demás proviene precisamente de no compartir el propio, o simplemente de cuestionarlo). El arrobo con el que hablan de su patria como si fuera el centro del universo suena igual de ridículo, y la matraca con la que nos aburren a los que tenemos como lema vital "patria est ubicumque bene est" exactamente la misma.

*En la foto dos ciudadanos del mundo y el flamante nuevo candidato del PP vasco por descarte de los dos primeros. Nos vamos a "jartar" de reír, eso sí, a ritmo de acordeón.

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