viernes, 7 de febrero de 2020

LO DE LA SEMANA


Por lo que pregunto: teniendo en cuenta lo sucedido en Alemania con la ultraderecha, que ha tenido que dimitir el presidente de Turingia, Thomas Kemmerich, del partido liberal, elegido con los votos de la ultraderechista Alternativa para Alemania, esto es, rompiendo el cordón sanitario que la canciller Ángela Merkel impuso a dicho partido para evitar las pesadillas del pasado: ¿En qué lugar deja todo esto a la derecha española del PP y Ciudadanos?

-¿Ein?
-Lo de los pactos con VOX...
-¡ERREALA!
-Ya. ¿Y lo del Atlhetic?
-ERREALA!



Oye, que llevo casi una semana en Vitoria y todavía no he hecho ningún comentario sobre uno de mis temas más recurrentes. Me refiero, claro está, al carácter del demonio de una buena parte, la mayoría, qué cojones, de mis paisanos. ¿Que aburro con el tema? Pues ya podéis iros a tomar por culo, a otro muro, digo (nadie dijo que yo no lo tuviera...).
En cualquier caso, confieso que en cuanto pulso la cosa esa de lo cotidiano empiezo a notarlo por puro contraste con Oviedo, y casi que con la mayoría de lugares que frecuento por lo que sea. Me he acostumbrado a que en Oviedo el saludo sea la norma y no un plus que pareces exigir a las personas como respuesta al tuyo, a que los dependientes del comercio te reciban con una sonrisa e incluso que la cajera del super se adelante a meterte la compra en la bolsa. Cosicas de nada, pero que me recuerdan cuando mi amada asturiana empezó a frecuentar la ciudad y alucinaba, según ella, con el trato desabrido de la peña en el comercio, como si les estuvieras haciendo algo solo por entrar en su negocio, que no entendía a qué venían esos caretos de estar de mala hostia todo el día. Yo entonces, por supuesto, pensaba que la mocina exageraba, incluso que lo hacía para chincharme como si a mí el chovinismo municipal o de cualquier otra parte me importara lo más mínimo. Pero claro, luego ya en Asturias te das cuenta de que lo que aquí es la excepción, como que entre vitorianos es típico referirse a alguien como extremada e inusitadamente educado o simpático ya solo porque saluda antes que tú o realiza su trabajo sin ponerte cara de perro, eso y que la mayoría te negará la mayor porque el concepto de simpatía puede que difiera mucho del del resto del planeta, allí es simple y llanamente la norma, que casi nunca te sientes agredido, la mayoría de las veces hasta reconciliado con la especie humana por la diligencia y simpatía con la que te atienden. Y luego también es verdad que las cosas están cambiando gracias a la muchachada que viene con otros mimbres, y los emigrantes de latitudes mas cálidas -los del Este son para echar de comer aparte en cuestión de simpatía; será que compartimos con ellos la exposición a las bajas temperaturas y de ahí la razón por la que solemos ser en el trato como carámbanos-.
Y eso que mi señora no ha tenido que tratar con la peña masculina y muy masculina de los polígonos industriales, como tuve que hacer yo a diario en su momento con los de las empresas transportistas en concreto, gente para la que la buena educación parecía un lujo que no estaba a su alcance, puede que hasta la considerasen un desdoro, como si tenerla los rebajara a la condición de lacayos solo por responder con un buenos días o un hasta luego, como si ser atento y hasta afable con el prójimo les supusiera una renuncia a no se sabía bien qué orgullo de clase o de lo que fuera. Gente que, ya no es que te recibiera con la cara de acelga habitual por estos pagos, sino que, incluso siendo sus clientes, te dejaban con la palabra en la boca a la menor de cambio, o llegabas y se paseaban delante de tus narices durante un buen rato sin estar especialmente ocupados antes de dignarse a atenderte. En fin, gente que hacía siempre del trato una pesadilla porque, por la razón que fuera, siempre tenías la sensación de que estabas molestando. Y, en cualquier caso, algo que yo ya tenía asumido como lo habitual con ciertos gremios hasta que una vez en Asturias descubrí que los tíos que trabajan en almacenes o concesionarios de cualquier tipo no tienen por qué ser necesariamente unos mastuerzos.



Cuidado con los elogios de los lectores, no creerse ni la media, por lo general los carga el Diablo... Me acuerdo, me prevengo, leyendo "Fer-se totes les il·lusions possibles" de Josep Pla donde me encuentro con este comentario sobre un supuesto elogio que le dedica un periodista en prensa:

"En la secció de correspondència d´El Correo, el senyor Farré escriu: "El genio José Pla, ese nunca desmentido fecundo escritor que saca de la manga con la mayor naturalidad y bonhomía los más enjundiosos artículos sobre el tema más baladí..."

És molt possible que aqueste paraules no obeeixin cap moviment de contrarietat. Estan redactades, però, amb un cert retinctinc..."





Ya estamos en casa. Una estancia más breve de lo habitual, al fin y al cabo una intervención de chichinabo de mi madre (ni se os ocurra interesaros o felicitar nada que no hace falta y se pierde mucho tiempo dando las gracias uno por uno...). El caso es que dan lo mismo dos que dos meses de hospital. A mí me da por el culo incluso pasar cinco minutos en uno. Lo digo y parecería una perogrullada, a quién le puede gustar un hospital; pero, me viene a la cabeza eso que me contó mi amada esposa en su momento de que en Oviedo muchas familias de los pueblos de alrededor aprovechaban el finde para acercarse hasta el hospital para, con la excusa de hacer una visita a un familiar o siquiera ya solo a un vecino, echar la tarde tan ricamente. De modo que no subestimemos, una vez más, la capacidad de la peña para abochornarnos.

Luego ya está lo de echar el rato en el hospital de tu ciudad, el mismo que llevas pisando prácticamente toda la vida porque es aquí adonde acudías a visitar a tus abuelos, tíos y otros familiares, el mismo del que expidieron a tu padre hacia el matadero de Basurto, el mismo al que acudes de tanto en tanto por cosas de tu madre. En fin, a veces uno tiene la impresión de que está en un ala de su propia casa rodeado de extraños que por lo general dan mucho por culo, desde el personal sanitario y sus mil y una maneras de expresar su infinita soberbia y malos modos, a las molestias, si no miserias, del trato humano en la forma de compañeros de habitación y familiares con los que no es difícil acabar rozando a la mínima de cambio porque cada cual tiene sus cosas y cuando falta esa cosa tan imprescindible para vivir en sociedad que se llama educación mejor ya prepararse para lo peor. En esta ocasión nos ha tocado una familiar de la compañera de habitación de mi madre, la cual debía llevar una vida muy aburrida, polvos pocos o ninguno, porque fue entrar y no apartar la mirada de uno como quien mira a las vacas pastar en el prado. Por si fuera poco, cada vez que una enfermera, o cualquiera, preguntaba algo a la paciente que era mi madre, ella contestaba al momento. no se le fuera a adelantar la propia interpelada o cualquiera de sus familiares allí presentes. Hasta se levantaba como una centella para atender a los requerimientos de mi madre como si servidor allí presente fuera un espejismo. Tal es así que, a la tercera, porque paciencia tengo un rato, le he tenido que decir con cierta sorna que, aunque le pudiera parecer muy raro mi presencia en aquella habitación, lo estaba en calidad de hijo de la paciente. Pues no va y me suelta:

-Ya, pero tú eres hombre y siempre os cuesta más hacer cualquier cosa, eso o lo hacéis tarde y mal.

Momento que he decidido rumiar para mis adentros la idea de lo poco que mencionan algunas feministas muy aguerridas el tema de la fémina a lo Tío Tom que por lo general tiene tan asumidas todas las estructuras mentales del heteropatriarcado que a veces incluso suelen ser mucho más machistas que los hombres que las rodean, sin ir más lejos mi vieja la primera de todas. Tema que me ha recordado el comentario que les escuché ayer a los vecinos de habitación, pues ya que estamos obligados a compartir la intimidad..., si bien algunos más bien la pregonan con impudicia a los cuatro vientos, que el marido octogenario de la enferma no había querido venir a visitar a su señora porque no es muy de salir del pueblo y que ya tenía asumido que se iba a quedar viudo, cosa que para nada era cierto. En fin, ahí lo dejo para el sociólogo o antropólogo de guardia. Encantado de estar en casa, siquiera aquí en la de mi madre, y poder retomar la rutina de los trabajos y las chorradicas como esta delante de la pantalla, que las que escribo desde el móvil me cansan mucho más que a vosotros leerlas, que ya es decir. Y ahora igual hasta me pillo una makila para machacármela a conciencia, que ya he visto por la calle cuando volvía a casa que hoy es Santa Ageda. De modo que esta noche toca berrear al son del replique de la madera sobre el asfalto: "Zorion etxe hontako danoi oles egitera gatoz..."

*El Hospital | Pintura de Marta Albarsanz





Parece que en Txagu les ha dado por el humor. Cada piso que subes te encuentras con un panel anunciando uno de los montes de la provincia según la altitud, esto es, empezando por la Leze, Olarizu, Zaldiaran, el aquí presente, y supongo que el Toloño o Aratz y por último el Gorbea; no he subido tanto. Yo porque estoy hecho un toro y no me canso subiendo escaleras; pero, el abuelo que las subía y veía que le ponían un monte como dando a entender que "¡Ánimo, mira hasta dónde habrías llegado de no ser un puto vejestorio!", para mí que se ha mosqueado un poco. Prefiero los cuadros, aquí y en cualquier sitio.





                                    ETERNO TRÁGALA

Es una constante en la manera de concebir en España la política, la sociedad, las relaciones, todo. Saltar a degüello porque partidos que se autodenominan "republicanos" no aplaudan al rey o firmen un manifiesto contra él, no solo es ridículo, sino que también evidencia esa eterna voluntad de someter al otro para que acepte quiera o no, no ya solo un estado de las cosas, que se acepta porque no queda otra, sino sobre todo una concepción de la vida donde toda disidencia debe ser callada, reprimida, con el pretexto, hipócrita a más no poder, de que es de mal gusto. No se entiende, o cuanto menos hacen todo lo posible para que no se entienda con la inestimable colaboración de sus Ferreras de turno, que en democracia disentir, esto es, manifestar el desacuerdo siempre que haya una ocasión, no es una grosería sino un derecho. Es el enésimo ejemplo de la nimia o nula cultura democrática de un país que confunde, o que, insisto, pretende que la mayoría social lo haga, cortesía con pleitesía. Viene de muy atrás, de siglos de no poder alzar la voz contra el rey, la Iglesia, lo que fuera, a riesgo de ir a dar en el paredón, en la hoguera o en lo que tocara en cada momento. Ahora la hoguera está en un plató de televisión o un titular, pero en esencia la misma mierda. ¡Viva la tercera República!




CARAS DE ACELGA
Leyendo espero en un lugar público de mi ciudad natal lo que sea que solo me atañe a mí. Hace un rato pensaba, observando la fauna que me acompaña, que lo mejor que le ha pasado a esta ciudad eternamente ensimismada y autocomplacida como cualquier otra capital de provincias que se precie, es lo mucho que ha cambiado su paisaje humano, su paisanaje, gracias a la inmigración. Me encanta esta variedad de rostros y acentos que ahora encuentras en cualquier parte adonde vayas. Sin ir más lejos, aquí donde estoy me rodea la dulzura de los acentos y gestos latinos, las mujeres marroquíes con sus hijabs y sonidos guturales, cuneiformes incluso, el para mi precioso y cercano euskera del Alto Deba de la chica embarazada y el puto borono venido como para ir al monte que mira a todos los lados con cara de infinito desprecio - una vez más se confirma que ellas parecen siempre mil veces más listas que ellos en todo, vete tú a saber si por algún trastorno genético o yo qué sé-, familias vitorianas cuyos padres conservan el acento del pueblo extremeño, o de donde sea, del que emigraron hace décadas y, por supuesto, en el caso de los nativos a los que, como bien podrían ser parte de los míos e incluso a mí mismo, el campo se les/nos asoma por los cuatro costados, ellas con sus caras de acelga ante todo lo que les es extraño por principio y casi también que por instinto, y ellos otro tanto, pues.

Así llego a este párrafo de Saturday de Ian McEwan donde encuentro la expresión que de alguna u otra manera me rondaba por la cabeza hace un rato: "The city is a success". La ciudad es un éxito, incluso una de provincias ensimismada y poslevítica pese a lo que les pese a las caras de acelga de turno.





He visto la televisión mientras me cocinaba una tortilla de patatas nada más llegar a casa de mi madre. La he visto y he alucinado. Primero había un concurso de esos de preguntas en ETB2. Preguntas de un nivel ínfimo, la mayoría de ellas del tipo "si no eres capaz de responder a esto probablemente eres poco más que un analfabeto funcional; pero, por eso mismo nos gustas tanto". Peor aun, preguntas de un calado cultural o humanista como la de "¿Cuántos hijos tiene Isabel Pantoja en la cárcel?" Ese era el nivel. Con todo, lo peor era la actitud de los concursantes. La mayoría parecía felicitarse por no haber aceptado ni una sola pregunta de cultura básica, como si haberlo hecho les hubiera supuesto un deshonor o algo parecido; a ver qué se iban a pensar luego en el barrio, ¿que se habían sacado el graduado? Incluso algo todavía mucho peor: ¿Que habían leído algún libro? Eso sí, gente muy jatorra, y sobre todo sana, la hostia de sana, de los del cagüendios siempre en la punta de la lengua y la mano a medio levantar para zanjar cualquier conversación, de esas que obligan a replantearse las convicciones de piedra, cuando no los cuatro prejuicios inculcados desde la cuna y para de contar, mandando a tomar por culo al otro, a ver si me va a convencer de algo y la tenemos. Vamos, como para ir al Conquistador famoso ese de cabeza, o a darse de hostias con la cabeza contra lo que sea más bien. Vascos superjatorras, sanos y sobre todo temerosos de saber algo que no tenga que ver en exclusiva con su ombligo, y la mayoría de las veces ni siquiera eso, no les vayan a tachar de listillos e incluso de tener inquietudes culturales, habrase visto..

Luego me siento a comer la tortilla de patatas sin sal, sigo con lo de la tensión a rajatabla, que me acabo de hacer, pongo un programa especial sobre la pasada Gala de los Goya por simple curiosidad, y me encuentro con que lo presenta una tal Susi Caramelo cuyo principal y único atractivo parece residir en hablar de los tíos que se ha follado y utilizar el término "pollitas frescas" cada vez que habla con un invitado a la gala. Por si fuera poco, en el plató mantiene una conversación con dos tipos que me encantan, Pepe Colubi y Javier Cansado de Ilustres Ignorantes, la susodicha presume de continuo de no tener ni pajolera idea de cine y aun así estar presentando un especial sobre los Goya. De cine y de nada, como que cuando Cansado ironiza con lo de que los invitados a la gana se tragan las tres horas y pico que dura con verdadero espíritu marxista, ella no tiene empacho en reconocer que no tiene ni puta idea de qué es eso de marxista, que ella si ha llegado hasta allí no ha sido precisamente por sus estudios sino por su grosería disfrazada de descaro para soltar en televisión que cuando ve a según qué famoso los labios de su coño empiezan a dar palmadas. Y será por eso, será, que la cadena que emite su programa la ha debido considerar un valor en alza.

En fin, mierda por un tubo y parece que el temporal de escatología mental no remite. Pero cómo va a hacerlo si no hay nada más español y muy "requete"español, sobre todo si quieres ir de super auténtico por la vida, que presumir de ignorante, despreciar todo lo que sea conocimiento y sobre todo chotearse de los que todavía tienen una pizca de aprecio por la cultura en cualquiera de sus formas.



"Por supuesto que los matamos. ¿Qué esperaba usted? ¿Que iba a llevar cuatro mil prisioneros rojos conmigo, teniendo mi columna que avanzar contra reloj? ¿O iba a soltarlos en la retaguardia y dejar que Badajoz fuera roja otra vez?”
General Yagüe, golpista y asesino de masas
Non comment, o sí, para qué, asco infinito. En fin, devoción por los liberticidas y carniceros. Pero, sobre todo, si ya cambiaron los nombres, ¿a qué ese empeño en recuperar la memoria de unos criminales si no es por puro revanchismo? No tienen remedio, una parte muy importante de la sociedad está, así pasen mil generaciones, del lado negro de la Historia.


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