domingo, 16 de febrero de 2020

SAN VALENTÍN ROJO


La víspera de San Valentín entro en una conocida pastelería de Oviedo para encargar que mandaran al día siguiente al trabajo una caja de bombones con tarjetica amorosa para mi chica: si, cero originalidad, pero a cierta edad asumir riesgos es ya una metedura de pata por definición, y mira que tenía varias ideas; pero, como además sé que la gracia no está en los bombones, ni en la tarjeta más o menos graciosa, sino en que llegue a su trabajo el mensajero con el paquete en plan restregar por las narices de algunos compañeros que a ella SÍ le hacen regalos por San Valentín... (en efecto, así de malo y retorcido soy, entre otras cosas, claro).



El caso es que me encuentro a una dependienta con cara de hueso con la que, a lo largo de la casi surrealista conversación que mantuve con ella, estuve a punto de mandarla a tomar por culo y largarme de la tienda varias veces. Pues no entro y al preguntarle si mandaban encargos por San Valentín, lo primero que me pregunta toda seca es:

-¿Para quién?

-¿Importa?

-No. ¿Qué mandas?

-Una caja de bombones. ¿De qué tipos tienes?

-Bombones son bombones,

-Ya, pero es que a ella le gusta más el chocolate con leche que el negro.

-Cajas vienen cerradas. De ciento cincuenta gramos, medio kilo, kilo...

-Kilo, de kilo...

-¿Nombre y dirección?

-.... Calle Matemático Pedrayes.

-¿Cómo se escribe?

Y yo, que ya llevaba un rato mosqueado por la cara de asco, la frialdad con la que la pava me estaba atendiendo como si hubiera acudido a una ventanilla con funcionario sin desayunar, que ya me había coscado de que por ese acento de eses arrastradas, esos papos rubicundos sobre rostro ovalado y unos preciosísimos ojos azules, esa melena rubia recogida en trenza, todo apuntaba a latitudes eslavas con gorro de piel y trineos tirados por perros alaskan y siberian huskies, no pude evitar preguntarle algo que en condiciones normales, esto es, de haber sido atendido por una dependienta tan educada como diligente y no por una funcionaria del ministerio de seguridad de la antigua URSS, ni se me habría pasado por la cabeza.

-¿No sabes cómo se escribe Pedrayes, no eres de Oviedo?

-"Craro" que soy de Oviedo, de toda vida. ¿Por qué preguntas tú?

-Perdona, no sé cómo no me he dado cuenta escuchando tu acento tan cantarín. ¡Ho! Proshcheniye (perdón).

-¿Quién manda paquete?

-Txema Arinas, "Chema" con TX...

-¿Qué?

-Pon T-X-E-M-A

-¿Por qué? Yo tuve novio Chema y...

-En vasco se escribe con TX.

-En Oviedo escribimos con CH...

-¿Quién paga los bombones?

-Lo que está mal, está mal...

-O lo escribes cómo te digo o me voy.

-Qué poner en tarjeta.

-Bla, bla, bla... "maite zaitut!"

-¿QUÉEEE?

-¡Ya lo escribo yo!

-Sí, mejor escribir tú. No salir de tarjeta...

-Ya está. ¿Algo más?

-¿A qué hora mandar?

-A la mañana.

-No sé si llegará por mañana.

-Entonces para qué...

-Yo no aseguro nada...

-Venga, venga, lo que sea, spasiva, spasiva...

Así que ayer por la mañana tenía el corazón en un puño, temiendo que, por esas cosas de la burocracia soviética, el paquete, en lugar de llegar a su destinataria al día siguiente y por la mañana, hubiera acabado dando tumbos de un extremo a otro del continente para, al cabo de unos meses, acabar siendo entregado a una anciana de pelo blanco residente en un bloque de pisos de los suburbios de Vladivostov. Al fin y al cabo, con los "agentes latentes" del camarada Putin cualquier cosa.

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