lunes, 26 de julio de 2010

NI YO SOY PELAYO NI MI HIJO UNA NIÑA...


Excursión desde Miyares en el valle de Piloña, donde los padres de T tienen la casa, hasta el Alto del Pontón en Picos tras haberle prometido al mayor que de ésta no pasa, que vemos osos, águilas, quebrantahuesos y si hace falta hasta un dragón alado. Subimos circunvalando la parte más alta del Sella, allí donde todo ya es alcantilado y lo alto de la montaña deja atrás el bosque para hacerse piedra de aristas gigantes y pliegues preciosos. Nos desviamos hacia Soto de Sajambre ya en la provincia de León sin salirnos de los Picos. Cuatro kilómetros de carretera estrecha todavía más al borde del precipicio. Pueblo o aldea recóndita de montaña con la mayoría de sus casas de piedra recién restauradas y las balconadas a rebosar de tiestos con sus flores. Tó mú bonico. Abueletes a la sombra de los aleros de sus casas y veraneantes de la cosa esa rural pateando arriba y abajo las calles embreadas. Lo escrito, todo muy bonito, muy pintoresco, muy de postal, muy comme il faut para hacer las delicias de los rastreadores de parajes tranquilos y remotos, de ir más que nada para luego contarlo a la parentela o en el trabajo; he descubierto un precioso, coqueto, hotelito rural en Picos de Europa, allí a tomar por culo, no llega ni el wifi...

Después de toda la mañana de carretera y caminata hasta los órganos vitales me piden, qué coño, me exigen a gritos una dosis contundente de cerveza o muero allí mismo. Cuando veníamos en el coche T bromeaba con lo de que cómo iban a llegar los moros a Asturias cuando lo de Pelayo con semejantes montañas. Pues es llegar a la tasca del pueblo y escuchar a uno advertirle a otro en arábigo que han llegado dos panolis con sus críos para que se dé prisa para ir a vendernos la quincalla al uso. Antes entro a por las birras y mientras espero a que me calienten la papilla del nene, un señor de mediana edad me pregunta por los servicios. Le digo que supongo que al fondo. Al segundo una chavala, aunque no tanto, y que conmigo éramos los únicos clientes del bar en ese momento, va y me pregunta con acento andaluz algo así:

-¿Anda irá el moro a hacer?
-No sé, supongo que a mear, cagar, cascársela, lo que se suele hacer en esos sitios...

A saber si porque esperaba que le soltara la chuminada racista de rigor o porque servidor, como ya dijo una buena amiga, es así de entrada tirando a borde que asusta, la pava que se me vuelve para barra y casi que mete la cabeza debajo del periórico. Si es que todavía alucino con la gente que le da por compartir su diarrea mental con el prójimo en la convicción de que todos somos de su misma cuerda o por el estilo, en este caso tirando a votante en potencia del Frente Nacional.

Ya con la birra y lo del resto de la family, el moro que nos aborda quincalla en mano. Es abrir la boca y advertirle que no le pensamos comprar nada. Ni puto caso como era de esperar, que si mecheros, camisetas, sombreros, mira a Mr. y se lanza hacia el capó del coche donde han aparcado para coger un manojo de calcetines... rosas. Yo que le advierto que no se trata precisamente del color favorito del chaval.

-¡¡¡Ah, pero ser niño!! Perdón, perdón, yo pensar niña con ese pelo largo...
-Tranqui, si es que lo hemos hecho en plan querubín y la gente se confunde a menudo.
-¿Querú...?
-De todos modos, no te molestes más, ya te he dicho desde el principio que, gracias, pero que no queremos nada, así que safí, shukran, beshlama...
-¿Tú hablar árabe?
-Con la misma fluidez que el swahili, es decir, nada.
-Ah, bueno...

Y el Mohamed que se aleja dejando tras de sí una parrafada en cuneiforme de la que supongo que lo más bonito que me habrá dicho será halufu (cerdo). No sé a qué venía tal cabreo si ya le había advertido que no le iba a comprar nada, y él erre que erre como en los zocos de su tierra, sólo le habría faltado lo de hola, hola, Coca-Cola, amigo, bueno, bonito, barato... Pues eso, tiempos de mudanza, los buhoneros de antaño dejan paso a los quincalleros de zoco y top manta, la Globalización se mofa del Pelayo y su pandilla de astures xenófobos, y nosotros que en cuantico lleguemos a Vitoria el jueves le vamos a pedir a mi padre que le corte el pelo al niño, al-handulilha.

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