miércoles, 22 de agosto de 2012

GIRA IIL MONDO, GIRA...



Hace ya la tira de años un tal Francis Fukuyama perpetró un ensayo titulado  El fin de la Historia y el último hombre que tuvo mucho predicamento entre aquellos que, a rebufo de la reciente caída en masa del bloque socialista, o lo que fuera aquello, no sólo creían que por fin se había acabado la dichosa Guerra Fría, que se anunciaba un tiempo de paz y concordia entre todos los pueblos del mundo, sino que además se podía presumir de que los vencedores habían sido los valores occidentales con la libertad y la democracia a la cabeza de todos ellos. Luego las cosas ya empezaron a torcerse poco a poco, en seguida hubo necesidad de inventarse un enemigo en el que proyectar todos los miedos y fobias, ya no sería del tamaño de la URSS con el riesgo de la guerra atómica, definitiva, a la vuelta de la esquina, pero aún así no menos peligroso para los siempre a la defensiva occidentales cuyo modo de vida, y por lo que sea, parece traernos verdaderos cargos de conciencia. Escogieron al Islam en general y a los integristas de esta religión en particular. Y les vino muy bien, había petroleo, negocio, de por medio. Eso y que no había color, el nuevo gran enemigo de América en realidad lo era de chichinabo, ya se vio con Sadam y los talibanes en Afganistán, lo sabían, vaya que si lo sabían.

El caso es que Fukuyama, como buen esbirro al servicio de la infraestructura que debía justificar el nuevo orden mundial, vendió la idea de que a partir de la caída del Muro el democracia liberal, capitalista, había vencido definitivamente, de tal modo que a partir de entonces el resto del mundo, empezando por los antiguos países del bloque socialista, se irían incorporando poco a poco al sistema de libertades que disfrutamos en Occidente. Siendo así, siendo todos cortados por el mismo patrón, demócratas y liberales, ya no habría tensión alguna, guerra fría ni caliente al estilo de las que organizaban de vez en cuando los dos grandes enemigos a cuenta de terceros en Corea, Vietnam, Angola, Afganistán... Se instauraba una época en la que las personas y, sobre todo, el capital circularía libremente. Y así fue, si bien casi que sólo por lo que respecta al capital, estamos en plena época de la globalización del capital y punto pelota.

Para qué más, si en realidad de eso iba la cosa. Sin el bloque socialista como obstáculo o referente para millones de resentidos o víctimas del capitalismo, con el mundo ya como un inmenso mercado sin barreras, se habían acabado, claro que sí, las discusiones acerca de la legitimidad o no del sistema, como que hasta los chinos aprendieron la lección y se aplicaron en serio a sacar la correspondiente tajada, y en eso estamos.

Pero qué fue de la democracia y los derechos humanos generalizados, de la extensión de eso que disfrutamos mal que bien en Occidente al resto del mundo. Bueno, es evidente que eso era algo más que secundario, era más bien una broma. Pero claro, no vamos a poner en duda la mentira que nosotros mismos construimos, esa de que libertad de mercado es sinónimo de democracia y derechos humanos. No, ni mucho menos, pero como la realidad es tozuda, y los que debían incorporarse a nuestro modo de vida o se resisten, no saben o no nos interesa por lo que sea, por lo menos mantengamos las formas, que parezca que es lo que no es, siquiera démosles tiempo, todo el que quieran. Vamos, que se lo monten a su manera, ellos ya sabrán. Pero, eso sí, que parezca todo real, gobiernos elegidos en las urnas, constituciones refrendadas por la mayoría, separación de poderes, toda la mandanga que ni siquiera nos la tomamos del todo en serio en este Occidente autosatisfecho, lo que sea con tal de irnos a la cama con la conciencia tranquila de estar haciendo negocio con tiranos o verdaderos sociópatas como los que había antes de que, como quería hacernos creer Fukuyama, la Historia se había parado porque todo sería lo mismo, no habría tensiones interterritoriales, el comercio nos iba a hacer libres y felices como por arte de birlibirloque.

Y en esa mentira estamos, si bien ya no lo se lo cree ni el tato, aunque haya que guardar las formas, mirar hacia otro lado, porque hay mucho dinero en juego. Sólo así podemos tragar con lo que la Rusia de Putín es una democracia sólo porque hay elecciones (fraudulentas) y una constitución (directamente emanada de los cojones del nuevo zar ruso). Pero como ya hay McDonalds por todas partes y Madona puede berrear sobre un escenario en Moscu o San Petersburgo, pues oye, bienvenidos a la panacea de la democracia a la carta. Poco importa que a tres chicas un tanto gamberras les condenen a tres años de cárcel por haber berreado su hastío contra el zar Putín, se le da la vuelta a la cosa, se vende como un atentado a la libertad de culto, y tan contentos. Sobre todo ellas, que de haber pillado con Stalin como poco estarían construyendo vías de ferrocarril a veinte bajo cero en la lejana e inhóspita Siberia, si casi tendrían que estar agradecidas, como para que luego digan que Rusia no es una democracia, un poco fría quizás. 

Y si la Gran Madre Rusia es tal que así, cómo no lo van a ser sus hijas recientemente independizadas. Ahí está la díscola Ucrania que lo mismo se inventa un delito para meter en chirona a la líder de la oposición, por muy mangante que sea ésta a su vez, que prohíbe a Bob Esponja por incitar a la homosexualidad, esa aberración que algunos listillos pretendían celebrar en un desfile allá por Moscu y que un tribunal de jueces exquisitamente demócratas ha prohibido hasta dentro de cien años. Lo dicho, democracia y derechos humanos por un tubo. Pero no vayamos a tocar el gas o cualquier otro sector productivo en el que hacer negocio, con lo que les habrá costado el vuelo al Rey, Rajoy y compañía para viajar hasta allí con el único propósito de convencer a los rusos, siquiera sólo al capo de capi de esa esa nueva mafia estepeña con vodka llamada también "magnates rusos",  de la profesionalidad y experiencia de las empresas españolas, y esto dicho sin el menor atisbo de ironía, que nos flagelamos el exceso al tenor del desastre provocado por otros y olvidamos en seguida que sigue habiendo gente que hace las cosas bien y que además las lleva haciendo desde hace tiempo.

Pero buen, dejemos a los eslavos en paz, que si no habría que hablar de la Bielorrusia de Lukashenko y su hijo de seis años con pistola al cinto, ese país que ya se pasa directamente las comedia democrática por el forro de los cojones, se ve que éste no entendió de qué iba la cosa o que en realidad nunca le convenció, Stalin pesa mucho, y no acabaríamos nunca. Está Occidente como para dar lecciones a los novatos con ese Reino Unido que amenaza con asaltar una embajada sólo porque pertenece a un pequeño país sudamericano, habría que ver lo que habría dicho, o no, seguro que no, de haberse tratado de la de China o Rusia. Y quién dice amenazar a un país pequeño, dice meter el hocico hasta el fondo en otros sólo porque se considera que con el tercer mundo no hay que andarse con demasiados remilgos. Para eso ya están los respectivos servicios secretos, que lo mismo ayudan a un terrateniente y unos militares golpistas para que monten lo suyo y luego le den una pintada de legitimidad democrática a través de unas elecciones fraudulentas, como se la envainan a la primera de cambio cuando aparecen los chinos por el horizonte y empiezan a hacerse con todo previo pago a los sátrapas del lugar, que de repente han descubierto el chollo de colaborar con los chinos, pues no sólo pagan bien sino que además no dan la murga con lo de los derechos humanos, cómo la van a dar, si sus dirigentes no responden a opinión pública alguna, más bien la reprimen, encarcelan o directamente la ejecutan. 

Y como las cosas son así, hasta el más tonto se ha aprendido la lección y sabe que si quiere campar a sus anchas en este nuevo orden mundial por lo menos hay que guardar las formas. De ese modo, los Chavez y compañía se suman a la farsa democrática, la de celebrar elecciones mientras en el día a día la democracia brilla por su ausencia. Lo dicho, lo importante es la fachada, todo lo demás pejigueras de tocapelotas resentidos, facinerosos, nostálgicos o gafapastas con mentalidad de perroflautas. El mundo gira, gira, y cada vez es un escenario más grande para la jodienda de unos sobre los otros.

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