lunes, 9 de noviembre de 2015

PASEO VESPERTINO



He paseado por los alrededores del Sueve con mis críos y mi suegro. La tarde soleada y el paisaje otoñal, toda la gama de ocres vegetales ante nuestros ojos. Entre la hojarasca de la vereda todavía había "kirikios" con castañas, de modo que mi hijo pequeño se ha entregado a su labor de recogedero. No estaba el vecino de mis suegros recogiendo manzanas en su pomarada. De modo que he saltado la valla para coger de un manzano varios ejemplares. Atardecía y ya de vuelta al pueblo por fin le he dado uso a la navaja de Taramundi que compramos allí en setiembre. La manzana estaba verde pero extraodinariamente dulce; mi hijo mayor se habría comido media docena y ha habido que convencerle a coscorrones de que esperara a llegar a casa de sus abuelos donde había un montón de manzanas rojas madurando en el garaje. Qué bien se estaba hoy en el campo. Sol y otoño son un lujo ocasional que le alegra a uno el ánimo. Si ya luego tus hijos te dicen que quieren quedarse hasta mañana con sus abuelos, o lo que es lo mismo, si sabes que después de muchos meses por fin vas a poder dormir de seguido, eso también si sigue la suerte y no toca pesadilla, entonces ya se puede afirmar que hemos completado el día por todo lo alto. Ahora hay un inquietante y hasta angustioso silencio en el piso de arriba, y mi mujer no me hace ni puto caso porque está viendo en la tele una serie de esas que a mí me aburren sin remedio. Está visto que, por muy bien que parezca haberse dado el día, al final siempre encuentro un motivo para arrugar el culo.

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