viernes, 24 de junio de 2022

A FOGEIRA DE SÂO JOÂO

 


  Al vivir en un pueblo lo único que tiene que hacer la perra de mi madre es abrir la puerta de casa para salir al jardín a hacer sus necesidades, perderse por el bosque contiguo o bajar hasta el arroyo, y ya luego regresar a casa por su propia cuenta. Sin embargo, como tenemos a mi señora madre y su compañera canina en el piso de Oviedo, servidor está obligado a bajarla al parque tres veces al día para que haga pipí y caca, por lo que a estas alturas ya puedo afirmar que estoy hasta los mismísimos de recoger la mierda de la perra; entre otras cosas porque a día de hoy todavía no me sé manejar con la bolsita de los cojones, de modo que no han sido una, ni dos ni tres, las veces que he tenido que frotarme las manos a fondo nada más llegar a casa.

        Así que esta semana ha tocado soñar que me encontraba en una playa inmensa al lado de Lisboa -se supone que porque tengo al mayor de viaje de estudios en un hotel playero al lado de esa ciudad-. El caso es que ya estaba anocheciendo y yo iba paseando por la playa sorteando los grupos de adolescentes que preparaban las hogueras de San Juan con la esperanza de encontrar a mi hijo y sus colegas como el que no quiere la cosa: "¡Anda, qué sorpresa! ¿Cómo tú por aquí? ¿Y esas botellas de vodka? ¿No decías que tú no fumabas porros?" 

       Caminaba y caminaba por la playa y ni rastro de mi hijo mayor. Entonces, como ya había anochecido lo suficiente, veo que encienden las hogueras y que la gente se dispone a saltar. Para mi sorpresa, la primera persona a la que veo saltar es a un viejales ataviado con una túnica blanca. Me digo que será algún hippy de esos pasados de rosca puesto hasta arriba de todo. Así que me paro a ver si hay suerte, cae de lleno en la hoguera y se achicharra los huevos. Pero no, el tipo efectúa un salto limpio e incluso se permite una reverencia para agradecer los aplausos del público. En ese momento me fijo más detalladamente en el rostro del tipo y no puedo dar crédito a mis ojos: “¿Platón?” A continuación observo a otro abuelete saltando otra hoguera y vuelvo a alucinar: “¿Sócrates?” El tercero que veo saltar es, por supuesto, Aristóteles. Entonces, visto lo que hay, me dispongo a descubrir saltando a Demócrito, Epicuro, Pitágoras, Heráclito, Parménides…, vamos, toda la panda. Pero justo en ese momento oigo una voz que me interpela a mis espaldas.

- Não vai saltar a fogueira?

- ¿Paulo Coelho?

    Tócate "as bolas", qué hará este tipo aquí, y no lo digo porque de filósofo tiene lo mismo que yo de ingeniero de obras y caminos, sino porque estamos en Portugal y él es brasileño. Pero bueno, menuda chorrada, habrá venido de vacaciones, puede que a dar una de sus charlas con el propósito de estafar a gente de esa que anda desorientada por la vida y necesita que alguien le ponga por escrito las obviedades y memeces con las que todo el mundo se saca de encima al pesado de turno cuando viene a contarle sus problemas.

- É a noite de Sâo Joâo e tens de saltar a fogueira.

- ¡Qué cojones voy a saltar la hoguera! Lo que me faltaba, la semana pasada me quemé el brazo porque con las prisas se me olvidó enharinar el conejo antes de echarlo a freír, y ahora de cintura para abajo.

      Pero entonces el cabrón del Coelho empieza a hacer eso que tan bien se le da, comer el tarro a los idiotas que están presentes para que me animen a saltar la hoguera.

- SALTA, SALTA AGORA!

     Así que no me queda otra que saltar, no vaya a ser que el barullo atraiga a mi hijo y a sus colegas y así tenga otro motivo más para avergonzarse de su viejo.

- Ya voy a saltar, hostias, ya salto.

 Y justo cuando emprendo el salto sobre la hoguera se abren los cielos, descargan una trompa de agua que apaga la hoguera de golpe –aquí el sueño hará referencia a que ha estado lloviendo toda la semana en Oviedo y ha sido imposible sacar de casa a mi vieja a riesgo de tener luego que meterla en la secadora, a ser posible con la silla de ruedas-, y yo, que he perdido fuelle por culpa de la lluvia, caigo sobre lo que supongo que serán los rescoldos de la hoguera; pero no,faltaría más tratándose de una puta pesadilla, porque no son precisamente cenizas aquello con lo que me embadurno nada más llegar al suelo, sino…

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