jueves, 5 de enero de 2023

CUENTO DE NAVIDAD


 Supongo que lo de haber soñado esta noche con el Cuento de Navidad de Dickens ha tenido que ver con lo tenso que he estado esta semana cuando me encontraba con algún vecino en el ascensor. El lunes me tocó bajar con la señora mayor que vive sola en el sexto, la cual me comentó las ganas que tenía de que llegara el 24 para ver a sus hijos con sus nueras y sus nietos dado que la mayoría vivía inseminada... diseminada por toda España. Yo cuando oigo así siempre me acuerdo del poema de Octavio Paz que dice "Familias/ criadero de alacranes..."; pero, como en principio no quería ser muy borde me limité a recordarle la famosa cita de Sartre adaptada para la ocasión:

- Si el infierno son los demás, no le quiero decir ya la familia...
El martes tuve la desgracia de coincidir en el ascensor con el impresentable del quinto, un cuarentón solterón y revenido que vive con su madre, no solía devolver el saludo a nadie y solo le dirigía la palabra a su perra despotricando de todo. Pues no va y me suelta: "¡Ya estamos otro año con la puta Navidad!" Pero el muy capullo no me dio opción a refrendar su comentario porque fue parar el ascensor y salir sin despedirse dejándome con la palabra en la boca; es que ni para darle la razón, oye. El jueves se me metió en el ascensor que vive en el cuarto y con el que suelo limitarme a intercambiar un saludo y poco más, ya se sabe, por si las moscas. Pues no va y me suelta: "¡Que pases unas felices fiestas!" Y yo que le respondo: "¿Es una orden, agente?"
Así que anoche soñé que cogía el ascensor para bajar a la calle, se me paraba en el sexto y entonces entraba la anciana de sexto un tanta difuminada.
- Soy el fantasma de las Navidades pasadas.
- ¡No joda! Pensaba que se había pasado con la laca.
- Vengo a recordarte lo feliz que fuiste cuando eras niño y disfrutabas del espíritu de la Navidad con los tuyos...
- Ya, ya, y nos poníamos hasta el quico comiendo angulas. ¿Este año va a haber angulas?
- Esto...
- Pues a otro con el cuento...
El caso es que al día siguiente decido bajar a la calle por las escaleras para no tener otra sorpresa desagradable. Pero, como luego vengo de la compra con el carrito hasta los topes no me queda otra que coger el ascensor y es entonces cuando me encuentro al cuarentón borde que vive con su madre en el cuarto.
- Soy el fantasma de las navidades presentes y voy a enseñarte la Navidad de los que no tienen nada y se pasan el año sufriendo.
- ¿Te refieres a los refugiados ucranianos, sirios, palestinos, de cualquier parte del mundo, a los inmigrantes que malviven en Marruecos antes de poder saltar la valla, a los que lo han perdido todo en catástrofes naturales, a los que...
- Por ejemplo.
- ¿Y me quieres hacer que si recupero el espíritu navideño, por ejemplo repartiendo regalos entre mis allegados y poniéndome a comer como un cerdo, todas esas personas se sentirán mucho mejor?
- Esto...
- Pues a otro con...
Al día siguiente ya me importa una higa encontrarme con el tercer fantasma del cuento al coger el ascensor. En efecto, para en el cuarto y ahí que se me mete el madero difuminado.
- Soy el fantasma del futuro y vengo a enseñarte tu tumba en el cementerio para que descubras que nadie se acuerda ya de ti porque fuiste siempre un cenizo que...
- Sí, sí, que pasaba como de la mierda del espíritu navideño. ¿Y me dice que nadie trae flores a mi tumba? Pues, oiga, ¿a mí qué cojones me importa si ya estoy muerto y no creo en la vida eterna y todas esas mierdas religiosas? Eso y que tengo más que asumido que cuando me muera irán a despedirse mi mujer, mis hijos y para de contar, y lo más probable que para asegurarse de que estoy muerto de verdad y así poder ir luego al notario a ver si les he dejado algo.
- Esto...
- Pues...
Así que, como ya he acabado con la letanía de los fantasmas navideños, eso y que recuerdo que en el cuento de Dickens el personaje de Scrooge amanece el día de Navidad en su cama convertido en otro hombre más alegre y generoso, un hombre dispuesto a repartir amor y felicidad allá por donde vaya, que al rato aparece en casa de su sobrino cargado de regalos, parabienes, abrazos, besos y toda la hostia, me pregunto a ver qué va a pasar cuando me despierte en el sueño, a ver si me ha cundido lo de los fantasmas y yo también me levanto de la cama imbuido en el espíritu navideño de marras. Pero, aunque, en efecto, es 25 de diciembre, resulta que nada más despertarme recuerdo que estoy... en casa de mi suegra.
Y colorín, colorado...

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