Al día siguiente del apagón sueño que llevo toda la mañana recibiendo memes absurdos y sin gracia en los que, faltaría más, la peña procura volcar toda su bilis contra el gobierno y los políticos en general porque, aunque todavía no se sepa nada de las verdaderas causas del caos energético del día anterior, no hay español que se precie que no aproveche la ocasión para tirarse a degüello contra los que ellos denominan “los de arriba” en la convicción de que siendo siempre ellos de “los de abajo” todo aquel que les sobresalga en lo más mínimo es un hijo de puta en potencia que sólo está en este mundo para joderles la existencia, hacerse rico a su costa y todo en ese plan populista a más no poder.
viernes, 23 de mayo de 2025
EL APAGÓN Y LOS OSOS POLARES
Y no digo, por supuesto, que no haya que criticar a “los de arriba”, al Gobierno de Pedro Sánchez al fin y al cabo, basta de eufemismos, cuando lo hace mal, como que hay veces que parece que no desaprovecha una para meter la pata hasta el fondo y provocar un buen pifostio mediático a su alrededor. Claro que sí, faltaría; pero, siempre y cuando esa crítica esté fundada y sea sensata, vamos, sustentada con datos y pruebas, no la mera voluntad de cada cual de que la realidad se ajuste a sus prejuicios ideológicos y no al revés.
Ahora, ya sabemos que lo que impera entre nosotros es criticar por criticar. Poco más que la excusa perfecta para verter las dosis ingentes de bilis sectaria, resentimiento social y analfabetismo funcional con las que sentirnos satisfechos de lo listos que somos porque sabemos de todo sin tener idea de nada. Y todo esto además yendo bastante escasitos de la mínima instrucción requerida, esa que se adquiere en los primeros años de escuela a poco que atiendas a la pizarra, siquiera para poder abrir la boca y no parecer idiotas. Vamos, tal y como suele quedar patente con la ortografía que gasta la mayoría de la peña que más y peor berrea por escrito en las redes. En todo caso, ni más ni menos que el percal del que está hecho el ciudadano medio español como resultado de generaciones enteras de culto a la ignorancia satisfecha, igualitarismo a la baja -todos cortados por el mismo patrón y así- y el recurrente guerracivilismo en vena que nos caracteriza.
En cualquier caso, decido pasar del móvil y encender la radio a ver qué cuentan sobre lo ocurrido, y es entonces cuando, tras escuchar a hablar a una tal Isabel Díaz Ayuso, opto por mandarlo todo a tomar por culo antes de que me dé una embolia y salir a la calle a tomar el fresco a ver si así me tranquilizo un poco. Claro que en el ascensor coincido con el vecino del cuarto, antiguo benemérito y tal, el cual lo primero que me suelta es lo de: “¿Has visto el vídeo de cuando Sánchez dijo que en España nunca habría cortes de…” Con todo, hago de tripas corazón aguantándome sin replicarle nada hasta llegar al portal. Bueno, en general yo a este señor nunca le replico nada porque un día hizo un comentario sobre el País Vasco y ya entonces pude deducir que si extrapolaba su conocimiento sobre las cosas de mi paisito a todo aquello acerca de lo que siempre tenía una opinión de esas que algunos parecen obtener por ciencia infusa y para de contar, mejor me valía perder el tiempo discutiendo con los conejos del parque de al lado de casa antes que con un cerril bocachanclas y rojigualdo como él.
Ya bajando la calle para dirigirme al parque de los conejos en cuestión, me encuentro con una vecina que lo primero que me suelta es que ella ya lo había visto venir cuando el Sánchez anuló el pedido de balas a Israel hace una semana: “Es que el Mossad es mucho Mossad…” Luego al pasar delante de la frutería del barrio oigo a unos clientes que hacen cola en la acera cosas como:
- Pues si no ha sido Putin, ya me dirás…
- Te digo yo que la culpa es las renovables; se empeña Sánchez en que coloquemos un panel solar en cada casa y…
- Para el Broncano sí que hay dinero; pero…
- ¡Que no, joder, que no tenéis ni puta idea! Esto han sido los moros para que además de las naranjas y el pulpo les compremos también la electricidad.
- ¿La Begoña esa no se reunió con un directivo de Iberdrola? ¿O era de Endesa?
Buuf, procuro acelerar el paso.
-¡Cinco horas sin informar de nada! -me espeta el de la ONCE desde el quiosco que tiene al lado del paso de cebra.
No lo soporto más. Una vez más como cuando la pandemia y así, tomo conciencia de vivir rodeado de ciudadanos basura, pues sólo así es como se puede definir a aquellos que sólo abren la boca para crispar a su alrededor a todo bicho viviente con una retahíla insoportable e indecente de bulos, infamias y medias verdades; pero jamás de los jamases para aportar nada constructivo que ayude a sobrellevar mejor que bien las crisis, alarmas, emergencias o lo que sea. ¿Callarse? No, amigos, no, eso en España nunca es una opción.
De modo que decido echarme a correr en dirección hacia la estación del tren, donde pido un billete para el Transiberiano para llegar a un punto del planeta lo suficientemente alejado de esta cosa llamada España con el único propósito de poder ponerme así a salvo del cretinismo carpetovetónico de la mayoría de mis paisanos. No hay billete porque con la cosa de la guerra de Ucrania se han suspendido los viajes. De modo que pido otro hasta el rincón más al norte de Europa en tren –no tengo chines para un vuelo y hace ya tiempo que le he cogido una tirria espantosa a los aeropuertos-. Así pues, atravieso Francia, Alemania, Dinamarca, con los dedos cruzados para no encontrarme con españoles durante todo el trayecto. Ya en Noruega, y tras coger el ferry desde Hirtshals a Larvik, 3 horas y 51 minutos exactos, puntualidad vikinga, decido no quedarme en el sur del país por si me cruzo con uno de esos españoles jóvenes pero lo suficientemente preparados que decidieron hacer las Noruegas durante la crisis de 2008. Vamos, que no me meto en un bar ni por asomo, no vaya a dar con un camarero de Murcia o por el estilo. Mi meta es subir más al norte para embarcarme hacia Svalbard, la isla ya al límite con el Polo Norte donde viven más osos polares que personas. Creo que allí estaré a buen resguardo del cretinismo carpetovetónico antes mencionado y del que huyo como de la peste. Como mucho tropezaré con algún noruego con el que me haré pasar por argentino por lo del acento al hablar en inglés, y acaso también con algún ruso despistado de la base que Putin tiene en la isla como consecuencia de no sé qué extraño tratado.
De modo que, a falta de residentes españoles, lo único que tengo que temer es encontrarme con un oso polar de los que se suelen comer anualmente un número más o menos determinado de humanos de esos que salen a dar una vuelta por los alrededores de la capital, Longyarbyen, se despistan y... Por desgracia, y también como suele ser habitual en mi caso, que voy todo el rato y a todas partes con mis comeduras de coco y no miro por dónde voy, en este caso el despistado soy yo.
Vaya por Dios, entre una cosa y otra me he alejado tanto de la última cabaña habitada por un humano que todo lo que hay a mi alrededor es una inmensa planicie blanca a través de la cual veo llegar a toda pastilla, yo diría que hasta esquiando, a un imponente oso polar al que creo observar relamiéndose la boca ante la expectativa de una suculenta presa como sólo puede ser un servidor dado lo bien nutrido que estoy y las horas que echo en la cocina para sorprender a los míos con exquisiteces culinarias.
Pues mira, ni tal mal, si hay que morir prefiero hacerlo entre las fauces de un oso polar que aguantando los bulos, insidias e insultos de gente como la Ida y compañía.
- Perdona que te moleste; ¿tú no serás español? –me pregunta el oso al llegar a mi altura y sin que yo manifieste sorpresa alguna porque ya sabemos que en los sueños todo es posible, hasta un apagón a cero en la que se supone la novena, décima o la que sea potencia económica del mundo-. Es que te he escuchado cagarte en Dios desde el otro extremo de la isla y me he dicho; “Coño, voy a practicar un poco el español que aprendí con unos marineros de Vigo. Por cierto, ¿no trabajarás en un atunero?
- Pues no, yo estoy aquí de… ¿vacaciones?
- ¿Aquí en a tomar por culo de todo? Ya entiendo, ya –el oso que sonríe como si creyera haber descubierto la fórmula de la Cocacola y ya estuviera pensando en comprarse un Rioja de esos de fábrica en el economato de la isla para hacerse calimocho-. Después de lo del Covid, el temporal Filomena, la Guerra de Ucrania, la crisis migratoria, el volcán de La Palma, la Dana, sus cosas con Puigdemont, el juez Peinado y ahora lo del Apagón, has decidido venirte hasta aquí convencido de que lo siguiente será el meteorito que viene en dirección a la Tierra y que, con la suerte que tiene el Sánchez, seguro que cae en plena Gran Vía madrileña. ¿No es así?
Bueno pues, que sepáis que si alguien quiere una preciosa piel de oso polar no tardaré en subirla a Wallapop para que podáis pujar por ella. También podría subir las garras o los dientes; pero, he preferido hacerme un par de collares con ellos como recuerdo. Del resto ya informo que no queda nada; de algo tenía que alimentarme hasta despertar de esta pesadilla para volver a la otra.
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