Soy sincero si escribo que en esta ocasión no sé si calificar de pesadilla o de todo lo contrario el sueño de anoche. En cualquier caso, resulta que me veo embarcado en un avión con destino a una ciudad de Inglaterra, no sabría decir si a Manchester, el distrito de Tottenham en Londres e incluso Liverpool, con la camiseta del Alavés encima como uno más de la masa de aficionados del equipo de mi ciudad. Vamos a jugar la final de la Europe League contra el Bilbao..., perdón, el Athletic, y yo no he querido perdérmela para compensar la envidia que me dio cuando el Deportivo Alavés jugó la final de la Copa de la UEFA en Dortmund en el 2001 y mis dos amigos más queridos disfrutaron de lo lindo sin un servidor, y eso por mucho que al final cayéramos contra el Liverpool en plan épico que te cagas, por la mínima, en el último minuto y toda la hostia.
viernes, 23 de mayo de 2025
LA FINAL: LOS SUEÑOS SUEÑOS SON
Esta vez no perdono, de modo que ahí estoy yo sin ser especialmente futbolero, o puede que sí, por rachas y tal, pero siempre al tanto de los vaivenes de mi equipo local, porque el nuestro es precisamente eso, de vaivenes, un año aquí, el otro vete a saber dónde. Por eso jugar una final como la de la Europe League, como entonces la de Dortmund, tiene un plus de emoción que los aficionados otros equipos acostumbrados a estas lides no pueden entender. Máximo si encima jugamos la final contra el B.., Athletic de la vecina "villa" vizcaína.
El caso es que me encuentro con mis colegas en una ciudad indeterminada de la Pérfida Albión dispuesto a darlo todo, lo cual en mi caso, como en el de la práctica totalidad de los que me rodean, es sinónimo de acabar con las existencias de todo tipo de cervezas inglesas de los pubes locales (también es verdad que como los babazorros en general tenemos un acusado índice de paletismo en nuestro ADN por la cosa esa de que quien más quien menos tiene el agro a la vuelta de la esquina en su árbol genealógico, no son pocos los paisanos que han conseguido introducir una cantidad escandalosa de botellas de cosechero de Rioja Alavesa que ya le gustaría, ya, a los del ABRA haber podido colocar en las baldas de los supermercados del mismo país donde nos encontramos, por la cosa esa de que se ha corrido el bulo de que la cerveza en el United Kingdon se sirve caliente; pues eso, que hay que viajar más y tal).
De modo que todo transcurre como suele ser la costumbre en este tipo de celebraciones; alcohol, cánticos deportivos, patrióticos o ya directamente ofensivos contra la afición rival y la población local, animalicos somos, bailes o tembleques, y también algo de confraternización con la afición rival, si bien tengo la sospecha de que los del Athletic van ya tan puestos y confundidos que, como la equipación del Alavés y la de la Real es prácticamente la misma, se piensan que están de jarana con sus eternos y verdaderos rivales guipuzcoanos en lugar de con los naturales de esa ciudad al sur de su provincia y de cuya existencia sólo se acuerdan para ir a trabajar a Lakua, manifestarse delante del parlamento vasco y..., la verdad que para poco más.
Nos lo estamos pasando tan bien, es decir, tan según los cánones al uso en este tipo de finales siguiendo el ejemplo de lo que hemos visto a las aficiones inglesas cuando son ellos las que las juegan, que en una de esas veo a mi amigo L subirse a unos andamios de una de las fachadas de la New Square donde nos encontramos y despelotarse al rato como solía ser su costumbre cuando éramos jóvenes y acabábamos a las tantas de la mañana en una conocida discoteca del centro de nuestra ciudad; hacía ya tiempo que no se la veía y, por lo que veo, será cierto que con la edad nos crecen la nariz y las orejas, pero lo que no nos crece... En fin, ya se sabe que en estas situaciones solemos sacar lo mejor de nosotros mismos. Lo que no entiendo muy bien es qué hace mi otro colega, P, siempre tan formal menos cuando se pone la camisa de Alavés encima, vamos, que le pasa lo contrario que al increíble Hulk, con la parte de las luces de un semáforo que acaba de arrancar al hombro. ¿A santo de qué? Como si no tuviéramos de sobra ya en Vitoria. ¿Para ponerlo dónde, a la entrada de su casa, al lado del baño del txoko? ¿ No había otro souvenir más asequible, una taza con el careto del Orejas o el ya clásico con el de su primera parienta?
Claro que estoy yo como para ponerme a criticar a los demás, que mira tú por donde, parece ser que hace ya un rato largo que me he sacado la chorra para evacuar sobre la estatua del Duque de Welligton, debe haber una en cada ciudad del Reino Unido, la docena de pintas trasegadas sin solución de continuidad que ya llevo encima para ir a por más -se ve que últimamente me da por sacar la chorra en todos los sueños, no sé yo si va ser hora ya de ir pensando en hacer una vista al loquero de turno-.
Pero bueno, chiquilladas, nada que destacar si no fuera porque, de repente, a alguien le da por joder el buen ambiente que reina entre ambas aficiones y se monta una tangana de mil pares de cojones en mitad de la New Square de marras -se ve que a alguno del Bilbao le ha dado por comentar que el vino de... ¡Logroño! que le ofrecía otro del Alavés era tan malo que mejor hacer kalimotxo para que entrara mejor...- En fin, una pena, con el ejemplo de civismo y buen rollo que les estábamos dando a los ingleses.
- ¿Se puede saber ahora qué te pasa? -oigo preguntarme a la señora que suele dormir ya de seguido a mi lado en la cama- ¿A qué vienen esos gritos: "¡Así no, joder, así no, dejad de tiraros los contenedores de basura a la cabeza, que parecemos británicos, hostia!"
Y claro, yo voy y se lo cuento tal y como es mi costumbre siempre que despierto de una de mis pesadillas; pero, parece ser que a ella sólo le interesa saber cómo hemos quedado en el partido.
- ¡Le hemos metido cuatro al Bilbao..., perdón, al Athletic, y ellos 0 patarero, y nunca mejor dicho!
Pues eso, lo que decía Calderón de la Barca: "Los sueños sueños son".
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