miércoles, 4 de abril de 2012

ENTRE SILLARES Y MUCHA GUAXA




Una gozada la vuelta que me dieron ayer unos amigos, tras la visita fallida a San Julián de los Prados, por los andurriales ovetenses con el propósito de ver las pequeñas joyas del románico y prerrománico asturiano. Una gozada porque, acostumbrado como está un servidor al románico de grandes proporciones que surge a lo largo y márgenes del camino jacobeo por excelencia, el llamado Camino Francés que entrando por los Pirineos recorre todo el reino de Navarra para entrar en la Rioja y de ahí por Castilla hasta Santiago. Hay que hacer especial hincapié en el maravilloso románico zamorano y palentino, el cual, claro está, recibió las influencias directas de los maestros "francos", en su mayoría monjes benedectinos que trajeron a la península los nuevos aires de Cluny, con el recuerdo también de los muy particulares templos románicos del Pirineo catalán y aragonés con la catedral de Jaca siempre en la retina, y sin olvidar el igual de maravilloso románico de la Rivera Sacra gallega y, cómo no, si cada vez que uno la visita se queda igual de estupefacto, la joya por excelencia, la Catedral de Santiago, el románico astur ofrece una perspectiva sumamente interesante, máxime si se tiene en cuenta que un prejuicio, inducido desde la escuela y todavía más en la facultad, establecía que lo verdaderamente remarcable y excepcional del arte asturiano era el prerrománico en exclusiva -el cual, por cierto, se suele denominar en montón de guías o manuales como "asturiano" a secas-, dado que al trasladarse el foco político del antiguo reino de Asturias a León, fue allí donde se desarrollaría el románico en todo su esplendor, quedando Asturias relegada ya no solo en lo político, sino también en lo económico y en consecuencia otro tanto en lo artístico.

Eso, siquiera solo en comparación con lo que ocurría en la Meseta donde el románico brilló a lo largo del Camino Francés como verdadera arteria económica y cultural que fue durante toda la Edad Media, es cierto en grandes líneas, pero no quita para que también en Asturias, a lo largo de esa otra y primigenia vía jacobea llamada "de la costa", no se levantaran templos románicos como la Cámara Santa, entre otros, amén de templos como los del Monasterio de Cornellana y las iglesias de Sograndio y Priorio, y muy en especial todo el conjunto que se reparte a lo largo y ancho de la llamada "Comarca de la Sidra" en la zonas de Villaviciosa, como Narzana, Valdebárzana, San Juan de Amandi, el monasterio cisterciense de Santa María de Valdediós y cerca ya de los Picos de Europa, el monasterio benedictino de San Pedro de Villanueva o el de Villamayor.

Ayer nos acercamos hasta la iglesia de San Esteban de Sograndio, sorprendente en la sencillez del tamaño de su planta horizontal y levantada en un altozano, se supone para que quedara a la vista tanto para el culto de los habitantes del valle como para reclamo de los peregrinos que pasaban por allí, pues visto con cierta distancia y algo de coña, estas iglesias debieron ser lo más parecido a un "área de servicio espiritual" para todos aquellos que se dirigían a Santiago, a lo que habría que añadir los servicios de hospedaje y avituallamiento que surgirían alrededor de la iglesia, por lo que en el ánimo de los promotores de estos templos tan modestos, la nobleza local o los monasterios (en los núcleos urbanos de cierto tamaño y por la misma época los promotores podían ser también los gremios de la ciudad, el patriciado local y, por supuesto, el poder regio o eclesiástico) tenían una evidente intencionalidad económica. Con todo, lo más curioso es comprobar la lógica de un románico de paredes revocadas y policromadas en contra de la idea generalizada de grandes paredes con la piedra a cara vista.

Ya luego de dar vueltas a la iglesia y especular tonterías varias, nos acercamos hasta el monumento prerrománico de San Pedro de Nora. Se mire por dónde se mire, en el subconsciente de uno de fuera de Asturias es su prerrománico, no lo sabían poco bien ni nada los que diseñaron el logotipo de ASTURIAS PARAISO NATURAL eligiendo la fácilmente reconocible arquería de la fachada principal de Santa María del Naranco a través de las cuales aparecía el campo, mar y sol asturianos en todo su esplendor; esto es, el monumento asturiano por excelencia para el resto de los mortales.

San Pedro de Nora está lejos de la vistosidad monumental e incluso simbólica de los templos ovetenses, aunque recuerde en casi todo a San Julián de los Prados, pero presenta aspectos interesantes como los restos en el interior de las pinturas originales sobre estuco, el efecto visual que genera el ligero estrechamiento que se produce en la iglesia desde los pies a la cabecera y que acentúa la sensación de profundidad, y una iluminación adecuada de las naves, proporcionada por tres ventanas rectangulares de buen tamaño a cada lado de la nave central, por encima del tejado de las laterales, que en este caso no están centradas sobre los arcos como en Santullano, y por una gran ventana abierta encima del pórtico en la fachada oeste.

Todo eso, faltaría más, lo acabo de copiar descaradamente de la red, que de qué si no. Aunque también me podía haber limitado a transcribir la deliciosa perorata con la que nos obsequió Amalia, la señora que cuida las llaves del templo y que nada más vernos llegar se dirigió a nosotros para enseñárnoslo. Amalia, que parece haber nacido y vivido por y para el templo, que creo haberla entendido que estudió primero Historia del Arte y luego enfermería, que conoció al restaurador del templo, el arquitecto Luís Menendez Pidal, tras su destrucción por los revolucionarios del 34, si bien en la wiki se habla del 36, en cualquier caso el enésimo ejemplo de cómo la ceguera doctrinario a lo primero que lleva es atentar contra lo propio, siquiera sólo porque el odio hacia lo que representaban las iglesias iba mucho más allá de cualquier consideración o sensibilidad artística o histórica.

Y así, sumidos en la cascada de datos acerca del monumento, en el de nombres que solo conocía en su mayoría el amigo Roberto, acongojados por los desmanes que Amalia nos descubría como resultado de la intervención poco afortunada o simplemente negligente de muchos de los que le metieron mano al monumento, estupefactos ante su historial médico en el que un infarto nos pareció la consecuencia lógica del nervio que le imprimía la señora a sus cosas, sonriendo para mis adentros ante sus despotriques hacia los desmanes o gansadas varias de los que la señora definía como "progresistas", se supone que inconsciente de que sin las políticas "progresistas" del presente y el pasado la sensibilidad de las masas populares hacia nuestro patrimonio artístico habría sido cosa exclusiva de las elites y, muy en especial, de los mercaderes, porque en España cada vez que alguien apostaba por conservar ese patrimonio, siquiera solo por ilustrar a las nuevas generaciones en el valor del mismo a través de la escuela, se daba de bruces con los prebostes de turno para los que esas cosas eran "tonterías", coto privado de los de arriba y poco más, y no digamos ya la Santa Madre Iglesia y su muy especial relación pecuniaria con todo lo relacionado con el arte sacro (hay que reconocer que el párroco del pueblo también se llevaba lo suyo en boca de la señora).

Pero bueno, allá cada cual con sus demonios, manías y generalizaciones,como que servidor no hace las suyas, el caso es que tan pronto estuvimos bajo el mismo techo que los antiguos reyes astures echando copiosas paletadas de imaginación para hacernos una idea de cómo habría sido en el pasado, como en el jardín de la casa de Amalia viendo las humedades de las paredes. Y una vez allí, y gracias en gran medida a esa proverbial facundia asturiana con la que buena parte de los naturales de esta tierra acaban envolviéndote a fuerza de encadenar y mezclar palabras sin solución de continuidad, yo ya me sé de un aparejador que la semana que viene va a tener que hacer, primero un proyecto de obra, y ya luego buscar una cuadrilla de albañiles. Yo al menos reconozco que, a pesar de no haber entendido de la misa la media, esto es, que la señora hablaba tanto y a tanta velocidad que había ratos que me perdía con mis introspecciones de por medio, al menos me llevé un personaje literario, luego ya a ver dónde lo coloco y cómo, tiempo al tiempo, algo mitológico seguro.

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