martes, 1 de diciembre de 2009
DE MINARETES, BURKAS Y LA LOGSE
Los minaretes, que no los quieren en Suiza. Piensan que quien pone un minarete pone una pica en un paranoico y paulatino proceso de conquista de Europa por parte del Islam. También puede ser que a algunos simplemente no les guste esas torres con forma cónica, de hecho hay mucha mente sucia, obsesa, que ve penes en cualquier parte... y como muestra un servidor. El caso es que el resultado de referedum (los suizos votan hasta para elegir el color de las cortinas de la biblioteca del pueblo) no ha debido hacerles ni pizca de gracia a los miles de musulmanes que viven allí. Los promotores de la cosulta se escudan diciendo que sólo hacían referencia a los minaretes en cuestión, que de las mezquitas no decían nada. Pues casí peor, porque eso de ir a medias, de si somos intolerantes, islamofobos o ya directamente xenófobos del copón, que al menos no se note tanto, que vamos a disimularlo con algo meramente simbólico como los minaretes, pues no, es de cobardes, de hipócritas al cuadrado. Claro que cabe la probabilidad que de todo ese debate sobre el islam y los límites a la tolerancia con el prójimo en una democracia que adémás presume de ser la de mayor solera del continente, sea puro cuento, que lo único que les preocupa, como buena sociedad cerrada e hiper autosatisfecha, es la imagen externa, vamos, que no les estropeen el paisaje con sus minaretes esos moros de mierda. Lo otro, discutir acerca de los límites de la religión en una sociedad democrática, los mínimos exigibles a una comunidad alógena para integrarse en otra de acogida, asegurar que las costumbres, atavismos o simples inercias religioso-culturales de los nuevos ciudadanos suizos no choquen o ya directamente infrinjan el codigo civil, tipo te vas a casar con ese señor de setenta años en cuanto cumplas trece años o vente pa cá morena que ablaciono el tema, pues nada de nada, pura fachada.
Entretanto el mensaje no puede ser menos fustrante para la convivencia, la pluralidad y ya en concreto para los millones de musulmanes que viven en Suiza y en el resto de Europa. Se les dice que en cuanto a la cosa esa del respeto a la identidad ajena, a la libertad de culto y tal que consagran la mayoría de las constituciones europeas tras siglos de lucha contra el autoritarismo, el privilegio y sobre todo el oscurantismo religioso en su versión cristiana, nada de nada, sólo para los de casa, lo de fuera como que con lupa, si se les antoja a los demás y siempre no estropeen la estampa idealizada, tópica hasta decir basta, que tenemos de lo nuestro. Y ya de paso, y una vez más hasta el infinito, la eterna equiparación para el lego de turno del Islam con todo lo peor, versión integrismo o terrorismo islámico. Para qué educar a la gente, enseñarles a discernir entre la parte y el todo. Porque el problema ya no consiste en que existan grupos islámicos minoritarios que al amparo de la tolerancia europea se dediquen a propagar su veneno integrista, que en algunas mezquitas pueda pasar y pasa, y como muestra la mezquita de la M30 de Madrid que pagaron los Saudies para, qué menos, extender el wahabismo, su versión rigorista y simplista a más no poder del Islám, el petroleo es lo que tiene, que te hace parecer menos fanático y peligroso de lo que en realidad eres precisamene por eso, porque estás forrado y tienes los medios. No, ahora todas las mezquitas de suiza están bajo sospecha y por eso hay que cortarles los minaretes de raiz. Las mezquitas a las que acuden la mayoría de los emigrantes musulmanes cuyo único propósito al emigrar a Europa era escapar de la miseria, encontrar un trabajo digno, ganar dinero con el que labrarse un futuro en su país de acogida o para preparar la vuelta al de origen. Por no hablar de las segundas, terceras o cuartas generaciones de Zidanes, Benzemas, Kanoutes y demás europeos de credo islámico. La inmensa mayoria pacífica y honrada que encuentra en nuesto mundo lo que se le niega en el suyo, libertad de opinión y de comercio, los dos pilares de todo lo nuestro. Pero vaya por Dios, ahora a unos suizos les ha dado por revolverse contra ese patrimonio y si en el mundo musulman se restringen a los cristianos ciertas libertades, si se persigue al diferente o se agrede al agnóstico, pues aquí nosotros también, con lo que, mira tú por dónde, nos ponemos al mismo nivel de aquello que tememos. En fin, una vez más lo dicho, la parte por el todo, que el común de los mortales tienda a indentificar todo lo islámico con lo esencialmente nocivo, peligroso, eso sin que lo sea ni más que menos que lo cristiano, esto es, como religiones que son ambas el opio ese del que hablaba el barbudo. Luego no nos podemos extrañar del galimatias que tiene la gente cuando se trata de ubicar esto o lo otro, si cosas como la que denunciaba hace unos días una lectora en el país son el pan de cada día. Aunque claro, no vamos a hacernos la picha un lío con lo de fuera cuando vivimos en una sociedad que manifiesta una ignoranica supina a la hora de tratar lo propio, de demostrar hasta la más mínima noción de historia sobre lo suyo, ni siquiera del entorno más inmediato, a no ser, claro está, que se trate del mito de rigor o a lo Axteris y sus romanos. Malditas generaciones de la Logse.
'Un burka por amor'
HAIZAM AMIRAH FERNÁNDEZ - Madrid - 27/11/2009
No salgo de mi asombro desde que vi el primer episodio de Un 'burka' por amor en Antena 3 el pasado martes. En todo momento se confundió a los afganos con los árabes (sería como confundir a los bolivianos con los italianos, por el único hecho de que unos y otros son cristianos en su mayoría). No sólo eso, sino que los diálogos en la serie entre los supuestos afganos ¡son en árabe clásico!, lo que no tiene ningún sentido, pues el árabe clásico no se habla en ningún país del mundo; es la lengua de la escritura formal de los árabes, que son una minoría entre los musulmanes del mundo. La población de Afganistán no habla árabe por el simple hecho de que étnicamente no son árabes (las lenguas oficiales de ese país son el dari y el pashto, ambas lenguas indoeuropeas que no están relacionadas con el árabe que es una lengua semítica).
También llama mucho la atención el diferente resultado del referendum según haya sido en la zona francófona, a favor del no, o el germánofona, donde lo hizo el sí a la prohibición. Recuerda y mucho esa otra que había entre el ius soli en el que los derechos de la persona se basaban en el hecho de nacer en un sitio o ser acogido en él, tal y como imperó siempre en Francia, y ese otro de ius sanguinis donde lo importante es de quién se es hijo a la hora de acceder a la nacionalidad, que estuvo vigente en Deutschland hasta que Schröeder lo derogó. Curioso lo de estos germanos y su tendencia rechazar por principio a todo lo alógeno, a montar un genocidio por menos de nada, a ver si va a ser cosas de que se romanizaron tarde y a toda prisa como dicen algunos...
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