miércoles, 2 de diciembre de 2009

LAS GüELAS DE LA NICOTINA


Creo que ya es hora de hablar de unas señoras muy peculiares con las que comparto a diario humo y ruido.

Resulta que cada mañana después de dejar al nene en su cole y aparcar el coche, me tomo un café con leche y leo el periódico en una cafetería de enfrente de casa. Un chiringuito de barrio con estética de los años 70 cuanto menos, suelo de azulejos blancos, paredes y barra de marmol negro y veteado blanco, tremenda cristalera para no perder comba de lo que pasa en la calle o casi, paredes pintadas de beige con esa cosa de plástico que cubre la parte baja de las mismas, mesas y silla tipo cafetería de hospital y una apenas perceptible capa de mugre que lo cubre casi todo. Un verdadero templo de lo ranciuco que pilla cerca de casa y poco más. Pues ahí voy todas las mañanas a por mi café y mis diez minutos o así de cabreo con la actualidad. Voy para volver a casa todo atufado de tabaco, y no sólo por los currelas que carajillean junto a la barra con su pitillo y sus lamparones en el mono de trabajo, sino también, o sobre todo, por las cuatro sexagenarias o más que se me ponen en la mesa de al lado todos los días y que entre café con leche, tostada de aceite con tomate y pitillos a porrillo resisten ahora y siempre al ministerio de sanidad en su campaña antitabaco.

Unas abuelicas que de encantadoras tienen todo, pero de tiernas, bueno, pues de tiernas para gustos, a mí desde luego sí me lo parecen, pero es que de fino tengo lo justo. Porque primero hay que verlas, dos de ellas de pelo corto, cano y chandal mañanero, otra a lo vieja de toda la vida, esto es, de negro con moño y abrigo, la otra a lo cardado con permanente y tirando a ama de casa con los hijos hace ya siglos emancipados. Luego hay que oirlas, sobre todo oirlas. Por una parte agradezco poder mejorar mis conocimientos de asturiano, porque las señoras del Oviedín, que es como se refieren a esta ciudad y en especial a su cogollo los ovetenses de toda la vida con abrigo de piel, misa diaria y cualquier tiempo con Franco fue mucho mejor, no es que sean precisamente, sino más bien que parece que las han echado de la cuenca (minera, se sobreentiende) por bastas o asi, que ya es decir y mucho para el que conozca la comarca en cuestión. Y es que las señoras, aparte de comunicarse a gritos con la simpática camarera que me prepara el café con leche solo con ver quitarme la gorra nada más entrar, berrean que da gusto sin importarles una mierda quién se encuentre en ese momento en el local o cuántos, como si estuvieran solas en el salón de la casa de alguna o así, no paran de soltar tacos y ordinarieces a lo soy minerooooo y mecondios y la puta barrenaaaaa. Vamos, que hasta a mí se me salta la boina del susto cuando de repente oígo cosas del tipo: "esi mariu tuyo ye i sera un fiyuputa toa la su puta vida, cago mi estampa ansi reviente el cabronazu del tenderu que robome dos euros esta mañana nel mercau, mierda voy poner hoy pa comer, o cogiala a la Esteban, dabale un picu y una pala y que se mollara el coñu no pozu, la mu guarra.." Y claro, uno mira para su mesa y no ve cazalla alguna, todo natural, cafe con leche y pitillo como unicos estimulantes. Y ahi deben pasarse la mañana las señoras, no en la pelu, el centro social o médico, o haciendo cola en el Inserso, no, si no en la cafetería de abajo despellejando a todo Cristo un pitillo tras otro; si bien con especial atención a los babayus de sus marius y fillos. Imposible expresar con palabras cómo disfruto con las güelinas. Ya lo he dicho, encantadoras, oh!

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