domingo, 29 de julio de 2012

GENTE NORMAL


Si este blog se llama el Rincón del Quejica será por algo, pero no porque su responsable sea especialmente quejicoso, no mas de lo común, creo. Otra cosa es la queja como género, como medio expresivo, como mero recurso literario a lo, por supuesto que salvando todas las distancias posibles, Celine, Thomas Bernhard o Fernando Vallejo, maestros de la exageración, de buscarle las cosquillas a todo, tocapelotas por mera inercia, eternos culos de mal asiento, o resumiendo, simples y puros quejicas. En su caso, claro está, la queja es todo eso que decía al principio, siquiera el principal combustible de una literatura cuya principal virtud es ofrecer el retrato vehemente, puede que hasta visceral, y siempre, siempre, original, personal, propio y poco más de un mundo o realidad previamente deformado por su cúmulo de prejuicios, manías y odios personales, un mundo o realidad que de ese modo se alejará de la mera fotografía costumbrista, de la mirada autocomplaciente o el efectismo esteticista. El resultado puede que no haga justicia a esa realidad, que la deforme hasta extremos de oprobio premeditado, que peque de mezquino y hasta de corto de miras; pero, no hay nada exento de riesgo.

Esa es la teoría literaria o como se quiera llamarla. La práctica ya es otra cosa, baste como ejemplo del efecto purgante y divertido de la queja como ingrediente principal de un relato cuando se pretende prescindir de la misma, cuando un autor se empeña en ser "positivo", "generoso", "optimista", transmitir buenas vibraciones en todo momento (como que las únicas que conozco yo son las del consolador). Vamos, que, sin ir más lejos, el relato de una simple velada de verano entre amigos sin quejas ni pegas, sin recurrir al sarcasmo en todo momento, quedaría algo parecido a esto.

 Todo anunciaba que sería una encantadora velada de finales de julio entre amigos. La temperatura nocturna era la ideal, ni mucho calor ni frío, una luz preciosa brillando en el cielo, la alegría recorriendo el rostro de la gente que abarrotaba las calles, se diría que la felicidad se hacia materia en cada una de las sonrisas que recorrían de un extremo a otro los rostros de los simpáticos y educados vitorianos. 

Los amigos además en seguida decidieron sin discusión previa y las pegas de costumbre, hacia dónde dirigirse para cenar en alegre compañía. Eligieron el sin par y siempre bien ponderado Baztertxo de la Plaza Nueva o, por qué no recordarlo, también llamada por algunos de España; eso, en este inicio de un futuro de paz y reconciliación entre hermanos, ya a nadie le importa, nadie se caga ya en tus putos muertos por cosas de la política o similares. La camarera era una preciosa y bien dotada muchacha morena de las que desbordan simpatía y buenos modales. Como que apenas puso malas caras cuando alguien de la mesa preguntó si las rabas (calamares fritos) eran frescos o congelados, ni siquiera cuando el impresentable de la cuadrilla, ya con sus taninos haciendo de las suyas en el cerebro o lo que sea que tiene éste en la chaveta, empezó con sus tonterías acerca del tamaño preceptivo en el cual debe servirse siempre el bermejo licor de aranes con el que se endulzan las sobremesas a la par que el carácter de los comensales.

La velada transcurría en tan perfecta armonía que incluso cuando uno de los presentes sacó el tema recurrente de los recortes del PP, todos los que estaban en la mesa se dispusieron a discutir de forma completamente civilizada, sin levantar en ningún momento la voz ni proferir descalificación alguna al contrario. Siendo así, el debate se desarrolló en un clima de total cordialidad y, muy en especial, proporcionalidad. De modo que no se dio el caso, tan habitual en otras circunstancias, de que una mayoría de comensales acabara acorralando a la pobre criatura que de entre todos los presentes había sido la única capaz de confesar que votó al PP en las pasadas elecciones y todavía no se le había caído la cara de vergüenza. Resulta, por lo tanto, digno de encomio y ejemplo de la gran templanza que caracteriza estas... ni siquiera discusiones, entre amigos, llamémoslas simple intercambio de pareceres encontrados, entre personas que si por algo se distinguen es por su saber estar y opinar, decir que se trata de verdaderos caballeros es poco.

Por lo demás, y una vez más como muestra de ese saber estar al que hago referencia, el grupo de amigos procedió, una vez abandonado el restaurante, a comportarse como se espera de gente adulta y bien criada con responsabilidades familiares. De modo que no se puede reprochar a ninguno de los presentes que se diera como loco a la mezcolanza gastro-intestinal de brebajes alcohólicos varios y, menos aún, al lamentable espectáculo de intentar convencer al resto de los presentes a grito pelado, en mitad de la calle y a altas horas de la mañana, acerca de la idoneidad de tomar la espuela en todos y cada uno de los bares que les salían al camino. Insisto, pocas veces se pueden ver comportamientos tan sensatos y maduros en gente de su origen y condición. Ojalá tomaran ejemplo de ellos el resto de la ciudadanía, no habría tantos problemas de desórdenes públicos ni enfermos cirróticos haciendo cola en los hospitales.

*y como en realidad no se me ocurría con qué ilustrar esta entrada, he colgado esta maravillosa canción del grupo catalán Manel, una joyita, a mi al menos me encanta, y no sé por qué viene ademas como anillo al dedo.

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