martes, 31 de julio de 2012

CASTILLOS QUE DEFENDIERON EL REYNO

De excursión a Ujue/Uxue, a visitar la famosa iglesia- fortaleza que se enseñorea desde lo alto de un gran cerro sobre buena parte de la zona media y ribera, que vigilaba en su tiempo los movimientos de los vecinos aragoneses y castellanos, de los españoles, sobre las fronteras del Viejo Reyno. Pequeña en comparación con otras joyas medievales navarras, pero impresionante por su ubicación y la rotundidad de sus muros, con una coqueto templo donde guardan la imagen románica de una de las vírgenes cuyo nombre es de los que más se prodigan entre mis paisanas: Uxue. Lo demás es cosa del wiki, pero bueno, me permito el detalle de transcribir lo imprescindible acerca del lugar para el lector con prisas:

En la parte más elevada del pueblo medieval de Ujué, se alza, elegante y contundente, el templo fortificado de Santa María de Ujué. Su nombre es una referencia a la leyenda de la paloma (Uxua en euskera). El relato habla de un pastor que, cuidando de sus rebaños, vio a una paloma entrando y saliendo constantemente del mismo hueco de una roca. Al acercarse a curiosear, encontró la imagen de la Virgen. Con el fin de darle cobijo, los vecinos construyeron una iglesia para ella. 

Un templo en origen románico, embebido por diferentes construcciones que lo rodean y enmascaran. Su rasgo más peculiar es su aspecto de fortaleza militar por sus torres almenadas (Cuatro Vientos y los Picos), pasos de ronda y robustos contrafuertes. 

Guarda en su interior numerosas obras de arte. Entre las que destaca, tras una rejería gótica, imagen de la Virgen de Ujué, fechable hacia 1190 y forrada de plata en el XIV, obra máxima de la imaginería románica de Navarra. Conserva también el corazón del rey Carlos II El Malo, bajo cuyo reinado se construyó el tramo gótico (estilo artístico siglos XII-XV) del templo y rodeó la iglesia de pasos de ronda y torres almenadas, de las que sólo se conservan dos: la de los Cuatro Vientos y la de los Picos. La iglesia tiene un mirador dirigido al sur, por el que se tiene una excelente vista de buena parte de la Ribera de Navarra. 


En la actualidad, se trata de un importante santuario mariano, Monumento Nacional, donde se han llevado a cabo importantes reformas. Una de las joyas de la localidad por sus hermosas galerías, su gran nave gótica con cabecera románica y sus dos portadas. La norte, más sencilla, decorada con escenas muy descriptivas y la sur, la principal, una obra maestra del gótico en la que merece la pena detenerse.


Hasta aquí la ciberudición para hacernos una idea de la importancia del monumento, de cuya belleza hasta nuestros pequeños cabestros de siete y dos años han quedado prendados, no han disfrutado poco ni nada corriendo por las galerías que rodean la iglesia o alucinando con las figuras deformes de los capiteles, a destacar la del león que ha hecho las delicias del pequeño. 

Luego ya a la vuelta, a lo largo del horizonte de trigales, olivos y viñedos de la zona media, en pleno ager vosconum que decían los romanos, a lo largo de la segunda línea de villas y fortalezas que defendieron el Reino desde la propia Uxue hasta el extremo occidental de la antigua Sonsierra Navarra en Labastida -aunque se ve que poco porque la Historia fue la que fue-, uno no puede evitar fantasear con las historias oídas y leídas acerca de aquel pequeño reino pirenaico cuyo recuerdo ahora trata de resucitar buena parte del nacionalismo vasco, el navarrismo independentista que se nutre de abertzales de Navarra y las provincias  hermanas, que propugna la independencia tanto de la Navarra actual como de esa otra que llaman occidental, que rechaza la versión sabiniana del nacionalismo vasco por exclusivamente vizcaína o cantábrica, que pretende apelar al derecho internacional porque según ellos siendo un estado libre y reconocido por todos los demás en su tiempo, el reino de Navarra fue invadido por los españoles y sometido tras una larga y dolosa ocupación en la que incluso hubo varios intentos por parte de los navarros de recuperar el reino para sus reyes legítimos con la ayuda francesa.

Todo esto suena a martingalas historicistas, claro que sí, pero es que estamos precisamente en el año de aniversario de la Conquista de Navarra y no hay día que no haya un artículo o un acto alusivo al tema en la prensa nacionalista o amiga, en el Gara o los periódicos del Grupo Noticias, para ser exactos, así como en la práctica totalidad de la prensa en lengua vasca. De ese modo, los partidarios de este revival interesado el 25 de este mes saliente celebraron la conquista de Pamplona pidiendo que se colgaran banderas navarras independentistas en los balcones y ventanas, también en muchos ayuntamientos controlados por partidos nacionalistas vascos en toda Euskal Herria, amén de homenajes con toda la parafernalia al uso en Noain, el lugar donde fue derrotado el ejército liberador del Conde de Lerín por las tropas de Carlos V, y Amaiur, la Numancia vasco-navarra, el castillo en el que resistieron todo lo que pudieron aquellos navarros que tras la derrota quisieron volver a intentarlo haciéndose fuertes junto a los pasos fronterizos. Todo esto acompañado de una profusa y sesuda bibliografía en la que no pocos historiadores serios tratan de desmontar con todo tipo de documentos y testimonios el entramado ideológico con el que la historiografía española ha justificado la conquista, pues es bien sabido que todo nacionalismo se nutre de falsedades o inexactitudes que dan primero en mitos y luego en artículos de fe, y el español no sólo no es la excepción sino que además es el más prototípico del ellos empeñado como ha estado siempre en justificar una unidad que en muchos casos fue única y exclusivamente manu militari. Así pues, el principal mito de la historiografía española se puede resumir en la absurda idea de que fueron los propios navarros los que pidieron a gritos ser incorporados y gobernados por extranjeros en respuesta a sus deseos de unificación de la península en un estado nuevo llamado España, entonces apenas una denominación del conjunto de la península al igual que Iberia, estado que, en comparación del navarro, el cual siempre estuvo más vinculado socio-culturalmente al otro lado del Pirineo que al sur del Ebro por razones de cercanía e influencia dinástica, siempre fue mucho más atrasado y autoritario, yo diría que casi, casi que hasta nuestros días, e insisto que hay bibliografía a punta pala, en especial acerca de la modernidad de las instituciones navarras y las relaciones entre los navarros y el poder político, en comparación con lo que ocurría en Castilla. Que esto fue y es una mentira como una casa lo demuestra sin ir más lejos el apoyo que recibieron por parte de los navarros aquellos que desde Francia intentaron en sucesivas ocasiones expulsar a los invasores y la precaución con la que el poder real castellano trató durante siglos a  Navarra como tierra conquistada. Como muestra un botón, la misma ciudadela de Pamplona, construida más para proteger a las autoridades locales de una posible rebelíón que para defender la ciudad de un ataque francés, su configuración e historia no dejan lugar a dudas. Luego ya el tiempo, la Historia como apisonadora, ha hecho su mella en la conciencia de buena parte de sus descendientes. Hoy Navarra es una tierra profundamente dividida entre dos nacionalismos encontrados y prácticamente irreconciliables. 

Es lo que hay. A mí estos rivivals historicistas cuanto menos me hacen gracia. Cómo no iban a hacerlo  cuando me apasiona la Historia en todas sus variantes. Ahora bien, todo ésto me huele a más de lo mismo, a apropiarse del pasado como arma arrojadiza, a utilizarlo para agitar conciencias a través del sentimentalismo romanticobobo y todo en ese plan. Nada nuevo en todo caso en cuanto a la utilización de la Historia con fines espurios, qué se le va a hacer. Y mira que a mí también me pone fantasear con reyes y conquistas en visitas como ésta, imaginarme ejércitos medievales con sus estandartes con el escudo de las cadenas o aquel del águila negra. Pero recelo y mucho de estas cosas, siquiera sólo porque en el fondo me la traen al pairo, y no porque no comprenda los anhelos soberanistas de muchos de mis paisanos aunque en esencia no los comparta, sino porque creo que ellos mismos se echan piedras sobre su propio tejado recurriendo al corazón en lugar de a la razón, siquiera ya sólo dando la matraca con reivindicaciones del pasado, castillos en el aire, batallitas todo lo más, cuando en realidad el futuro sólo depende de las circunstancias del presente y la Historia apenas es otra cosa que una referencia para sacar lecciones, nunca obligaciones o deudas para con ella.

En todo caso, un día de mucho calor.



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