Y como decía antes en vernáculo, no vamos a traer aquí siempre sólo las quejas y congojas de cada día, también de vez en cuando apetece un poquito de exhibicionismo doméstico siquiera para que los amigos sepan de uno, para hacer rato hasta la cena mientras cada cual en la casa se dedica a sus cosas y servidor a facebukear y a escuchar música, porque sí y ya está. Y es que hoy ha sido un día para celebrarlo de veras. El último del verano, y aunque lucía un sol veraniego y calentaba otro tanto, el otoño se podía olfatear en el campo, y no es metáfora, siquiera en uno de los pinares cerca de la playa de Artedo. Se puede decir que ya olía a otoño, y por si las dudas, ahí estaban las setas, entre otras creo haber distinguido varios gibelurdines, no sé cómo les dicen aquí, pero qué gozada. Tanto o más como la jamada en medio del pinar del bocata de bacon frito untado con ajo y tomate o el de tortilla con queso y unte de mostaza y miel, todo ello regado con las birras que he comprado en el pueblo de al lado, y que, mira tú qué maja es la gente por aquí, insisto, hasta una lata de cocacola me ha regalado el mocín de la barra, lástima lo que les presta la Mahou en esta región. Eso y que me haya dicho mi señora que estas son las comidas que más le gustan. De modo que se acabó eso de ir todos los findes a los restaurantes de tres estrellas que no hemos ido nunca. Qué a gusto se está en mitad de la naturaleza comiendo los mejores bocatas que alguien puede imaginar. Y yo que sí, a punto de decirle a mi señora que sí, que para alimañas mejor las del campo; pero no, me lo he aguantado, no fuera a pensar que hablaba de su madre, que no, juró que no, más bien recordaba la cuadrilla de sanotes soplapollas que estaba el sábado pasado en el Bodegón Álava, a tope de todo ya y en plan que se entere todo el comedor lo bien que lo estamos pasando, que hasta nos caemos de las sillas de la que llevamos encima, y por supuesto los cánticos de rigor. ¡Se va a molestar nadie, si aquí se ha hecho toda la vida! Nosotros no me acuerdo bien, estábamos a nuestros vinos, pero la cara de la pareja que tenían al lado era todo un poema: "¿no íbamos a pasar una velada tranquila en pareja, romanticona y así?" Pues no, majos, si eso que os tomáis el postre en casa, que esos están a lo suyo, a grito pelado para que nos enteremos todos lo bien que se lo están pasando, qué sanotes y jatorras son los muy cabrones. Así que para eso mejor comer en un pinar y a bocadillos, o en su defecto un buen chuletón de carne vieja asturiana con una botellica de Remelluri dentro de un rato en casica mientras ahí fuera vuelve a tronar la música del concierto junto al Tartierre, que estamos en Sanmateos. Qué semana llevamos, madre, qué semana, anoche hasta me tiré un rato apoyado en el alféizar intentando distinguir las canciones que Rosendo y Los Suaves debían estar tocando en el interior de la carpa, lástima que todo lo que llegaba hasta mi ventana fuera ya estruendo a secas, lástima que durará hasta las tantas... Pues eso, cada cual celebra la vida y las fiestas a su manera.
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