jueves, 19 de septiembre de 2013

EL TÚNEL DEL TIEMPO



Anoche nos lleva el amigo L a cenar al nuevo Bodegón Álava, que viene a ser el mismo de toda la vida pero con nuevos dueños, sin ir más lejos los responsables del antiguo Naroki, sí, el de la tortilla manchada. Dicho lo cual uno ya podía imaginarse que, como mínimo, la calidad iba a estar asegurada, siquiera en comparación con la última vez que estuvimos hace años, cuando todavía lo llevaban los que lo precipitaron su cierre, por pura desidia y flagrante falta de profesionalidad. Porque mira que no hemos ido pocas veces ni nada al Bodegón Álava cuando éramos jóvenes y alegres mozalbetes, las farras que nos hemos pegado y las broncas de mentarnos la madre y todo que hemos montado allí por lo de siempre, siempre por lo de siempre, mejor no entrar en detalles. El caso que como los del Naroki sí que son unos profesionales como la copa de un pino, y anoche se notó en el trato simpático y la diligencia (aquí ya me imagino el ceño fruncido de uno que yo me sé....) y también en la carta, simple y llanamente lo de toda la vida, casera, tradicional a más no poder, lo que esperas en un bodegón, probablemente los establecimientos más castas, populares, y cuyo origen en la mayoría de los casos se debe a gentes de la Rioja Alavesa y alrededores que se instalaban en la capital para expender el vino de la familia, verbigracia, los Gaona del Bodegón Gaona, los Luzuriaga de Casa Felipe o los mismos Eguren. Y como todo lo popular casi desaparece durante los pasados años de la tontería pijotera de los gastrocuchitriles en plan finolis y figurón de los fogones. Por eso "presta" (gustar) tanto cenar con los amiguitos en un lugar tan casta y cuya famosa decoración de baldas hasta el techo con botellas de vino y licores de todos los tipos y épocas ha sido respetada por los nuevos dueños, así como la distribución de las mesas. Una gozada, casi un viaje en el tiempo hacia atrás, sólo que ahora cuarentones, algunos más ajados que un ciruela pasa, ¡ay ese lumbago!, y con menos botellas vacías sobre la mesa, la edad no perdona, por mucho que se empeñaran anoche en decirle lo contrario a mi señora, que si los cuarenta ahora son los treinta, que si la vida empieza... Yo no sé si la la nueva cuarentona se creyó algo de lo que le decían, pero, joder, qué murga con lo de vamos a celebrarlo, venga, saca un cubata, a bailar... suerte que siempre hay una cama esperándote al fondo del camino.

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