viernes, 13 de septiembre de 2013

LA GENT NORMAL



Pues sí, estos son tiempos muy malos, críticos, y uno de sus síntomas más claros es cuando, en lugar de escuchar argumentos de fuste, razonados, civilizados, a favor y en contra de cuestiones como la independencia catalana, y no digamos ya aquellos a favor de esa tercera vía integradora y plural que reconoce lo peculiar de cada parte, incluido la voluntad nacional de algunos de sus territorios en el conjunto de otra común y protege y promueve los vínculos entre todos esos territorios que resultan de siglos de convivencia mejor o peor avenida, una tercera vía que tendría su origen o inspiración en la idea de España de Salvador de Madariaga con todos los matices que hicieran falta, lo que más, si no lo único, que se escucha son los berridos de los que sólo entienden la realidad en un solo color, en una sola dirección, incapaces de apartarse un solo milímetro de su credo para andar por la vida. Poco importa que éstos sean los independentistas o los fanáticos de la unidad de España que en lugar de razonar -los que lo hacen merecen todo mi respeto porque en el fondo, a no ser que creas en unidades de destino o en el carácter cuasi-sagrado de los status quo de cada momento, y yo va ser que no, que mis prioridades son bien otras, tan legítimo es querer vivir bajo una bandera u otra en exclusiva, otra cosa es sería discutir la conveniencia o no de eso y el por qué- vocean y apelan en exclusiva a lo más irracional de los suyos, a los sentimientos más primitivos del hombre convencido de vivir en una tribu, dividen a sus conciudadanos en buenos y malos, y eso encima echando manos de mentiras o medias verdades, España nos roba (como si los suyos no hubieran metido el cazo, como si la culpa de su desastre fuera de los de fuera, como si este independentismo de nuevo cuño de CIU no apestará a cortina de humo para ocultar la ruina provocada entre los inútiles y los ladrones), o peor aún, España es en exclusiva la de esos que nos gobiernan ahora, la del patético borrego que desprecia nuestra lengua y cultura, la del que nos amenaza con los tanques o, siquiera, la que apenas puede concebir a España como otra cosa que una Castilla ampliada y todo lo demás anomalías que se toleran a regañadientes y de ahí la amenaza constante a meter en vereda a aquellos españoles que no vibran especialmente con sus símbolos e incluso los éxitos de sus selecciones, que hasta les gustaría tener las propias porque sus fidelidades nacionales, sus sentimientos y/o emociones, van por otro lado, como en otros estados igual de plurales y centenarios y sin que por ello se quiebre unidad alguna (de hecho en este al que me refiero hasta se permiten celebrar un referendo para la independencia de una de sus partes y nadie se echa las manos a la cabeza, se desgarra vestidura alguna o amenaza con mandar la Royal Navy o por el estilo; es lo que tiene siglos de democracia que enseñar que eso es lo primordial antes que cualquier consideración patriotera-místico-religiosa o por el estilo, que es lo que parece ser España en labios de algunos en lugar de un estado compuesto de ciudadanos antes que por mitos y unidades de destino y bla, bla, bla, que cuarenta años, como mínimo, de nacional-catolicismo no pasan en balde, dejan poso, a algunos les rezuma por los poros, y no sólo a alcaldes idiotas que se retratan delante del patético dictador gallego o los señoritos descerebrados que juegan a José Antonio años 30, en cada insulto o desprecio de unos hacia los otros, cada ejemplo de esa cerrilidad tan hispana para aceptar, para entender a España en su complejidad y algunos también la de sus propios territorios o naciones. 


Y todo este rollo para decir que de todo lo que he leído u oído estos últimos días sobre la cosa catalana aquello con lo que más me identifico lo ha dicho el escritor asturiano Xandru Fernández: "Si Cataluña y España se divorcian, celebraré la libertad de la primera y me dolerá el empobrecimiento cultural de la segunda. Pero no meteré el hocico en sus asuntos: es algo que no me afecta emocionalmente, en absoluto, y tampoco tengo derecho a inmiscuirme."

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