jueves, 11 de septiembre de 2014

CAMISETAS Y PIKAS



Vuelvo a caminar por las tardes después de mucho tiempo. Y lo hago bajo un sol de últimos días de verano que hace que llegue rendido y empapado en sudor al chigre de San Claudio. Allí en la terraza un grupo de paisanos pegando la hebra, y en eso que aparece, como suele ser habitual para pedir un cigarro y vociferar un par de frases inconexas, el tonto del pueblo con una camiseta de la selección española. Que digo yo que será el tonto del pueblo, dado que soy de ciudad y no entiendo mucho del tema, que lo más parecido que tenemos en la ciudad son los vigilantes de la OTA. En eso que uno de los paisanos interpela al chaval.

-¿Aú vas, Pelayín, vistíu con esa camisa?
-Ye la de la Selección Española, campeona del mundu. ¿Non te gusta?
-Pero bonu, eso foi fai enforma tiempu. Nun sé como non te da vergüenza llevala puesta agora dempués del ridículu que fixeron anguaño nel Mundial.
-¿Tu nun yes español o que te pasa? 
-¡Qué español nin qu'ocho cuartos! Si quies llevar la camiseta de les campeones del mundu, yá te regalo yo una de la selección alemana.

Y en ese que el paisano paga la ronda a todos los presentes y marcha.

-¿Qué lu pasa a Silvino, nun se siente español o qué? pregunta Pelayín.
-Nada, que tuvo trabayando diez año n'Alemaña y diz qu'últimamente se siente más alemán qu'español con diferencia. 

Y mira que, oído lo oído, podía haberle dado vueltas a la cabeza con el rollo este de las identidades, las patrias y demás monsergas. Pero no, lo que realmente ocupaba mis pensamientos en ese momento, insisto que tras la larga y agotadora caminata, era adivinar hasta qué punto podía influir en mi caminata de vuelta a casa el hecho de que hubiera pedido por primera vez un botellín de agua en vez del cañón de pika (cerveza con kas de limón) acostumbrado. Y la verdad es que influir, influir, estoy convencido que poco o nada, seguro que el escozor de la entrepierna hubiera sido el mismo y también la sensación de bochorno al acercarme al portal y observar que el adolescente del tercero apenas podía aguantarse la risa viendo mis andares a lo Jonh Wayne recién bajado del caballo. Ahora bien, hay que reconocer que con dos o tres cañones de pika el trayecto de vuelta a casa se me suele hacer más corto, o por lo menos no me entero.

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