domingo, 5 de abril de 2015

COSTALERO DE OCASIÓN



Para acabar con la Semana Santa. Las cosas del turisteo. Hace unos días paseando por Pontevendra junto a la Real Basílica de Santa María la Mayor. En eso que me sale un cura al camino para pedirme por favor que le ayudara a él y a otros cuatro a subir un paso con Cristo crucificado a su plataforma. Yo, ni corto ni perezoso, que por supuesto, faltaría más, ahí voy a echar una mano, las dos, lo que hiciera falta. Y claro, qué cosas, muy amable, sí, pero luego me preguntaba cómo habría reaccionado si me lo hubiera pedido un cura de mi ciudad, que mucho me temo que lo hubiera mandado directamente a mandar por culo, no tiene uno pocas taras ni nada a cuenta de toda una vida de brega con los de las sotanas, la tirria instintiva que me provoca su visión de la vida, de todo, alguna que otra historia personal, familiar, como que seguro que le habría contestado algo así como: "¿Qué hostias pasa, pues, que no hay suficientes meapilas ya en esta ciudad para que tenga que ser yo, precisamente yo, quien te tenga que echar una mano? ¡Anda y ve a buscar a uno de los de los farolillos...!"

En fin, pero como te pillan fuera, de turista con la cámara en mano, deleitándote con el pasado glorioso en granito de su religión y tal, pues oye, te piden que les ayudes, y como estás de un espléndido que revientas, casi que ejerciendo de persona normal, educada y tal, pues ahí vas tú a echar a doblar un poco el espinazo para regocijo de los creyentes en las virtudes redentoras de figuras de madera, de cartón piedra más bien. Luego ya en plena faena el cura te ordena que sustituyas al mozo al que se le va la talla por una esquina, puto enclenque, que a ver si el pobre se va a pillar la mano al colocar la talla sobre la plataforma. El esmirriado con pinta de sacristán no, claro, me la pillo no porque entre tanto vaivén con el Cristo en cuestión, voy, me despisto y zas, en todo el dedo gordo de la mano derecha. Pero no hay cuidado, tampoco digo nada, faltaría, ya se me pasará, una tabla de pulpo con su albariño y como nuevo. Y no es de extrañar, siempre se me ha dado mal lo del trabajo en equipo, si bien tampoco era plan de decirles que me la dejaran a mí, que ya me encargaba yo de subirla en un plis-plas, que no nos habríamos ahorrado tiempo ni nada. Mira que se liaban con el ponte tú aquí o ahí y ese que coja así y asá. No digo nada porque luego seguro que habrían pensado que servidor era un fantasma, y claro, en Semana Santa se impone el recogimiento y la humildad, qué menos. Pero qué daño, joder, mi pobre dedo gordo.

*arriba el paso en cuestión (iba a poner foto del dedo gordo, pero se ve que después de pasar por Casa Fidel ya estaba como nuevo...)

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