lunes, 6 de junio de 2016

PINITOS



De vuelta a la casa de mis padres en Berrozti tras tres meses de ausencia por obras, encuentro que han rescatado de algún fondo de armario, cajón olvidado o de no sé dónde, los manuscritos de algunas de mis primeras novelas que había dado ya por perdidas porque, ni sabía del paradero de los manuscritos, ni hay rastro digital de ellos porque las cintas en las que los almacené entonces pertenecen ya al Pleistoceno y tampoco sé dónde paran.

En fin, inicios de lo no que ha ido a ninguna parte, para qué engañarnos. Pinitos en esto de pergeñar novelas de hace ya casi más de veinte años. La primera novela que encuaderné y hasta me atreví a mandar a una editorial fue una en euskera de título, Krisaldia, una cosa infumable, infame, verdadera vergüenza ajena a poco que poso la mirada sobre alguna de sus páginas. De hecho, semejante espanto mereció una carta de respuesta del editor de Txalaparta que ya comentaré luego en vernáculo. El resto, una novela epistolar también en euskera sobre una historia de amor a distancia, otro puto disparate cuyo autor merecería haber sido empalado en mitad de la Virgen Blanca, y tres novelas en castellano de muy diferente calado. Una también era una pretenciosidad de ordago, El Salto de la Zanja, inspirada parte en el conflicto de los Sanmarciales de Irún y parte en un episodio de Asterix; la tengo que quemar a no más tardar. Otra es una historia bastante rocambolesca con sabor a tugurio de lo viejo en los años de plomo y desamor caribeño y revolucionario de por medio, una cosa basada en un personaje bastante peculiar del casco viejo de mi ciudad que, ahora que la releo, no está nada mal escrita y llevada para el tiempo que tiene, del 96, creo, y que me da que rebosa frescura e ingenuidad por ser de antes de haber a leído a Celine, Bernhard o Antonio Lobo Antunes, qué suerte aquella. Una historia que sin embargo rescaté para otra cosa que escribí mucho más tarde y que por lo tanto quedará ahí a modo de precuela o algo por el estilo.Y por último, una primera versión de Viaje al Corazón de la Codicia, del 98, que anda que no le habré metido poco ni nada la mano desde entonces y aun así, pues eso, el resultado en Amazon Kindler.

Así y todo,, tampoco es que hayamos avanzado mucho, trece libros publicados que han leído cuatro gatos, si bien que con alguna paradójica excepción,entre ellas un ensayo de encargo y elaborado a contra reloj, y que me temo que no han sido los mismos por cada uno. Pero bueno, aunque no pasa el día que no me plantee dejarlo, y eso a pesar de estar convencido de que lo mejor que he escrito es precisamente lo que todavía tengo en el cajón, porque no veo que vaya a ninguna parte, la verdad es que aunque pueda dedicarme a cualquier otra cosa, no sé, cultivar alcachofas o modelar gorras, por ejemplo, soy consciente de que seguiré pensando y concibiendo el mundo como un escritor, de pacotilla, vale, la mayoría de las veinticuatro horas del día.

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