jueves, 19 de octubre de 2017

UNA FÁBULA


Fabuló que con la lluvia no sólo se encogían las banderas, sino también las pasiones que las albergaban. Y entonces, por obra y gracia de unas pocas gotas, los de una bandera y los de la otra se sentaban a cubierto alrededor de un fuego a hablar sobre lo que les había pasado, cómo habían llegado a tal punto de no retorno. Y así hablaron largo y tendido sin apenas cruzarse reproches o descalificaciones, porque cuando llueve y hace frío lo que menos apetece es ponerse a repartir hostias al de enfrente. Discutieron tanto que al final, siquiera ya de puro aburrimiento y para ponerse a hablar de otras cosas, llegaron a un acuerdo para resolver lo suyo por las buenas. Pero ya, ya, qué coño iban a llegar a ningún acuerdo si no estaban ni genéticamente preparados para ello, eran más de la alharaca teatral y solucionar las cosas por las bravas, como siempre habían hecho con todo.
Fabuló, sí, sólo era una fábula, por eso le decían "fabulero".

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