Me la estaba esperando, vaya que si me la estaba esperando. La de anoche una pesadilla que comienza como uno de esos sueños en los que al principio es difícil distinguir la vida real de lo que no es. Como todos los viernes cada tres semanas nos preparábamos para salir hacia Vitoria. Lo primero cruzar los dedos antes de echar gasolina. Una barbaridad, casi el doble de los hemos estado pagando hasta hace poco. Suerte que apenas cogemos el coche cuando estamos en Oviedo, suerte si cuando volvamos el domingo todavía queda algo en el depósito. Salimos a la carretera, todavía hay que bregar con la calima. De hecho, el paisaje por el que transitamos todavía se parece en demasía a una hecatombe nuclear o uno de Marte.
- No reconozco nada -comenta mi mujer al volante.
- Tú tira como siempre, hasta que veas el letrero ese donde los catalanes se dan media vuelta porque pone "Vitoria-Gasteiz".
- Yo tiro, tiro. Pero, por favor, nada de chistes malos desde el minuto uno, esmérate un poquito.
Y tira, tira, vaya si tira, como que parece que el tiempo se ha parado y que lo único que hacemos es avanzar a lo largo de una carretera infinita a cuyos lados solo se ve polvo rojizo, como si estuviéramos atravesando una nube encarnada que no acaba nunca.
- ¿Pero cuánto tiempo hace ya que estamos en la carretera? Me estoy empezando a cansar, y para que me canse yo que me encanta conducir, a ver si vas a tener tú que ponerte al volante.
-Pues no lo sé, chica, pero yo también estoy empezando a ponerme nervioso.
- ¿¡CUÁNDO LLEGAMOS, CUÁNDO LLEGAMOS, CUÁNDO LLEGAMOS!? -de repente la sección juvenil irrumpe con la monserga de costumbre desde los asientos traseros.
- Ya estamos llegando, ya.
No les miento, porque puedo atisbar al fondo de la nube de polvo rojizo que nos envuelve la silueta de una ciudad en la que destacan varias torres que creo identificar, más bien lo deseo, como las cuatro torres del "skyline" de mi ciudad.
- ¿Entonces por qué pone en ese letrero: "Tombouctou la mysterieuse. Bienvenue a Tombouctou".
-¿Qué?
-¿Cómo?
-¡CUÁNDO LLEGAMOS, CUÁNDO LLEGAMOS, CUÁNDO LLEGAMOS!
No doy crédito a mis ojos. Hemos atravesado España de norte a sur, cruzado el Estrecho solo sabe Jaungoikoa cómo, nos hemos internado en el desierto del Sahara sin que Alá tampoco pueda explicárnoslo, y aquí estamos, en la legendaria y misteriosa Tumbuctú, la ciudad de arena y de las mil mezquitas y otros tantos mausoleos de santos musulmanes, patrimonio de la Humanidad y toda la Hostia, la ciudad prohibida a los cristianos y en la que el primer europeo que puso el pie fue un morisco castellano, Yuder Pacha, enviado por el sultán de Marruecos para conquistar la ciudad.
- Mira tú, si por lo menos hubiéramos llegado doscientos años antes seríamos los primeros cristianos en visitar la ciudad -comento tirando de erudición libresca, no por nada Tumbuctú es uno de mis mitos de la literatura de viajes.
- Lo importante es que no seamos los últimos europeos en poder volver a casa.
- Pero, mujer, ya que estamos aquí vamos a hacer un poco de turismo.
- ¿En serio? ¿Tú has visto cómo está todo? Si parece que ha habido un bombardeo y ha arrasado con todo.
En ese momento un paisano embutido en su chilaba nos interrumpe en perfecto castellano. Luego ya nos comentará que un descendiente de los "arma", los moriscos españoles que acompañaron a Yuder Pacha en su expedición, y que de ahí su perfecto castellano.
- Ha habido una guerra con los tuareg, los cuales querían tomar la ciudad como tantas veces antes. Y como la cosa se complico, entre que a unos nos apoyaban las tropas francesas destinadas en Mali, y a los tuareg los rusos que ya están todas partes desde lo de Siria, pues que los muy hijos de Putin no han dejado títere con cabeza, la ciudad ha sido arrasada, ha habido miles de muertos, heridos y refugiados.
- Bueno, bueno, no me venga con sus problemas que guerras las ha habido siempre en todas partes. ¿Qué pasa con Yemen, Palestina, Siria... Ucrania? ¡Eh, eh, siempre ahí queriendo dar pena, como si la OTAN y EE.UU no hubieran bombardeado antes otros países, siempre metiéndose con los pobres rusos!
Momento en el que, por supuesto, me despierto de golpe y lo primero que me digo es: "¡Qué horror, creía que me había vuelto uno de esos memos y miserables que ante una desgracia siempre te sacan a colación otras para quitarle importancia a la que tienes delante de tus ojos!"
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