lunes, 17 de mayo de 2010

LIRICA PINTXERA




Quizás para aligerar el tono de la última entrada, la cual había escrito la semana pasada y sólo he releído antes de subirla, creo que merece la pena dedicar unas líneas al lado más lúdico de la vida, que es no es otro, obviando ese otro ya definitivamente circunscrito a la intimidad de la pareja y por ello con cuentagotas, que el comer y beber. De modo que se impone entre tanta entrada de queja, exabrupto y tremendidades pedantescas, una entrada de esas cuyo único propósito es celebrar la vida, lo que en mi caso no suele ir más allá de cervezar o envinar la vida, aparte, claro está, de pintxear sin parar. Lo cual me lleva a la mañana de este último sábado en V-G, la primera vez en muchos meses que un servidor y su pareja se encontraron solos, sin niños, ni uno ni otro, ambos abandonados a su suerte en casa de mis padres. Así que más alegres que un ocho, nos bajamos a V-G a hacer unos recados y tomar los potes correspondientes como cada vez que aterrizamos desde mi exilio asturiano. Y en eso estábamos, en el maldito Sagartoki de ese tipo con nombre de excrecencia masculina que emito por muy remota que sea la posibilidad de hacer publicidad a semejante gilipollas, que si no se puede decir de un auténtico memo que trata al personal según su supuesto caché, eterno miro-por-encima-del-hombre a todo cristo, Adríá de tercera regional sim opción a título, y eso sí, siempre a precio de verdadero pirata hostelero. Pero bueno, como T no tiene, no comparte o no entiende mis prejuicios hacia determinados individuos de mi terruño, y además le gusta a rabiar un pintxo del local, pues hasta allí me arrastró mi señora. Y en eso que nos explican que era el último día o así de la VIII SEMANA DEL PINTXO DE ALAVA Y VINO DE RIOJA ALAVESA, con los que nos proporcionan el correspondiente folleto con toda la lista de los bares y restaurantes que concursan y de sus correspondientes ofertas, dos por cada local.

Ni qué decir que a pesar de mis ruegos y propósitos sólo conseguí convencer a mi pareja de visitar unos pocos, los justos antes de cogernos una melopea de cuidado con tanto crianza o de poner en peligro el pago del alquiler del próximo mes. Así que reprimido una vez más en mi proposito de recorrer, siquiera sólo la mitad, que no soy un animal, de los cincuenta y pico bares y restaurantes participantes, y asqueado de la visita de rigor al puñetero Saburdi, Uxokari, La Mal Querida, Salburua, Toloño o similares, esto es, allí donde la simpatía de los camareros y hasta de la parroquía brilla por su ausencia y a los que suele ir todo quisque el sábado a la mañana, nos aventuramos por lo viejo a la búsqueda de experiencias microgastronómicas y una buena clavada.

De esa guisa aterrizamos en el Erkiaga de la Herrería, local antaño de quinitos y diversas sustancias todas tóxicas para adolescentes y algún que otra borroka, hoy reconvertido en minúsculo garito con pretensiones restauradoras que merecen un aplauso. Al menos a mí me encanta el sitio desde la primera vez que nos llevaron L&B a cenar un sábado a la intemperie. Sí señor, en plena calle, algo inconcebible hasta no hace mucho en nuestra pequeña Siberia-Gasteiz, más aún en lo viejo, pero que durante los tres o cuatro días escasos con verdadero sol en verano, que calienta quiero decir, resulta una gozada. Uno puede llegar a creerse que está en otros lares más cálidos, humanos incluso -a mí con pensar que estoy en la Gascona de Oviedo ya me vale-. Aunque recuerdo que de las tres o cuatro veces que hemos cenado ahí, rico, original y hasta abundante -juro sobre lo más sagrado que el Erkiaga está en Vitoria...- en la que los seis amiguitos que estuvimos acabamos tiritando a eso de las una y pico de la mañana...-. Y por si fuera poco, el camarero que normalmente atiende es de una simpatía que a uno, primero lo sorprende, ¿me habré equivocado de ciudad?, y luego lo reconcilia con la especie humana (con la de V-G nunca). Pues no, es real, hay un camarero simpático en Vitoria y además es autóctono; exijo Celedón de Oro in-me-dia-to.

Pero a lo que íbamos, que no es otra cosa que Viera do Peregrino y Filloa do Caminho, una viera con algas y otros jugos marinos para chuparse los dedos, con espectáculo prestidigitador incluido (al servir la vieira el camarero hace no sé qué hostias con nitrógeno, vamos, que saca una nube de humo entre la que se supone que emerge la viera do peregrino ese. Exquisito.

Luego nos acercamos hasta el Kokodrilo de la Corre, otro de los que en su tiempo como mucho ahumaban heavies y punkies melenundos con humo de marihuana, pero que ahora está todo ciclado a lo modelno. Allí probamos el pintxo , esto es, contraste producido por la combinación carne/pescado a partir de la lubina salvaje, la cama de txangurro y el envuelto de jamón, amen de una salsa suave de alcaparras y frescas maceradas. No estaba mal, y para nuestra sorpresa, la camarera también era humana, incluso simpática y dicharachera, y además de Vitoria, como que estuvimos de charleta con ella, en la cual, por cierto, nos manifestó su hartazgo de los baretos relumbrones del centro que se llevan toda la fama en esto de los pintxos mientras las humildes tascas como la suya se estrujan el cerebro para inventar exquisiteces sin dárselas de I+D o como poco de teloneros del Adriá, Aduriz, Arzak y demás fauna de gastrocuentistas.

El caso es que se hacía tarde, en Berroztegieta nos esperaba una sesentona con dos críos al borde de la histeria, y T en lugar de ir a tomar a la espuela como todos los sábados a la mañana en el Tximiso, que se empeña en entrar al Xixilu para probar el rollo pollo de hongos caramelizados al aroma de sabores, más vulgar imposible. Eso sí, en este como Dios manda, al menos en Gasteiz, esto es, las camareras de un estirado que ni se les ve los ojos, en concreto en su versión rubia con lo buena que estoy no voy a perder el tiempo sonriendo que como me emocione me puede dar una embolia. . Comprobado una vez más, cuanto más te acercas al centro y más emperifollados les ponen a los camareros, más aumenta proporcionalmente la tontería del personal hasta límites de autómatas con palo en el culo. Una lástima, porque en el Tximiso teníamos tosta de manzana reineta caramelizada con una pizca de hierbabuena sobre una base y una corona de queso turco plancleado con aceite de oliva..Nada del otro mundo, pero en atendiéndonos el jefe todo nervío que a veces suele estar a la mañana, el poteo no puede acabar mejor, con sonrisa y todo.

Y nada más, una pena la escasa apertura de paladar que tiene mi pareja ante propuestas tan sugerentes y hasta poéticas como las siguientes:

Cafetería El Pregón. Copa de lentejas con diferentes texturas: un pure conseguido a base de cocinar las lentejas con las verduras, reservando las lentejas y el caldo por separado. Se hace un velo de sofrito y se reserva. Terminamos haciendo unos torreznos de chorizo, confitando la panceta, los caramelos de zanahoria y el puerro frito.

Bar La Malquerida: Mojito comestible: Marinar la veira enm zumo de naranja sanguina, hacer una gelatina de ron blanco y piel de lima con azucar, montar una espuma de menta suave. Meterlo todo en un chupito.

Bar Barrón: Cheese party: Se elabora una masa crujiente de pan con nuez emulando la base de una pizza a la que se le añaden cuatro quesos en distintas texturas. Gelatina caliente de gorgonzola, helado de idiazabal, espuma de queso de cabra y pañuelo de parmesano. Se termina con un crunjiente de albahaca como decoración aromática.

Asador Erpidea: Tempura de bacalao cremoso y selección de algas con foie fresco sobre lecho marino y hongos al limón. Pochar el bacalao....


Lo dicho, pura poesia.

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