lunes, 3 de mayo de 2010

SINDROME DE SIDRERIA


Sábado al mediodía en el Planeta de Xixon para lo de comer pescado. Lugar casta ande los hayga, la cosa esta estomagante del diseño y tal brilla por su ausencia y se agradece, el local aparenta estar como el primer día cuando lo abrieron y hete ahí parte de su encanto, todo lo más unas manos de pintura en la pared que sí dejan constancia de las modas en la cosa esta de la brocha y derivados. Ambiente popular a raudales, aquí una familia con churumbeles al igual que nosotros, allí un matrimonio de jubilados de los que se pasan toda la comida sin hablarse, también una mesa con novietes de todo lo contrario, de los que se tiran dos horas con la carta, que no cari, lo que tu quieras, pues paso de mejillones si no te gusta, también de la sidra y pedimos agua, churri. Todos a la manduca que como ya he dicho tiene fama por la solera del lugar y lo bien, sencillo y efectivo de la preparación del pescado, a destacar el que hacen a la espalda, vuelta y vuelta sobre la parrilla con un sofrito. Otra cosa es que al abrir la carta tropieces con unos precios que apestan a atraco a mano armada. Qúé coño está pasando en todos estos sitios antaño la mar de bien en calidad-precio. Llega el sol, un puente, y los dueños a tirar de calculadora para esquilmar a los turistas. Está visto que el centro o la zona portuaria de las ciudades costeras levantan la veda y ahuyentan al nativo al primer rayo de sol. No es de recibo una chopa, pescado poco más que local, de calidad inferior a la merluza, pero que con eso de exotismo para el forastero te lo ponen a 40€ dos personas, por no hablar del sanmartin, los salmonetes o lo que sea. Ya sabemos que los mares andan cada vez más escasos de inquilinos, pero, joder, joder, que hace un año todavía no se habían pasado a la piratería con todas de la ley encima.

El caso es que nos decantamos por el picoteo clásico, pulpo, mejillones, pastel de cabracho y gambones, a lo comer algo entre un albariño y otro. En eso se sientan tres parejas a nuestras espaldas: iabalahostia, no sabes lo que es una chopa, pues, yo te lo explico, joder, no es que esté como el besugo que hacen en Bermeo, pero, oyes, bueno, para ser de aquí no esta mal, joder. Empieza a oler a choto del Bocho que jode. Pero bueno, nosotros a nuestro albariño y a pelar las gambas. Al rato una docena de mocinas que se sienta en la mesa reservada delante de nosotros. Treintañeras de escapada de fin de semana, contubernio femenino a tope, tiembla Bertin Osborne. En eso que mi machismo más arraigado provoca el comentario a mi señora acerca de que las mozas son de un rústico facial y estiloso que cualquiera diría que parecen del terruño, del mío, me refiero, que de entre las trece que tengo delante de mis ojos la más guapina yes tu, T. Como que deben serlo porque entre el acentorro, qué pasa pues, y que algunas hablan esa cosa inintelegible que los de la COPE denominan ladridos separatistas, no cabe duda de que son de allí. Pues sí que he dado de lleno, yo que ya estaba por decir, "¿ves como es la edad que os empeora, no la raza, bobina...?". Pues no, cuando consigo poner el óido porque el ruido al poco de entrar los bilbainos a nuestras espaldas y ellas todo recto al fondo empieza a hacerse ensordecedor, me percató que son giputzis, algunas hasta se le nota en la cara, Itziar Aizpuruas por un tubo, como que entre que si son mujeres es poco más porque lo debe decir el carné de identidad, o que es ponerles un traje negro y un sombrero y ya tenemos akelarre, oyes, saca la pócima y vamos a celebrarlo, el patxaran quiero decir. Joder, joder, no había manera de entendernos entre T y un servidor, y estábamos a menos de medio metro, Mr. vacilando con el hijo de una pareja de expresidiarios o así que estaban en la mesa de al lado, y el otro que no se depertaba ni con trikitrixas. Porque ya sólo habría faltado eso, claro que mucho griterío y declaraciones "...ya le dije a mi marido que se olvidaría de mí hasta el lunes", y aún así pequeños detalles como el hecho de que el camarero se acercara hasta su mesa con cuatro botellas de agua en cada mano en lugar de sidra o de vino, todavía marcan las diferencias. Claro que parece ser que con una sola de vino ya tenían suficiente para lo de desmadrarse en grupo, pues a eso de los postres ya el ruido entre las giputzis emancipadas por un día y las parejitas bilbainas era ya una verdadera tortura sonora. Y en eso que varias de ellas se levantan para hablar con las parejitas porque han oído no sé qué hostias del Athletic y ya la tenemos armada. Joder, lo dicho, de repente a lo sidrería guipuzcoana, esto es, borrachos hablando a gritos y cánticos terruñales. El resto de la clientena alucinando en colores, ande saliú tantu gochuuuuuu. En fin, menos mal que una vez fuera el sol brillaba en lo alto, el olor a salitre acariciaba la nariz, las olas rompían con una furia inusitada sobre las rocas, los nenes y mi señora se echaron unas amigas junto al barco pirata varado en la arena, y servidor se tumbó sobre la hierba a digerir las dos botellas de albariño porque la primera, la de la casa, no me había convencido mucho. En fin, maldita autopista.

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