viernes, 21 de mayo de 2010

POR SUS FOBIAS LOS CONOCEREIS...


Una duda me corroe. Veo al Evo Morales aquí y allí haciendo gala de su resentimiento de indígena en revuelta permanente con la Historia y lider de un remedo de revolución comunal o étnica a lo Pachamama con el programa de Chavez Aló Presidente, como principal referente, soltando alguna que otra tontería como la de los pollos y otra de tipo homófobo que no lo es tanto, más bien revela la realidad de un modo de ver la vida, de concebir la sociedad, que no es tan democrático ni tan solidario o progresista como le gustaría creer a cierta izquierda amante de los clichés como renuente a los matices, y me pregunto si todas las reacciones negativas que provoca el personaje se deben única y exclusivamente por lo que dice o hace, o si serán debidas más bien a un más que evidente racismo que subyace en la mayoría de esos comentaristas tan de traje y corbata, tan blanquitos y sobre todo españoles de bien, de bien colocados en los diferentes medios de la derecha más racial y nostálgica de aquel imperio donde no se ponía el sol. O lo que es lo mismo, ¿suscitaría tanto desprecio y burlas un presidente sudamericano al uso, es decir, un criollo con traje, corbata y bien blanquito, diciendo las mismas tonterías? Hasta qué punto el aspecto físico de Morales y su indumentaria no predispone a los muy sesudos comentaristas españoles a soltar el chiste de rigor, a burlarse del indito con ínfulas revolucionarias. Eso en cuanto a la caverna de interconomia, La Gaceta y por estilo, que entre los otros, los bienpensantes de la izquierda molona e ilustrada, no hay poco paternalismo ni nada cuando se trata al personaje, poco más que se sienten obligados a aleccionarle para que no de tanto el cante, pobrecico, tanto mascar hoja de coca...

En cualquier caso, como leo con pasión las crónicas de Sánchez-Ostiz sobre Bolivia no puedo estar más de acuerdo con él respecto a la perplejidad, más bien la necesidad de tenerla, en todo lo referente al país. Pues si una buena dosis de tal siempre es necesaria a la hora de enfrentarse a cualquier tema, en el caso de lo que está sucediendo en Bolivia desde el arribo del movimiento de Morales al poder, resulta imprescindible para no caer en el discurso fácil, el prejuicio al uso, la generalización de uno u otro signo, y sobre todo la sentencia desde el sofá de casa a este lado del Atlántico.

Que Morales como Chaves sólo son los síntomas de un descontento secular de las clases más humildes de sus respectivos paises es más que evidente. Siglos de desigualdades y marginación por parte de una minoría criolla y sus descendientes han provocado un resentimiento que a la menor oportunidad de cambio ha dado en movimientos populares sin una ideología definida o, cuanto menos, en un apego a ideologías que parecían superadas. Que la llegada al poder de esos movimientos pseudo-revolucionarios hayan puesto patas arriba sus respectivas sociedades, que los poderes fácticos de rigor se hayan puesto primero a temblar y luego, en seguida, a arrimarse a los nuevos mandamases, tal y como era de esperar, parece que sólo suscita rechazo entre los que hasta entonces no encontraban motivos para dirigir sus críticas hacia un sistema de dominio de la minoría acomodada sobre la mayoría empobrecida.

Ahora bien, ¿acaso son Chavez y Morales el remedio para los males de sus sociedades, están haciendo lo necesario para remediar siglos de injusticias? La impresión que tiene uno por lo que oye o lee es que de momento se han limitado a poner parches y, sobre todo, a apuntalar su poder mediante el más que peligroso medio de radicalizar las posturas, esto es, de dosis ingentes de demagogía, populismo, resentimiento social y en el caso de Bolivia, un nacionalismo de pachamama, indígena o por el estilo, el cual no ha hecho sino sembrar, extender, un racismo a la inversa, el del indio hacia el blanco o el mestizo. Y como muestra un botón el monumento levantado en la Paz en homenaje al cacique Huyustus, al cual consideran lider y pensador indígena. Sanchez-Ostiz, que mira con un especial cariño y compresión todo lo boliviano y pregunta más que afirma, asegura que tras mucho pregunta nadie le ha podido confirmar que el pensador indígena en cuestión haya dejado nada escrito... No es nada nuevo, cuando surgen los nacionalismos del signo que sean también se impone la necesidad de buscar o inventarse mitos, de hacer pasar por excelso lo que sólo es local o ni siquiera, esto tiene más de complejo que de otra cosa y además no le hace ningún bien a las reivindicaciones justas que todo movimiento de protesta contiene, más bien las caricaturiza sin remedio.

Lo otro, lo de atisbar hasta qué punto esa revolución a plazos, pasito a pasito, de Morales, nueva constitución mediante, da en un verdadero cambio a mejor, si es posible la convivencia de las reivindicaciones étnicas o puramente comunales con el estado de derecho tradicional, de origen europeo, si la libertad del individuo no será sometida a la del grupo con poncho o no, si el equilibrio entre la Bolivia indígena poble y la criolla y rica es posible, ya es cuestión de esperar, de respetar la democracia y sobre todo la nueva constitución. De momento al Evo le crecen los enanos por todas partes, y no sólo en la oligarquía criolla o mestiza que ve en él y en los suyos a los inditos subidos a la parra, sino también en muchos compañeros de viaje que se han descolgado del mismo porque empiezan a sospechar de lo de siempre, del ramalazo autoritario del que una vez en el poder se cree ungido por la Providencia para dirigir a su antojo al que considera ya su pueblo en sentido más posesivo del término.

Es lo que hay, allí y en mi querida Venezuela, pero también es lo que hay por lo había antes y sobre todo porque por primera vez en mucho tiempo los pueblos de Iberoamerica tienen la opción de elegir democráticamente a sus gobernantes. Que lo hagan apostando por el populismo chavista con Cuba como patética referencia, o indigenista comunitario de Evo, es para lamentarlo y analizarlo. Por fortuna, esa coyuntura histórica de democracia también ha dado la oportunidad a otra izquierda má seria y sobre todo realista como el Chile de Bachelet, el Uruguay de Vazquez, un resucitado Alan Garcia en Perú (el Ecuador de Correa, amigo de circunstancias de Chavez y Evo pero mucho más inteligente y preparado que los dos juntos es un verdadero y apasionante incógnita), y sobre todo el Brasil de Lula, eminente potencia mundial de la mano de un veterano sindicalista que ha sabido compaginar crecimiento económico y reparto aunque los tiempos sean lentos pero imparables.

Claro que hay opción a la esperanza, y sobre todo, la certeza de que en muchos paises de Iberoamérica han superado ya esa fase a lo Tailandia en la que la democracía era poco más que una formalidad para calmar la conciencia de los turistas bienpensantes, pederastas y no, y sobre todo una garantía frente al miedo de los inversores de que por muchos partidos o sindicatos que hubiera, en el caso de salirse todo de madre, como se ha salido allí en Tailandia, ya estaría el ejército para meter en vereda a todos esos subversivos con camisa roja o en taparrabos...

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