martes, 2 de julio de 2013

EL ESCARMIENTO - MIGUEL SÁNCHEZ-OSTIZ


No sé por dónde empezar, la verdad, este es un libro gigante. Sí, para mí lo es, a ver si consigo explicar el por qué. Para empezar hay que decir que no viene encasillado en género alguno, eso ya luego lo haces tú, o pasas de hacerlo, qué necesidad hay. Para mí EL ESCARMIENTO es la crónica novelada o casi de la investigación que lleva a cabo el autor para sacar a la luz todo lo relacionado con la sublevación tramada por el General Mola desde Pamplona y, muy en especial, el verdadero motivo del libro, la génesis y desarrollo de lo que su secretario José María Iribarren comentó en sus memorias que era una obsesión del general, “hacer un escarmiento”, esto es, en palabras de éste mismo:Se tendrá en cuenta que la acción ha de ser en extremo violenta para reducir lo antes posible al enemigo, que es fuerte y bien organizado. Desde luego, serán encarcelados todos los directivos de los partidos políticos, sociedades o sindicatos no afectos al movimiento, aplicándoles castigos ejemplares a dichos individuos para estrangular los movimientos de rebeldía o huelgasA partir de ahí el autor nos relata sus idas y venidas de los archivos a su memoria, sus experiencias y recuerdos con familiares de las víctimas y también con muchos de los verdugos. De ese modo, este libro no es un trabajo académico, tampoco un ensayo al uso, el relato sin más de los trágicos sucesos en la retaguardia de la Guerra Civil española en Navarra. Este libro es algo más, mucho más. Para empezar se podría decir que es el viaje a los infiernos, propios y ajenos, y esto no es que quede bien tal cual, si queda, es que es absolutamente descriptivo de lo que se va a encontrar durante visitas a los archivos donde rastrea entre la espesura de documentos de la época la magnitud del escarmiento al que fueron sometidos miles de personas, y no solo por el hecho de militar en organizaciones republicanas, izquierdistas o nacionalistas, sino por meras venganzas particulares, rencillas entre vecinos, cuando no meros malentendidos y hasta la pura y simple sinrazón de la crueldad y estupidez humana.

Llegados a este punto puede que sepamos ya de qué nos va a hablar MSO. Y sí, en el libro aparecerán escuadrones de la muerte formados por requetés, falangistas o simples matones, la gente de orden y mando que alentó y apoyó la sublevación contra el poder republicano legítimamente construido, o lo que es lo mismo y más en concreto, la carcunda navarra de misa diaria y sagrado corazón –detente bala, por supuesto- en su máxima expresión, los mismos que en cada una de sus guerras se guardaban los conceptos cristianos del perdón y la piedad en un arcón bajo llave con el fin de poder así tener así las manos libres para la degollina del infiel, guiri o simplemente de todo aquel que no quisiera comulgar con su credo o apostara por otros, la derecha más exaltada de la península entonces también en su momento más álgido, místico incluso, y para ellos glorioso, como que aquella fue su primera victoria o casi en siglos, también la insoportable afectación de tipos como el general Mola y otros, salvadores de la patria por doquier, oportunistas otro tanto, meros sobrevivientes a costa de traicionar hasta a su propia sangre, y, por supuesto, las víctimas, la mayoría de ellas atrapada en la ratonera lejos del frente en la que se convirtió aquel oasis vaticanista que era la Navarra carlista a machamartillo, donde la tan traída bravura dio en lo que dio, y que emprenderá la huída sin saber muy bien hacia dónde, que esperará agazapada o no a que vayan a por ellos, acaso a que escampe la tempestad. Gente que para algunos serán también verdugos, faltaría más, con tal de exculpar los crímenes de los de tu bando cualquier dato sirve para la equidistancia, hacer categoría de la anécdota o establecer paralelismos que la realidad desmonta al mínimo cotejo. Porque sí, por supuesto, también el otro bando cometió sus crímenes. Y ya sé, ya, que aunque insista en que la categoría de los mismos, tanto por cantidad como por la cualidad de la represión en el bando republicano, a espaldas de las autoridades legítimas y en mano de descontrolados o extremistas, poco o nada tiene que ver con el total y sobre todo el plan perfectamente organizado e implacable con el que se llevó en el nacional la represión, el escarmiento, bajo la batuta de sus más altos gerifaltes, muchos de los que tengan en su haber una o varias víctimas de los primeros desestimarán de entrada este homenaje a las del otro bando, lo juzgarán como más munición del otro bando contra ellos.

En fin, cosa de vivir en la trinchera, banderizos hemos sido, banderizos somos. Así que esperar un mínimo de probidad desde la otra trinchera para reconozca el daño causado sin demérito del suyo propio es mucho pedir. Qué se le va a hacer, se les podría decir que ellos ya tuvieron su Causa General, sus honores y monolitos, los hay por todas partes, poco importa que algunos estén dedicados a destacados asesinos de aquella, que ahora, si de verdad hablan de reconciliación y no de impunidad histórica, si tanto les interesa, es el turno larga e ignominiosamente aplazado de los otros, el del recuerdo de las muertes que durante décadas fueron negadas, de las que lo fueron en vida, el momento de la memoria de los que ni siquiera supieron de estas, que por no saber ni se atrevían a preguntar. Qué menos que un ejercicio de honradez intelectual, de clemencia póstuma incluso, y ni siquiera para reconocer, aceptar, las evidencias historiográficas, no les vamos a pedir que lean el libro de Preston si no quieren, cualquier otro; tan solo que, puesto que ellos ya son dueños de su propia memoria, que han disfrutado un rato largo de su victoria o de la de sus mayores, que han mamoneado a manos llenas lo habido y por haber, permitan a los demás sacar a relucir la suerte de los suyos, que se sepa el paradero de las víctimas de cada cual y el porqué, el que se salvó mientras mataban a todos sus hermanos porque el cuñado era de los de la boina roja, el que intentó escapar con uno de sus hijos y fue capturado al poco de entrar en la Sakana para ir a parar primero al hospital y luego a la cárcel de Vitoria de donde salieron con las piernas por delante, de cómo los tuyos ocultaron ese dato durante décadas por miedo, de las diferentes versiones que se sucedían porque, o no se sabía bien o mejor ocultarlo a toda costa, tener engañados a los deudos, el miedo, el miedo años después de la guerra cuando todavía unos borrachos podían acudir a tu casa a media noche preguntando por ti, que les explicaras por qué habías luchado como soldado de reemplazo y no como requeté o con camisa azul, a qué venía ese notorio desafecto, ¿acaso no corre sangre tradicionalista por tus venas?, y no hay cuidado, esta noche pase, volveremos. Historias de éste o semejante calado a porrillo, tantas como familias, como perdedores, por eso cuando lees las que cuenta MSO en su libro, cuando recuerdas algunas tan espantosas como la de Maravillas, ya no hay gozo literario o interés historiográfico que valga, simplemente se te cae el alma al suelo, reconoces muchas cosas, y no sólo unas gentes y su paisaje, también la misma demencia asesina que todavía hoy aparece en tu televisor desde Siria como última escala de la misma. Pero ya, ya, ya lo dice el autor en numerosas ocasiones, no es de buen tono esto de hablar de víctimas y sus asesinos, al menos no de éstas, que parece que ahora sólo toca hacerlo en exclusiva de otras y por decreto, como si hubiera que administrar la memoria por turnos o al dictado de los estrategas de algunos partidos. No es de buen tono, no, sobre todo no para los vencedores o para los que se les arrimaron/arriman por convencimiento o mero interés, por tener la fiesta en paz, no importa que la paz de la hablamos sea esa que todos conocemos, de la que hablaban nuestros mayores, el NODO sin ir más lejos.

Pues sí, ya sabemos de qué va, ahora toca el entusiasmo de lector que quiere ahondar en el tema o la mueca de rigor del que es oír mentar la Guerra Civil y sentir un rechazo instintivo, tremenda fatiga dicen algunos. Y mira tú por dónde, de estos, precisamente también de estos va el libro, como de todo lo que de alguna u otra manera tiene que ver con el tema y de lo habla, reflexiona, el autor entre líneas, mientras va encadenando los episodios que dan origen al Escarmiento.

“Y esa puga, esas actitudes enfrentadas, son el mejor ejemplo de lo dividida que sigue estando la sociedad española, en la que hasta los que no quieren “saber nada de la guerra”, toman partido por lo vencedores, gerifaltes o no, por su orden, por un olvido que tiene mucho de absolución y nada de reconciliación”. (pag.25)


Y es precisamente esta cita la que nos indica la mejor cualidad de este libro: la crónica de la rebelión de autor contra ese olvido. Porque sí, MSO toma parte y lo hace porque su voz es la de un hombre decente que al acercarse a unos hechos históricos concretos, a hacer recuento de sus recuerdos sobre los mismos, quizás al ajustar cuentas con su entorno geográfico o social, descubre toda la monstruosidad de los mismos, la injusticia e infamia de las que pretenden que sigan ocultos, la hipocresía de los miran hacia otro lado. No es una toma de postura por motivos ideológicos o de bando, es la de ese hombre decente que he señalado antes y que no puede permanecer indiferente ante lo que ve, oye, sabe. Claro que hay tomar parte, llamar a las cosas como son, con los datos o el corazón en la mano, señalar a los asesinos como lo que son, denunciar el estado de cosas que durante décadas los encumbro y ahora encubre, quitarse de encima toda la artillería exculpatoria de los responsables y sus cómplices. Y lo hace del modo que nunca antes lo ha hecho un libro al uso sobre la represión franquista, al margen de la frialdad estadística o la equidistancia académica, procurando ser honrado en todo lo que dice o hace, y en especial consigo mismo a tenor de las reflexiones con las que jalona el libro acerca de los motivos que le han llevado o empujado a la escritura del mismo. Lo hace poniendo en escena a los personajes de la época, a las víctimas y los verdugos, sí, pero también a sus hijos y nietos e incluso a él mismo. Porque como bien lo señala él mismo en el libro, ni es un libro académico, ni tampoco puramente histórico, “se trata de ver cómo hemos vivido y cómo vivimos, no ya la guerra, sino sus consecuencias. No cuenta tanto lo de entonces como lo de ahora, el cómo seguimos viviendo aquello de una manera mucho más vivo de lo que se piensa y desea”. Y por, por eso mismo, es un libro gigante, no tanto por lo que pretende como por lo que ofrece. Otra cosa ya es que, visto el panorama de lo que trasciende o no en esto de las letra, de lo puramente editorial, esto es, el mamoneo de los gurús de las páginas literarias a las órdenes del capitán de empresa de turno, que son los que a la postre dictan lo que vale o no, lo que procede o no, esto es, lo hay que vender y lo que mejor no, es más fácil que la notoriedad mediática, los halagos de los antes citados, se los lleve un escritor americano que escribe en francés sobre los crímenes nazis en el frente caucásico metido en la piel de un sicópata con uniforme alemán o cualquier otro que narre desde la distancia las escabechinas del colonialismo belga en el Congo con su mucho detalle gore. Ya se sabe, como pilla lejos el exotismo rebaja el tono de marras y no compromete, no levanta ampollas a una parte, se vende bien.

1 comentario:

  1. Una obra que engancha, que te zarandea con emociones encontradas, que te eleva y te arrastra, que te lleva a su territorio, a los territorios del autor, a sus minaretes, a sus variados “puntos de vista” y que te hace almacenar todo un conglomerado de voces, personajes y acontecimientos que nunca se permiten el lujo de separase de “lo real”, o sea, de la vida en toda su complejidad, de la vida que contiene sin distingos sectarios toda una batería de contradicciones, tanto los elementos deseables como los indeseables, todo lo cual, evidentemente, llevará su tiempo en ser digerido e incorporado tratándose de tal cúmulo de información, emoción, inteligencia y documentación pero, de eso se trata, la de Sánchez-Ostiz, para mi, es un tipo de literatura “necesaria”, por lo que dice y por lo que no calla, para vivir sin orejeras y para sobrevivir, no hay otra, de una manera más consciente.
    Magnífica reseña, Txema, un saludo.

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