jueves, 16 de octubre de 2014

MISERABLES



Hostia, hostia, que me meto en la página de El Correo y, antes incluso de acabar de desplegar del todo ésta en la pantalla del ordenador, me encuentro con este sorprendente, inaudito, esperanzador incluso, titular:

"El PP vasco dice que no permitirá que "los jetas" se "lleven" las ayudas."


Leído lo cual no puedo evitar congraciarme, me da igual que sea el PP del País Vasco o de cualquier otra parte, porque por fin alguien dentro de ese partido levanta la voz para condenar sin tapujos el fraude de las famosas tarjetas negras de BANKIA, puede incluso que los pagos de dinero B en sobres a muchos de sus miembros, la llamada Trama Gürtel en su totalidad o vete a saber qué otra corruptela al uso.

Pues no, cuál será mi decepción cuando al leer la noticia en su totalidad compruebo que no se refiere a esa corrupción sino a esa otra que existe, sí, en el cobro de la Renta de Garantía de Ingresos (RGI) por algunos individuos y de la que el alcalde de Vitoria ha hecho culpable al colectivo de emigrantes magrebíes en su conjunto, sin excepciones, ni, por supuesto, pruebas documentales (más bien todo lo contrario, ha sido el Gobierno Vasco quien le ha demostrado al alcalde con documentos de todo tipo que las cosas no son como dice él, que ni el fraude está generalizado, ni todos los que defraudan son magrebíes, de hecho la mayoría de los defraudadores son autóctonos).


Ingenuo de mí, mira que creer por un solo instante que alguien del PP sería capaz de hacer autocrítica y condenar la verdadera y gran corrupción, la de sus amigos-benefactores y buena parte de sus dirigentes desde hace ya décadas. Pero no, sólo se trata del último episodio dentro de la perversa estrategia de ese gran miserable que es el actual alcalde de Vitoria, Javier Maroto, para desviar la atención de su gestión política, y la de su partido, aprovechando el rechazo instintivo, primario, atávico, que suscita el moro "pérfido" e "infiel" por principio entre tantos y tantos "autóctonos", y así de paso hacer electoralismo a cuenta de un supuesto fraude por parte de todo un colectivo en el que, por cierto, no abundan los tipos con tarjetas negras.

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