viernes, 25 de abril de 2025

ALBAHACA O NADA


  

    Sueño que soy cocinero en una trattoria de lo viejo de Bolonia. Una familia compuesta por un matrimonio italiano y sus dos hijos acaba de recibir los “fusilli con cozze e vongole" que preparo con ajos, una salsa al vino blanco, pimentón y una salsa hecha con un fumé de pescado, todo ello aderezado con parmesano y albahaca. Una receta que, y ya sé que está malo decirlo y mira lo que me importa, me sale de rechupete. Pues en eso que uno de los críos, el pequeño preadolescente con pinta de no salir de su puta cueva si no es para vaciar la vejiga o el vientre, donde debe pasar la mayor parte del tiempo jugando a la maquinita y pelándosela mientras espera que a que se le bajen nuevos juegos en ordenata, vamos, uno de esos críos que parece haber sido traído al mundo para poco más que dar por culo al prójimo, va y llama la atención al camarero.


- Scusi? Potrei parlare con il maitre? Non mi piace il basilico nella pasta.

Como puede que no estéis muy familiarizados con la lengua de Dante, y siquiera por esta vez que me siento generoso y tal, me voy a tomar la molestia de traducirlo.

- ¡Disculpe! ¿Podría hablar con el maitre? No me gusta la albahaca en la pasta.

- Cosa vuol dire que no ti piace il basilisco ne..., perdón, tremendo pedante, sí-

¿Cómo que no te gusta la albahaca en la pasta?

- En la carta venía “Fusilli con cozze e vongole”, pero no decía nada de albahaca.

- ¿Tú no sabes que la mayoría de los platos de pasta en Italia llevan albahaca?

- Me da igual; no me gusta la albahaca.

- Mira que esta albahaca es fresca, recién cortada esta mañana en nuestro pequeño huerto del patio que hay detrás del restaurante.

- Me da igual; no me gusta.

- Pruébala a ver si te gusta.

- Si digo que no me gusta es que no me gusta.

- ¿Y qué quieres que haga, que coja el plato y retire uno por uno todos los trocitos de albahaca para que el señorito pueda comer la pasta a su gusto?

En eso que reparo en los rostros de los progenitores de este mocoso pajero suplicándome que no monte un pollo y complazca a su criatura como seguramente están acostumbrados ellos a hacer todo el rato desde que lo trajeron a este mundo.

- De acuerdo. El cliente siempre tiene razón… aunque sea un pedazo de “coglione”

- ¿Perdone, el qué?

- Que ya quito la puta albahaca, ya.

Al rato salgo de la cocina para llevarle yo mismo el plato “desalbahacado” al niñato de los cojones. Y en eso que empiezo a ver cómo otros adolescentes reunidos en la sala levantan la mano y, sin darme tiempo incluso a preguntar uno por uno, empiezan a pegar voces.

- ¡A mí no me gusta la panceta en la carbonara!

- ¡Ni a mí el queso en la boloñesa!

- ¿Por qué tiene que ser verde el “pesto”?

- ¿Es necesario que el “risotto” sea de arroz?

- ¡Odio el tomate en la pizza!

- La “lasagna”…

Siento que la vena del cuello se me hincha como pocas veces antes, vamos, que si no me da el ictus ya definitivamente es más que probable que acabe corriendo la sangre en la trattoria porque por algo llevo en ristre el cuchillo con el que pico la albahaca en una mano y en la otra el rallador del queso.

- A ver, pandilla de niñatos hiperconsentidos, generación de cristal, que os han educado para que creáis que tenéis derecho a todo con sólo pedirlo. Las cosas son como son, no como a vosotros os gustaría que fueran para satisfacer vuestra ignorancia, falta de gusto o simples antojos. Si no os gusta la comida italiana o cualquier otra como se ha venido comiendo desde hace siglos, como la come todo el mundo que tiene un poquito de conocimiento de las cosas, pues no comáis nada y ya está, mira que será por hamburgueserías de mierda; pero, a mí no me vengáis jodiendo con vuestros caprichitos de niños consentidos, camada de pequeños tiranos maleducados que van a crecer en la convicción de que el resto del mundo tiene que estar a vuestro servicio para complaceros en todo y por todo. La vida no es así, y cuando os deis cuenta de que el resto de adultos no son como vuestros padres y que además estos no van a estar siempre a vuestro lado para evitar que os frustréis al menor contratiempo, ya será demasiado tarde. Por eso os aconsejo que empecéis a asimilar que si salís fuera de casa y pedís una pizza ésta siempre llevará tomate, el risotto se hace con arroz por pura lógica, el pesto es verde por lo mismo, la boloñesa lleva queso siempre y la carbonara panceta a la italiana, es decir, "guanciale", además queso "pecorino", claro. Porque de lo contrario no serían lo que son, serían otra cosa. De modo que si me pides “fusilli” con mejillones y almejas, o te apartas tú mismo los trocitos de albahaca, o haces el esfuerzo ingente de probarla como la hago yo, vamos, como se ha preparado de toda la puta vida, a ver si así te gusta. Ahora, eso sí, yo siempre le echo albahaca a mis “fusilli” y seguiré haciéndolo por muchos mocosos gilipollas y malcriados que vengan a comer a mi establecimiento. En mi trattoria se come lo que yo hago y como yo lo hago. Ya luego en vuestra casa como si os metéis los mejillones por el culo o líais porros con la albahaca. He dicho.

Y en eso noto que mi señora esposa me coge del brazo a la vez que me grita.

- ¡Txema, deja de gritarme al oído, por favor! En serio, qué suplicio el tuyo con la comida. Mira, si tan mal lo pasas que luego hasta tienes pesadillas, la semana que viene cocino yo la pasta del viernes; pero, que después de la bronca que le has montado al pequeño este mediodía por la albahaca, todavía sigas dando la murga en mitad de la noche…”

- ¡Ahora mismo voy a la cocina a comerme lo que ha sobrado!

- Eso, eso, toda la albahaca para ti.

- Porca miseria....

    

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