Escuchaba al historiador Gaizka Fernández Soldevilla comentar que, en puridad, los seres humanos seguimos siendo los mismos desde el Egipto clásico a nuestros días, y que por eso, porque la condición humana no ha cambiado en lo sustancial, seguimos y seguiremos cometiendo los mismos errores independientemente del grado de desarrollo social o tecnológico del momento histórico en el que nos encontramos.
De hecho, sólo así se puede entender que después de lo ocurrido durante la II Guerra Mundial del pasado siglo, eso que decían de que después de Auschwitz el mundo ya no sería igual, si no lo va ser tal cual, porque nada se repite como fue, pero si se parece mucho a lo que fue, estemos asistiendo hoy en día y prácticamente delante de nuestros ojos a través de las pantallas, a un genocidio perfecta y sobre todo largamente planificado por parte además de los descendientes, siquiera ya sólo putativos, de las víctimas del Holocausto. Un genocidio por parte de ese otro ultranacionalismo de nuestra época que llamamos sionismo. Un ultranacionalismo que en lo sustancial se parece muy mucho al nazismo, si bien su inspiración no es tanto étnica como esencialmente religiosa, pero que, al igual que el otro, se sustenta en una mitología demencial, en este caso en la que hace creer a pie juntillas a millones de personas que los individuos que profesan el judaísmo en todo el mundo son los únicos o verdaderos descendientes de los antiguos hebreos que habitaban la Palestina romana antes de la Diáspora. Eso y que los nacidos en Palestina, antes de que los sionistas empezaron a llegar en oleadas, están en su propia tierra poco más que de prestado, y eso aunque su arraigo se pueda remontar en muchos casos hasta incluso la misma época de la destrucción del Templo de Jerusalén. Mitos que los historiadores serios, científicos, y para más inri sobre todo israelís, han demostrado que son más falsos que el tebeo, de hecho son lo más parecido a un tebeo.
Pero es sobre esa mitología falsa, perversa, que el sionismo justificó la creación del estado de Israel, un hecho consumado y por lo tanto sin marcha atrás por mucho que la resistencia palestina enarbole el famoso lema de "From the sea to the river", y también sobre la que sigue justificando la creación del Gran Israel, un estado exclusivamente judío en el que los palestinos, incluso los árabes nacionalizados israelís, o no tienen cabida o si la tienen será siempre como ciudadanos de segunda al más genuino estilo del Apartheid surafricano.
Así que de eso va y no de otra cosa la limpieza étnica de Gaza, y encima con el patrocinio de Trump, y también esa otra ahora ensombrecida por la primera que es la que Israel lleva haciendo desde hace años subrepticiamente en Cisjordania, donde no son los fanáticos de Hamas quienes mandan sino la Autoridad Palestina supuestamente reconocida por todos los organismos internacionales e incluso el propio estado israelí. Es la limpieza étnica cuya crudeza, y sobre todo hipocresía, evidencia la oscarizada película "No other land", dirigida mano a mano por dos directores, uno israelí y otro palestino. El palestino, Hamdan Ballal, es la noticia de ayer; primero fue linchado en su casa por un grupo de colonos israelís -sí, esos que venidos, por lo general, de cualquier parte del mundo se dedican a echar de sus casas y tierras a los palestinos que viven en ellas desde hace generaciones con la escusa de que no les pertenecen por no ser judíos, y luego detenido cuando una ambulancia lo estaba atendiendo por sus heridas, por soldados israelís.
Si este arbitrariedad no os recuerda a lo que hacían los nazis con la disidencia de los países que ocupaban, si el asesinato de 50.000 seres palestinos como venganza por la muerte de 7000 ciudadanos israelís no os recuerda a cómo se las gastaban los nazis cuando la resistencia de los países que ocupaban atentaba contra ellos, si el modo como se refieren los sionistas a los palestinos sin distinción como terroristas, o ya sólo simples ratas, no os recuerda a cómo se referían los nazis a los judíos, si el culpar a los propios palestinos de la muerte de sus familias por utilizarlas como escudos no os recuerda al cinismo de los nazis cuando reprochaban a los judíos la mansedumbre con la que iban al matadero en vez de rebelarse, pues, entonces, apaga y vámonos.
Pero no hay cuidado, porque trazar esta comparación entre el sionismo y el nazismo nos convierte a muchos en antisemitas ipso facto por muy claro que tengamos que los verdaderos semitas de esta historia son los árabes por pura lógica antropológica y acaso también una pequeña parte de los que se reclaman como descendientes de los antiguos hebreos, y sobre todo que una cosa es el judaísmo como una religión más en el concierto de estas en el mundo, incluso aunque aceptemos, porque no queda ya otro remedio, el derecho a Israel a su existencia por muy funesta que haya sido ésta, y otra el proyecto esencialmente criminal por racista y supremacista que es el sionismo.
Y sin embargo, todavía una buena parte del mundo consiente e incluso ampara este crimen contra la humanidad prolongado en el tiempo desde 1948 que es el proyecto sionista, y del que el actual genocidio de Gaza no es sino un nuevo episodio, cuando no también el inicio de la "solución final" con la excusa de los atentados del 7 de Octubre. ¿Por qué la derecha a escala mundial no sólo lo consiente sino que además lo ampara como hace Trump o sus homólogos francés o alemán, y en especial la propia Von der Leyen impidiendo una respuesta verdaderamente contundente, digna, comprometida de la Unión Europea, esa que blasona de defender los derechos humanos sobre todas las cosas, contra el gobierno ultrasionista de Benzion Mileikowsky? ¿Será que al igual que sucedía antes de la primera mitad del siglo XX, cuando el antisemitismo parecía ser la regla a escala planetaria, los palestinos de nuestra época son igual de detestados por árabes y mayoritariamente musulmanes, tratados como ratas, infrahombres que llamaban los nazis a los judíos para que al deshumanizarlos a los ojos de la gente todo lo demás contra ellos pareciera tener sentido, los cuales ponen en peligro la plácida y próspera cotidianidad del "democrático" estado de Israel por pura e intrínseca maldad, ni más ni menos que lo que se decía de los judíos de entonces, y en todo caso seres básicamente prescindibles y por lo tanto carne de genocidio sin opción al remordimiento? ¿Que exagero? ¿A quién detienen, expulsan o censuran por protestar contra el genocidio israelí, ya no sólo en los EEUU de Trump sino también en las democráticas Alemania, Francia, Polonia y otros incapaces de replantearse sus relaciones con Israel desde presupuestos estrictamente éticos, morales, por su inmenso complejo de culpa hacia la comunidad judía a la que, insisto, Israel no representa, sino que se aprovecha de ella para justificar su proyecto etnomaníatico y colonial?
De modo que me temo que sí, que los humanos de hoy son igual de racistas y supremacistas que lo que pudieron ser sus padres o abuelos durante los años treinta y cuarenta del pasado siglo, No hemos evolucionado en lo sustancial por mucha pedagogía que se haya procurado hacer después de Auschwitz, puede que porque una parte muy importante de la humanidad es simple y llanamente impermeable a cualquier discurso contra el odio al prójimo, que no nos queda otra que asumir que millones de nuestros congéneres responden y responderán siempre de acuerdo con sus más bajos instintos antes que por esos otros relacionados con la piedad, la solidaridad, la justicia, siquiera ya sólo el respeto a la vida sobre todas las cosas, o cualquier otra consideración por el estilo, y que esa y no otra es la razón por la que una gran parte de la humanidad puede asistir indiferente, e incluso complacido, a un genocidio como el de Palestina
jueves, 10 de abril de 2025
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