jueves, 10 de abril de 2025

HISTORIA DE UN QUIJOTE CONTEMPORÁNEO


     Todo empezó el día que organizaron una feria medieval en su pueblo y, como era el único que tenía un caballo de montar, le propusieron que tomara parte ataviado de caballero medieval para animar el cotarro y tal.

Y le gustó, vaya que si le gustó eso de ir vestido de armadura, yelmo y lanza en astillero. "Mola un huevo", dijo, y en seguida se ofreció para ir de la misma guisa a la feria medieval que se celebraría el primer fin de semana del próximo mes en la capital de la provincia. Allí ya la petó porque, aparte de la armadura y las armas que había alquilado a un asador castellano, se había confeccionado un escudo de armas, el cual decía ser el originario de su apellido, el de los Sánchez de Zoroa, apócrifo a más no poder, y que había mandado imprimir sobre la sobrevesta de su armadura, los faldones del caballo y el propio escudo.
Había que haberle visto pavoneándose por todo el antiguo casco medieval de la ciudad, abriéndose paso a caballo entre la multitud que se arremolinaba alrededor de los puestos de venta de comida y quincalllería varia para los que la celebración del evento no era sino una mera excusa para sacar los cuartos a los memos del lugar, vamos, a todos los presentes.
Y en eso que nuestro caballero descubre a otro fulano a caballo que se le acerca desde el fondo de la calle gremial de lo viejo. En seguida reconoce bajo el casco al vecino del pueblo de al lado y aficionado como él a los caballos, y con el que, vaya casualidad, tiene un pleito pendiente por una cuestión de lindes, qué si no.
No se sabe muy bien qué le pudo pasar por la cabeza a Zoroa en ese momento. También es verdad que en esas fiestas medievales se consume mucho vino en jarra y del malo, por no hablar de los licores de hierbas de los puestos que venden casi que de tapadillo, por los controles sanitarios y así. Eso y que como dichas ferias se suelen celebrar con la llegada de la primavera, o ya sólo del buen tiempo, a veces hace mucho calor y no digamos ya nada para el que lleva una armadura...
El caso es que nuestro caballero de la Patética Figura no vaciló ni un segundo en bajarse la visera del casco, poner su lanza en ristre y lanzarse al galope hacia su supuesto adversario. Como al otro le pilló por sorpresa, pudo derribarlo de un sólo golpe. Entonces nuestro caballero desmontó a toda velocidad, se lanzó espada en mano sobre el cuerpo tendido en el suelo de su vecino y allí lo inmovilizó amenazándole con clavarle la espada por la rendija de la visera del casco: "¿Prometes devolverme el trozo de tierra que me arrebataste levantado una cerca sobre mi finca de Txorosoloa y en el que plantaste colza el año pasado?" El otro, qué remedio, le respondió afirmativamente al instante. Entonces, la gente, que en un principio había asistido atónita al embate de nuestro caballero, prorrumpió en aplausos casi que hasta bien entrada la noche; puto orujo de contrabando..
A partir de aquel día a Sánchez de Zoroa lo invitan a todas las ferias y mercados medievales habidos y por haber. Y como en realidad son tantos, que no hay ciudad, villa, villorrio, barrio o aldea de mala muerte que no tenga el suyo, nuestro caballero va encadenando un entuerto uno tras otro con todo aquel que osa cerrarle el paso a su caballo de nombre Atorrante. Tal es así que nuestro caballero de la Patética Figura ya apenas se quita la armadura, incluso se dice que duerme con ella. Lo último que se sabe de él es que se desplaza siempre al galope desde su pueblo hasta la feria o mercado medieval de turno. Eso y que ya no le quedan pleitos pendientes con nadie, que prácticamente ha recuperado todas las tierras un día pertenecieron a su familia y de las que con el paso del tiempo se fueron desprendiendo por tampoco les sacaban mucho rendimiento. El caso es que como también lo eligieron alcalde se su pueblo por la cosa esa de la fama, ha acabado recalificando todas esas tierras que antes apenas daban nada con el fin de darle salida a un proyecto urbanístico que hacía tiempo que le rondaba en la cabeza porque de loco el Zoroa siempre ha tenido lo justo.
-¿Qué le parece a usted la historia?
-Una vergüenza.
-¿Y eso?
-Pues hombre, antes se volvían locos leyendo libros de caballería; ahora ya ni eso...

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