domingo, 26 de septiembre de 2010
MÁSCARAS
Una película harto tediosa, con actores brítanicos de moda -la caracterización del poeta por el actor Matthew Rhys es sencillamente magnífica-, sobre el poeta y disópmano Dylan Thomas y sus líos de faldas me hace reflexionar, una vez más, sobre las máscaras del artista, y ya en concreto sobre la que viste de cara a su público y esa otra, a menudo tan antagónica, que usa de puertas para dentro, en la intimidad de su hogar y con los suyos. El retrato del poeta en la peliculita de marras no puede ser más demoledor. Nada nuevo, es cierto, sobre la figura del poeta, más maldecido que maldito por su propensión al escándalo, a dar la nota más bien. No sé si la historia que cuenta la película es tal cual o sólo la reconstrucción de un episodio de su vida con más imaginación que otra cosa, si incluso lo es del todo apócrifa. No importa, no me molesto en buscarlo, sólo reconozco el acierto de trazar el retrato a través de la mirada de sus seres queridos, de modo que son ellos los verdaderos protagonistas de la película y él tan sólo, o casi, un mero secundario alrededor del cual giran las vidas de los primeros.
En todo caso, este retrato no ya de sus allegados, sino más bien de sus víctimas -todos las tenemos en la medida que los primeros en recibir los coletazos de nuestro múltiples lados oscuros son los que tenemos al lado, y viceversa, por supuesto- sólo hace justicia a éstas. Porque sí, seguro que el poeta fue un ser esencialmente egoista, soberbio y a ratos también cruel con los que le rodeaban, mal padre y peor marido, un gañán en muchos aspectos, sobre todo en la frivolidad que caracterizaba la mayoría de sus actos, a merced de un alcoholismo que con el tiempo también se convirtió en el carburante casi exclusivo de su poesía. No podía ser de otra manera cuando el mundo de los protagonistas gira alrededor de la estrella genial del poeta arruinado, alcoholizado y que sólo es capaz de encontrar momentos de lucidez para dar rienda suelta a su talento, que es como decir de felicidad, cuando ya estaba puesto, pero mucho. Un ser así sólo te puede hacer daño, huye de él, no caigas en el masoquismo, no te dejes arrastar en su caida, no busques una beatificación que ningún Papa laico te va conceder.
Claro que también puede ser que al pergeñador de la peliculita de marras se le haya olvidado, o más bien haya obviado a propósito afín de no estropear el climax dramático y tal, esa otra máscara del poeta, acaso no tan sucia o dañina como en la que parece haber reparado en exclusiva, en la que ha hurgado a conciencia y a veces hasta con más inquina de la necesaria, una máscara tan íntima como ésta pero más humana, la de los momentos que no fueron, no podían ser, de bronca continua, borracheras más amargas que alegres, mezquindades una tras otra, aquello que aún y todo le hacían ser amado y hasta respetado por esos a los que, sin embargo, y según el filme, zahería de continuo. Si ocultas esa máscara del poeta como un hombre que además de todo lo anterior también rie, canta, ama y disfruta de la vida tanto o más como quiere que lo hagan también los que le rodean, que reparte y recibe ternura, si olvidas todo eso el retrato resultante nunca puede ser el de un ser humano con sus contradicciones, esto es, con el peso insoportable de su humanidad para lo bueno y lo malo, sólo te puede salir un monstruo. Y quizás lo fuera, sí, tendría sus momentos, sus actos, cómo no iba a tenerlos, cómo si no podía haber escrito poemas de una belleza tan arrebatora, tan etílica. ¿A quién coño le interesan las vidas de santos? En resumen, que entristece y hasta enfurece que frente al homenaje hagiográfico al uso, el artista por encima de lo humano y lo divino, el poeta como víctima sobre todo de sí mismo, pobrecico, parezca que ahora toque todo lo contrario, saldar cuentas con la leyenda ciñéndose exclusivamente a sus miserias, escarbando en esa mina de carbón que todos llevamos dentro, vamos a cargarnos el mito, que nadie lo lea porque antes le entraran nauseas al recordar lo cabrón que era, al saco de los malditos de verdad con Celine, Ezra Pound y compañía, qué importa lo que pueda haber de maravilloso en su obra, en parte si no en toda, ya hemos tocado a arrebato, somos la nueva Inquisicion de los puros, los sentimientos buenos son nuestra bandera, la moral intachable es el requisito para el nuevo Olimpo de los memos, todos politicamente tontos del culo.
IN MY CRAFT OR SULLEN ART (EN MI OFICIO U HOSCO ARTE)
In my craft or sullen art
Exercised in the still night
When only the moon rages
And the lovers lie abed
With all their griefs in their arms,
I labour by singing light
Not for ambition or bread
Or the strut and trade of charms
On the ivory stages
But for the common wages
Of their most secret heart
En mi oficio u hosco arte
ejercido en la noche en calma
cuando sólo rabia la luna
y los amantes descansan
con sus penas en los brazos,
trabajo a la luz cantora
no por ambición ni pan
lucimiento o simpatías
en los escenarios de marfil
sino por el común salario
de su recóndito corazón.
Not for the proud man apart
From the raging moon I write
On these spindrift pages
Nor for the towering dead
With their nightingales and psalms
But for the lovers, their arms
Round the griefs of the ages,
Who pay no praise or wages
Nor heed my craft or art.
No para los soberbios aparte
de la rabiosa luna escribo
en estas páginas rociadas
por las espumas del mar
ni para los encumbrados muertos
con sus ruiseñores y salmos
sino para los amantes, sus brazos
abarcando las penas de los siglos,
que no elogian ni pagan ni
hacen caso de mi oficio o arte.
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