martes, 30 de diciembre de 2014

CUBA LIBRE



Leo entusiasmado el reportaje de El País sobre la nueva narrativa cubana o algo así. Lo hago porque amo esa isla (me doy cuenta de que estoy lleno de amor por todo, ni yo me lo creo...) y he disfrutado de casi todos los autores cubanos que ahí se citan. Dicho lo cual toca reflexionar sobre la siempre curiosa actitud de buena parte de la crítica, y también un número considerable de lectores, hacia dos de los autores citados en el reportaje, Pedro Juan Gutierrez y Leonardo Padura. Autores completamente divergentes entre sí en cuanto a estilo pero coincidentes en cuanto al éxito obtenido fuera de la isla. No sé si será por la inquina casi que innata que suscita en algunos el éxito de determinados escritores, como si eso fuera un desdoro en sí mismo, como si estuvieran obligados a sospechar de las verdaderas razones del éxito de un autor, a poner en cuarentena sus méritos literarios; pero, el caso es que ambos escritores les dan palos por todas partes, el Gutierrez porque dicen que es un mero remedo de Bukowski y el Padura porque sus novelas son principalmente negras y eso ya las condena al menosprecio por principio de los listos a sueldo de mundo de la cultura o lo que sea. Pues a mí, que no soy más que un lector que gusta de vez en cuando de hablar de libros, me encantan ambos. De Juan Pedro Rodriguez reconozco la Trilogia Sucia de la Habana como el referente literario de su época del mismo modo que lo fue el Tres Tristes Trigres de Cabrera Infante de la suya. Claro que hay que salvar las distancias, las de época, tono y ambiente. La literatura de Juan P. Rodriguez es sucia, dicen, mucho sexo y precariedad, habla del jineterismo como una filosofía de vida inducida por terceros, por los de arriba. Puede, puede que la Habana del "Periodo Especial" fuera eso, a mí desde luego me lo pareció en buena parte a poco que te alejes de lo meramente turístico, de que convivas con familiares de allí que te cuentan de lo que realmente ocupa sus quehaceres diarios. Los libros de JPG no serán los mejor trabados, los más exquisitos literariamente sin que yo sepa muy bien qué coño es eso; pero a mí, con todos mis clichés a cuestas y alguna que otra experiencia de cerca, me huelen a humedad caribeña y ron blanco casero, a bullanga de cuadra del interior habanero, a jineteras buscándose la vida en el Malecón y el resto resolviendo a su modo, como pueden, a pesar de todo, de la propaganda y la sobre exposición a la vigilancia de terceros. En cualquier caso, JPG nos habla de los entresijos de un país que poco o nada tiene que ver con el paraíso socialista al que muchos nostálgicos bien nutridos y mejor pagados de la utopía o el sistema que se derrumbó con el famoso muro acuden casi que en peregrinación y sobre todo para ver lo que quieren ver y poco más. Sólo por eso, por hacer realismo crudo, que no sucio, de la cotidianidad cubana, JPG merece todos mis respeto; la literatura es en buena parte también eso: testimonio. De Leonardo Padura sólo decir que hace una deliciosa novela negra con aires caribeños, que ha creado un personaje clásico de detective descreído francamente interesante, y que su retrato de la Isla es tan personal y por ello discutible como el de cualquier otro, que en eso y no en otra cosa residen las claves de su éxito, exotismo e intriga por iguales, no mucho más distinto de lo que nos ofrecen los escandinavos, si eso acaso mucho más cercano y puede que hasta sincero. Vamos, que en ninguna parte está escrito que siendo cubano y escritor haya que ser Lezama Lima o Reinaldo Arenas a toda costa, que hay sitio para todos los gustos, que debe haberlos.

Y para terminar, y volviendo al reportaje del País. El periodista cita las librerías de la Calle del Obispo, y sí, en efecto, para los que gustamos de visitar librerías cuando viajamos fuera, como otros iglesías o catedrales (algunas librerías como la famosa Lello de Lisboa o la Shakespeare and Company de Paris son verdaderas catedrales en sí mismas de la cosa esa tan mañida de la "República de los Libros"), aunque también (y esto incluso en paises de lengua indescifrable como Hungría, donde siquiera puedes echar una ojeada a la sección de literatura extranjera para curiosear a quién traducen o qué libros tienen en español), visitar una librería habanera para comprobar más lo que falta que lo que hay, puede resultar la mar de curioso.

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