sábado, 30 de septiembre de 2017

EL SECRETO DE LA FELICIDAD, OTRO.



Hoy a la mañana lo he vuelto a ver y él lo ha vuelto a hacer. Hablo de un chaval con síndrome de Down con el que mi hijo pequeño y yo nos cruzamos de frente casi todas las mañanas en la calle Argañosa de camino al colegio. El primer día que nos llamó la atención fue porque antes de cruzarnos con él le soltó a un tiarrón: "¡Deja de fumar, idiota, no ves que te estás matando!", y siguió adelante como si nada, todo lo más con una sonrisa en la boca. 



La siguiente vez fue al paso de una adolescente en minifalda y con los cascos del móvil puestos: "¡Quítate esos cascos, que se te va a colar alguien entre las piernas y no te vas a dar ni cuenta!" También sonrió el muy sátiro. Sonreímos, porque estas cosas como que crean un instintivo halo de complicidad masculina, siquiera por lo que había de procacidad en su comentario; qué le vamos a hacer, la mayoría de los tíos son seres sensibles y concienciados que no se permitirían nunca reírse ante un comentario tan soez: yo soy un puto cafre, la culpa la tiene mi madre que me daba mucho hígado de ternera rebozado para cenar. 




Y hoy ya el acabose, lo vemos venir de frente y justo cuando va a pasar una madre arrastrando una jauría de infantes, cuatro o cinco he calculado, se supone que también camino del colegio, va y le espeta: "¿Son todos tuyos? ¿No has pensado ya en ponerte un tapón ahí abajo?" 




Y sí, menudo pedazo de cabrón faltón y machista. No obstante, nadie se atreve a decirle nada, nadie se da media vuelta para responderle, tan sólo lo miran sorprendidos, algunos divertidos, los más ofendidos. Con todo, insisto, nadie se le ocurriría arremeter contra el pobre chaval con el síndrome de Down. Yo, en cambio, no me puedo quitar de la cabeza su sonrisa picarona nada más dejar caer uno de sus comentarios como el que no quiere la cosa, consciente acaso de su impunidad. Así que me digo, he ahí un cabrón con pintas, un aprobetxategi nato. Y feliz, muy feliz. Nos ha jodido, yo también lo sería si pudiera decir siempre lo primero que me viene a la cabeza sin miedo a que me increpen por ello e incluso a que me partan la cara.

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