martes, 5 de noviembre de 2013

DOMINGO POR LA MAÑANA



La meteorología está de un cachondo que no veas. Ayer todo el día encerrado en casa viendo llover al otro lado de las ventanas, casi incluso sin poder pegar ojo porque vivo en un dúplex y las gotas de lluvia replicaban que daba gusto sobre las ventanas inclinadas. Hoy en cambio, que no me lo creo, luce un sol que da gusto, un sol casi veraniego. De modo que ha sido levantarme, bajar a desayunar y leer la prensa, subir, escribir cuatro chorradas, ponerme el chándal y a caminar solico hasta San Claudio aprovechando que mi familia me tiene abandonado todo el fin de semana, que mi señora se ha llevado a nuestros hijos y a las sobrinas a casa de sus padres en el valle de Piloña con la excusa de recoger castañas para el "Amagüestu", eso y que como ando mal del estomago yo ya no mezclo, en este caso niños propios y ajenos con suegra y lo que se tercie, que seguro que sí, que se tercia. 

Pues bien, ha sido una larga y gozosa caminata hasta el pueblo de San Claudio en la que al final me he tenido que quitar la chaqueta para ir en mangas de camisas, quién lo diría teniendo en cuenta que anoche dudaba entre encender la calefacción o ponerme una chaqueta para meterme en la cama. Pero es que anda todo muy revuelto, como muy a su aire, que no hay constancia, y no sé yo si esto será bueno, que con tanto cambio repentino corremos el riego de perder la chaveta o por estilo. Y para muestra de estos aires de locura y que pueden empezar a afectar gravemente al personal, pues el tipo que me asalta nada más llegar al centro del pueblo, un tipo de aspecto atrabiliario, con aire de andar perdido desde la nochevieja pasada, eso y una peste que echaba para atrás. Que a ver si pasa ahora el autobús; pues mira, majo, ni idea, acabo de llegar. Y yo que sigo mi camino, que me dispongo a llegar hasta una placita que hay al final del pueblo para descansar un rato sentado en un banco antes de emprender el camino de regreso a Oviedo. Pues que veo que el tipo me sigue. No reacciono de momento porque vete a saber si son imaginaciones mías. Pero no, me siento en un banco y el tipo se me pone enfrente para pedirme un cigarro:"¿te parece que tengo pintas de fumar?", le contesto un poco airado. señalando mi chándal y el sudor que recorre mi frente, vamos, que si no se ha coscado que tiene delante a un fanático de la vida sana, el deporte y todas esas cosas de las que cualquiera que me conoce seguro que ya se está descojonando por todo lo alto. Pues nada, si no hay tabaco no pasa nada, el caso es pegar la hebra con un servidor el domingo a la mañana. El tipo se me sienta al lado y empieza a contarme la pena de Murcia, algo de que tenía que ir a no sé dónde porque acababa de llegar de tampoco sabía yo muy bien qué sitio y todavía me importaba mucho menos. Y vale, sí, puede que el pobre estuviera solo y triste en la vida y que sólo buscara compañía, un poquito de conversación, alguien con el que intercambiar unas pocas palabras de aliento que le ayudaran a recuperar fuerzas en este duro ascenso hasta la cumbre de lo inevitable que es la vida y demás zarandajas. Pero coño, es que yo llego al puto San Claudio con la lengua fuera y lo único que quiero es reponer fuerzas un rato antes de volver sobre mis pasos, que no he venido a hacer amigos ni a ejercer de buen samaritano, que en dónde pone que yo sea un tipo agradable, simpático y solícito, alguien dispuesto a condescender de buen grado con las neuras del prójimo, a ejercer de confesor, asistente social o algo por el estilo. Si lo fuera créanme que me ya me hubiera metido a cura, apuntado a una ONG o montado mi propio partido político. Pero no, mira, no es el caso, en otro momento pues no me hubiera importado, algo habría sacado de la experiencia, seguro; pero hoy no estaba por la labor, de hecho me esperaban unos cuantos kilómetros de vuelta y un muslo de pavo para ponérmelo al horno con patatas panaderas, (la próxima vez me tiro por el cordero como está mandado). Así que me levanto de sopetón y adiós muy buenas, que te vaya bien, colega, me voy que tengo prisa. Y en eso que me voy el tipo se reincorpora a su vez y me sigue para preguntarme; "¿ya es la hora, ya es la hora?" "¿Qué hora?", le pregunto ya a cara de perro. "¡La de el autobús, qué hora va a ser?"

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