martes, 15 de julio de 2014

AMOR A LOS VEINTE AÑOS



Bebo y como lo mismo que durante la semana y pico que tuvimos a los críos con sus abuelos en la costa occidental asturiana. Y sin embargo, desde que están de vuelta en casa, y sobre todo por las mañanas que los tengo que aguantar todo el pidiendo codas todo el rato, quejándose por todo, peleándose a hostia limpia entre ellos, se me ha vuelto a poner la tensión por las nubes. Cosa rara porque cuando les vas a los médicos con lo de la tensión siempre te salen con lo de quitarte la sal, el alcohol, las comilonas pantagruélicas, las ganas de vivir en suma, y de los críos ni media palabra. 

Así que cuando llega la hora de salir por la tarde a caminar parece que el cielo se abre ante tus ojos. Pero no, nada de respirar aire libre, marcar tu ritmo y aprovechar para escuchar por la radio tu programa favorito o la música que te dé la gana, en vacaciones también tienes que tirar de los críos durante todo el camino. Y eso, entre el esfuerzo del arrastre, el aguante ante las quejas, lloriqueos, amenazas del pequeño de tirarse al suelo en plancha o ya directamente al monte con las cabras, y lo peor de todo, el relato pormenorizado de tu hijo mayor de la película que se le acaba de ocurrir con todo tipo de detalles acerca de los personajes, quiénes son los buenos y quiénes los villanos, sus nombres, indumentaria, superpoderes y demás mandanga, pues que para cuando llegas a Sancloyo los cuatro kilómetros de la ida ya se te han hecho el doble y si la cabeza no te ha estallado ha sido de puro milagro. 

De modo que, tras la preceptiva parada en el merendero para trasegar unos culines de sidra y comprobar cuán viejo y baldado estás a tus cuarenta y unos cuantos años, decides volverte al barrio en autobús con tu parentela. Luego ya dentro hasta tienes la ocasión de asistir a una tierna escena de veinteañeros enamorados que se suben en el pueblo y se sientan delante de ti.

-¿Quies sentate al llau de la ventana?
-Pos vale, si a ti non te importa.
-¿Tas cómoda?
-¿Por qué nun diba tarlo?
-Quedóse una bona tarde.
-Sí, preciosa.
-¿Qué vas faer?
-Voi falar per teléfonu, vamos, si nun tienes inconveniente.
-¿A quién llames?
........................
-Nada, equí diendo a Uviéu col pesáu de Juanín.

Momento en el que tú, claro está, no puedes evitar esbozar una sonrisa imaginaria de infinita satisfacción. Sí, qué pereza volver a tener veinte años, qué coñazo volver a tener que andar detrás de ellas, qué alivio no necesitarlo, de momento, toquemos madera; ¡mierda, la de debajo del ordenata es de formica!

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