¿Tiene algún sentido perseverar en algo que sabes que no va a ninguna parte? ¿No es suficiente la certeza de tu fracaso tras años de irrelevancia y decepciones? ¿Qué decir de tu supuesta obra cuando ni siquiera tú crees que está a la altura de lo que te proponías? ¿No es suficiente un desastre tras otro para convencerte de que no vales para esto? ¿Tanto cuesta aceptar el fracaso después de años de insistir en una actividad que no te ha deparado ninguna satisfacción? ¿Para qué empeñarte en seguir en la brecha, con lo que tienes en el cajón o entre manos, a sabiendas de que no tienes modo de hacerlo, que has quemado demasiados barcos a tus espaldas, que has perdido la confianza de los que en algún momento creyeron en ti, que no hay nadie ahí fuera esperando nada tuyo, que sólo la soberbia de creer que todavía no has demostrado lo que vales de verdad, que eso está en el cajón donde se acumula lo bueno porque del resto mejor olvidarnos para siempre, no sabías lo que hacías, te dejaste aconsejar mal, no supiste hacer la carne como se esperaba porque creías que bastaba con vuelta y vuelta para llevarla a la mesa, eras un novato, un pipiolo indocumentado, un capullo ensoberbecido, un torpe que todo lo hacía a tientas. Y en cualquier caso, también un mindundi sin contactos ni medios en un mundo donde tanto lo uno como lo otro son primordiales, que ya que tener ganas para echarse a la piscina sin agua, para aspirar a tomar el cielo al asalto sin otro impulso que el de uno mismo. Tampoco lo poco o nada de este mundo que has podido conocer te ha gustado demasiado, más bien, y con las contadas excepciones que de verdad valen la pena, dirías que el porcentaje de verdaderos hijos de puta, envidiosos y falsos, insidiosos por principio, perdonavidas, rastreros, navajeros, canallas en suma, supera con crece el porcentaje de los que has conocido en otros ramos. Así que, aunque sólo sea por una vez, un poquito de sentido común, un poner los pies en el suelo. No vas a ninguna parte, ni siquiera hay partido que jugar, no estás convocado, el banquillo es todo tu horizonte en este mundo. Toca decir a otra cosa mariposa, si eso de vez en cuando unas líneas aquí o en alguna otra parte porque quitarse de golpe cuesta mucho como cualquier otra adicción, sólo que había dedicado mucho y hecho no pocas renuncias. Pero hay más mundo ahí fuera, tiene que haberlo. Otra cosa es que valgas para ello, Pero eso ya a quién le importa. O más bien, por qué le iba a importar a nadie. Somos gotas de un océano. Y luego está eso de que cuando la depresión te pilla desprevenido, con las defensas bajas, sólo puedes escribir cosas como esta.
viernes, 12 de enero de 2018
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