martes, 3 de agosto de 2010

DONDE LAS CIEN PUERTAS SON SÓLO TREINTA Y TRES


La meta teórica de nuestra escapada de ayer (teórica porque creo que la meta verdadera de nuestras escapadas no es otra, a parte de huir de la familia durante unas horas, que la correspondiente jamada) era Santa María de Eunate en Navarra. Se trata de una iglesia románica del siglo XII ubicada en campo libre, a 2 km. de Muruzábal. Como se halla en campo abierto, en el lugar donde se juntan los Caminos de Santiago de Somport y de Roncesvalles, y además se han se han encontrado vieiras (atributo tradicional de la peregrinación jacobea) en las tumbas que se hallan en la iglesia, se opina que fue un hospicio para los peregrinos. No obstante, lo que realmente la hace merecedora de una visita es lo original de su estructura, pues estamos hablando de una iglesia de planta octogonal rodeada por una galería porticada de 33 arcos, con capiteles decorados (aunque su nombre ehun+ate viene a significar 100 puertas, de lo que T dedujo que esa tendencia tan del terruño de exagerar las cosas, la fanfarronada como seña de identidad, ya venía de antiguo, en este caso del XII cuanto menos...).


Como decía,se trata de un tipo de iglesia verdaderamente inusual en el románico hispano, aunque existen ejemplos como la iglesia de san Marcos de Salamanca (circular) o la Vera Cruz en Segovia (decagonal), pero sustancialmente diferentes al edificio que nos ocupa. Con todo, lo más excepcional es la galería de arcos exterior que rodea la iglesia.

Siendo así de rara no es de extrañar que tanto los lugareños como los foráneos hayan echado a volar la imaginación durante siglos, llegando a formular teorías como la más extendida de que Santa María de Eunate fue construida por la archiconocida orden monacal y militar de los Templarios. Sin embargo, una cosa es la pura especulación al calor de la fantasía, en este caso con la leyenda de los caballeros templarios como referente, verdaderos personajes a caballo entre la historia y el mito de los que se ha escrito mucho y todavía más aún en estos tiempos de auge de las malas novelas históricas. Pero cuyo verdadero transfondo histórico, dejando a un lado la cosa esotérica y las melonadas inventadas por algunos a cuenta de la orden, reside casi en exclusiva en la relevancia que adquirieron durante las Cruzadas como protectores de los peregrinos y los lugares santos de Jerusalén, además de sus desencuentros con casi todos los reinos cristianos a los que primero fueron llamados para combatir al infiel, y luego ya repudiados como una peligrosa secta que supuestamente sólo respondía ante el Papa y que además iba acumulando una riqueza y un poder realmente preocupantes en menoscabo de la autoridad de los monarcas de esos reinos.

No obstante la atracción del mito, la única referencia alusiva a esta orden hospitalaria es la que alude al beneplácito que tuvo durante el reinado de Sancho VI "el Sabio", periodo en el que se construyó la iglesia de Eunate. Sin embargo, la ausencia de noticias históricas o documentales que certifiquen la presencia de los templarios en Eunate, hace que esta hipótesis no sea considerada por la mayoria de los historiadores en la actualidad, con lo que de momento los amantes del mito templario tendrán que conformarse con eso mismo, con el mito. A decir verdad, el octógono, forma básica de la planta de Eunate, reúne simbolismos muy antiguos; el número ocho era el símbolo de la resurrección para los judíos, y edificios con forma octogonal fueron usuales en el arte paleocristiano y bizantino. Existe otra teoría más documentada que alude a la orden de San Juan, cuyos miembros habrían servido en los lugares más apartados de la cristiandad y especialmente en Tierra Santa, donde también habrían mamado la influencia bizantina u oriental de las iglesias ortodoxas, como protectores de los peregrinos del Camino de Santiago que pasa por allí y que estaban a cargo del hospital para éstos del que la iglesia era sólo un anexo para las necesidades del culto.

Sea como fuere, y dado que servidor es del género bobo y de ahí esa tendencia a hacer las cosas a tontas y locas, nos quedamos sin ver el interior de la iglesia porque cierran los lunes como en la mayoría de este tipo de sitios. Otra cosa es que aún y todo mereciera la pena darse un garbeo por su exterior, admirar su excentricidad histórica-artístíca, esa arcada tan peculiar y los caretos de los salientes, y sobre todo, dar rienda suelta a la fantasía e imaginarse que de un momento a otro aparecía a caballo y armadura, casco con respiradero en forma de cruz en la cara y la túnica blanca con la cruz paté roja, un caballero templario de la zona y me soltaba con acento navarro: "¡cagondios (versión navarra de "vive Dios"), qué haceis merodeando por mi casicaaaaa, ¿que sois moricos o qué?!"

Y como ya he dicho que el verdadero motivo, semi oculto, no es tanto la piedra como la jamada, luego nos acercamos hasta Puente la Reina/Gares para ver el pueblico, muy bonico, muy de la zona como Estella o Laguardia, con foticos incluidas en el puente que le da nombre y visita a una casa de comidas donde, atraído por la fama de las alubicas pintas de Puente la Reina, pude probar las peores alubias que he comido en décadas; caldosas en vez de melosas, la mayoría pellejudas como una jubilada y encima pocas; me puse de tan mala hostia que estuve en un tris de coger las guindillicas y metérselas a la esrirada de la camarera por el culo... Menos mal que el jarrete de cordero salvó la jornada.

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