jueves, 5 de agosto de 2010

PARRANDA DESDE LA BARRERA




Noche de farra tranquila, esto es, de salir más a ver que a participar, a observar al personal en pleno fragor festivo. Al poco de llegar al centro tropezamos con la puñetera procesión de los Faroles. Casi no puedo cruzar al otro lado porque una pareja de jubiletas a los que se les caía la baba al paso de la virgen y sus devotos me franquea el paso y tengo que levantarles la voz para que se aparten. Luego ya hoy leo en el periódico el testimonio de uno de esos señores en el que confiesa su emoción ante la procesión y el orgullo como vitoriano que le produce la misma, casi me dan arcadas, las mismas o más al leer a un conocido cronista local que se congratula porque antiguamente los de la Cofradía de los Faroles tenían que pagar a los portadores de los mismos y hoy en día, en cambio, poco más que hay tortas para pedirse uno. No lo puedo evitar, por mucho que esta gente se felicite, se emocione o ya directamente se corra de gusto ante el aumento del fervor popular por el acto y demás mandangas, a mí me parece que vamos hacia atrás, como te descuides de vuelta a la caverna donde parece que algunos habían estado agazapados todo este tiempo. Luego ya sé que me vendrá alguien pidiendo respeto hacia el hecho religioso, las creencias del prójimo y todo lo que quieran. Pues vale, no entra entre mis prioridades pelearme por semejante estupidez, pero les va a costar y mucho convencerme de que cuanto más devoción, más religión y sobre todo demostración del fervor correspondiente, eso no es también síntoma de más ignorancia, cerrazón mental y una visión de la vida como que de campanario de aldea, mojigata, represiva, castradora, todo lo malo, y el que tenga alguna duda que repase cualquier libro de Historia...

Cena en una terraza de la calle a base de kebabs y katxi de cervezas en Cercas Bajas, alli donde termina la ciudad europea y comienza el continento arabigo-negro-latino. El interior del kebab un horno en el que casi hay más tíos sirviendo, o algo parecido, al otro lado de la barra que en el de los clientes. Media hora para tomar nota a un tipo cuyos problemas tanto con la caligrafia como de comprensión oral con la lengua castellana son más que evidentes. Degustación de los kebabs bajo la luz de la luna junto a lo que fue la muralla, a pocos metros de la siempre fantasmagórica Torre de Otxanda y en un espacio que también fue el de mi niñez porque precisamente allí, en Siervas de Jesús, tuvieron mis padres su primera academia, por lo que se puede decir que el primer trayecto a solas de mi vida como un parvo infante fue precisamente el que va desde la Avenida Gasteiz donde vivía entonces hasta el primer piso de una de las casas que miran a la casa de los López Uralde en la que fue la antigua muralla. T que se aburre con mis recuerdos hechos de retales de mi infancia. En todo caso, el desfile constante de gente de todo tipo de pelaje hace realmente entretenida el amago de cena o lo que sea que ya hemos convertido en una tradición de pareja para el primer día de fiestas de mi ciudad.

Nos internamos en lo viejo por la zona de Aldabe para no sumergirnos de lleno en la marabunta humana del centro. En la plaza de la Brullería el comienzo del macrobotellón se extiende a lo largo y ancho de lo viejo. En ese momento doblamos la edad media y cualquiera diría que vamos de secretas o en plan padres superposesivos a ver qué hace el hijo adolescente en ese momento, qué se está metiendo entre pecho y espalda y en compañía de quíén. La calle Cuchillería que a la altura del bar de la emisora Hala Bedi ha sido rebautizada por los radicales con el nombre de Katukale (calle de los gatos). La chiquillería alegre, y puede que hasta combativa, que bulle de alegría y testosterona, hay que sortear con cuidado las primeras vomitonas de la noche y procurar que no se te eche encima un niñato todo ciego. Como nos desviamos por los cantones mi señora que tiene que taparse la napia porque el hedor a meado lo invade todo. Ya en el Resbaladero cae un carajillo de ron y a continuación una parada en la plaza de los Fueros para observar un ratico el concierto de Alpha Blondy. Urge pinta de cerveza porque llevo cinco minutos sin meterme nada por el coleto y no aguanto tanta pachanga así como que sereno.

Sentados frente al Edificio Opera la media de edad ha subido considerablemente, de hecho delante de mi pinta de cerveza y la caña de T desfila todo tipo de fauna urbana, a destacar cuadrillas de treintañeros todo ciclados con exceso de colonia y musculitos para ver si por fin pillán cacho en esta ciudad, pobrecicos, como no sea con las latinas, y matrimonios de jubilados, ellos con el jersey al hombro y ellas con el moño inamovible de su sitio, que salen a dar una vuelta para lo de indignarse en grupo por lo perdida que está la juventud de hoy en día que ni sabe beber ni nada de nada, no como ellos, que la mayoría lleva el mapa de la Rioja pintado en la cara.

Atravesamos la verbena de la Dato sorteando a duras penas abueletes que como se descuide uno lo sacan a bailar ahí mismo y ya no se te despegan en toda la noche.
Llegamos a renfe camino de las txosnas y nos damos de lleno con los beltzas, los antidisturbios de la Ertzaintza todo encapuchados y armados hasta los dientes que parecen venir del recinto alternativo de confiscar carteles subversivos y soltar alguna que otra hostia; un ertzaina rubio sin capucha parece flirtear con unas chavalas alternativas con el cuento de yo soy el guay de la brigada, no como estos cabrones que a la primera de cambio ya están repartiendo estopa . Y encima creerá que va mojar con alguna de ellas...

Atravesamos otro macrobotellón en la zona de las facultades para llegar hasta las txosnas donde alucinamos con la versión ibérica de los Commintmens, los The Pepper Pots, que hacen soul del bueno y tienen una orquesta verdaderamente alucinante, a destacar la sección de viento, elegante. El resto, y sobre todo mi entusiasmo ante la actuación, ya lo cuento en mi anterior entrada.

Esperamos a que salgan los de Betagarri, más que nada movidos por la curiosidad de ser un grupo vitoriano que parece triunfar fuera y que lleva la tira de años al pie del cañón. Entretanto, T que alucina con la fauna del lugar, casi todos jóvenes alegres, y estos ya sin dudas combativos, inconfundibles con sus coletillas, su indumentaria abertzal-piji-hippiosa y unas voces como de acabar de bajar del caserío tras meter las ovejas en la cuadra o por un estilo. Me tomo unos cuantos gintonics a precio de ganga aunque para ello antes tengo que buscar una txosna en la que no nos dé demasiado cargo de conciencia gastar nuestros euros a la vista de tantas fotos de presos, consignas proetarras -éstas ya disimuladas del tipo en euskera "borroka da bide bakarra independentziarako" (la lucha es el único camino para la independencia) y demás decoración de lo que antaño fue el territorio comanche por excelencia en fiestas, hoy casi un remedo de la Feria de Sevilla a lo vasco. Fascina ver cómo ha cambiado todo en las txosnas, cómo se han profesionalizado, hasta las borrokas camareras que me atienden lo hacen la mar de diligentes, algunas hasta me sonrien, nada que ver con nuestros tiempos tras la barra de la txosna de la Coordinadora de Estudiantes, en la que por regla general solíamos estar más borrachos los de dentro que los de fuera y alguno de nosotros incluso acababa de cabeza en el pilón, siempre ha habido mucho cabrón suelto.

En fin, ya lo decía la conocida canción de Ertzainak, nola aldatzen diren gauzak, kamarada (¡cómo cambian las cosas, camarada!) El estilo que impera en la ropa, el pelo y hasta en los abalorios de la peña borona y radicaloide quiere pasar por alternativo y rebelde a tope. No obstante, esa misma ropa es la que solemos regalar a mi cuñada por su cumple y puedo asegurar que de barata nada de nada, más bien todo lo contrario, exclusiva. Es lo que tiene la insurgencia de fin de semana en el hemisferio rico, que el que se apunta a la tribu de los pantalones bombachos, las camisetas de rayas tipo presidiario y los tirabuzones también los paga.

Son las tres y toca retirada con litros de lúpulo y gintonic entre pecho y espalda, como que la última media hora me ha dado por mover el esqueleto y creo haber escuchado a uno decir en vascuence "beittu zelan dantza eitten dau sekreta horrek!! (¡mira cómo baila ese secreta!). Pues puede que si, que de alguna manera estuvieramos allí poco más que de secretas.

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