viernes, 27 de agosto de 2010

WIE EINST LILI BERLIN...



Termino esta serie de entradas dedicadas a Berlín, entradas a modo de futuro recordatorio de experiencias vividas y bebidas, evocando los paseos a lo largo y ancho del antiguo y extenso barrio judío. El placer de callejear a paso corto y curioso por las calles perpendiculares a la Oranienburger Strasse donde nos alojábamos. El viejo barrio judío en la que ya no hay judíos, y no precisamente porque emigraran a climas más cálidos, ya nos entendemos. Dicen las guías al uso que el Scheunenviertel llegó a ser el barrio más próspero de la ciudad, consecuencia directa de albergar en su seno a una de las comunidades más emprendedoras que ha tenido nunca el país (el padre del famosos compositor Felix Mendelssohn, Moses, fue uno de sus máximos exponentes, tanto como cabeza de una de esas familias de probada solera comercial e intelectual, como defensor de los derechos de su comunidad, la cual sólo consiguío la plena ciudadanía tras el Edicto de Emancipación de 1812) una comunidad cuya riqueza se refleja todavia hoy en día en la reconstruida Neue Synagogue de la que ya hablamos. No obstante, de los antaño abundantes y grandiosos edificios del barrio apenas queda alguno. No podía ser de otra manera teniendo en cuenta la suerte que le deparó tanto al barrio como a sus habitantes el régimen nazi a partir de la tan famosa como opropiosa Kristalnacht. Aquello, como bien sabemos, fue el pistoletazo de salida de todas las atrocidades que vendrían poco después. Una suerte bien que aciaga la de este barrio berlinés que tampoco resultó sustancialmente mejor durante la época soviética, pues a la persecución sistematizada de sus habitantes y la devastación de los bombardeos aliagos, siguió 50 años de abandono urbánistico y administrativo por parte de las autoridades de la antigua RDA.

De este modo, con el recuedo de lo que fue y que hoy no se ve por ninguna parte, llega uno hasta el Alter Jüdischer Fiedhof o Antiguo Cementerio Judio, el cual albergó desde 1675 a 1827 las tumbas de más de 12.000 berlineses de religión judía. Como era de suponer conociendo la contumacia de los nazis, tampoco las tumbas hebreas se libraron de su barbarie, por lo que el cementerio fue arrasado y tranformado en un parque 1945. Hoy en día, y en lo que podemos suponer un justo desquite por el intento de borrar cualquier rastro de la presencia judía en el barrio, tanto el conjunto de masebas (lápidas) barrocas incrustadas en el muro original del cementerio como un pequeño monumento que representa a un grupo de judíos antes de ser ejecutado conmemoran a los judíos berlineses asesinados en el Holocausto.

Se trata, sin lugar a dudas y de un modo mucho más efectivo que aquel otro del que ya hablé en entradas anteriores, de un homenaje justo y necesario ante el que pocos pueden dejar de sobrecogerse. Otra cosa es que a tenor de algunas noticias la memoria de las atrocidades nazis y semejantes parezca ser apenas una cosa, ya no del pasado, si no incluso sólo de las películas, novelas o por el estilo. Sólo así se explica la frecuencia con la que siguen surgiendo imágenes del lado más oscuro del ser humano, la evidencia de que éste es el único animal que tropieza en la misma piedra no ya una, sino todas las veces que haga falta. Y si la locura asesina, el desprecio a la vida del otro, la humillación permanente y programada del contrario, es el pan de cada día en muchas partes del globo poco más porque resulta consustancial a ese mismo ser humano de puro animal, qué podemos pensar de la soldado israeli, Eden Aberyil, que no sólo cuelga en su Facebook las fotos de cuando se dedicó a humillar prisioneros palestinos durante su servicio militar, sino que encima, cuando se le afea y hasta amenaza con llevarla a los tribunales, va la muy pava y protesta porque no entiende a qué viene tirarse de los pelos por algo que según ella resulta de lo más inocente del mundo, como que es el pan de cada día en los territorios ocupados por el ejército israelí. No entiende, ella que se ha educado bajo la sombra del recuerdo del Holocausto, que todo lo cubre en su país, que todo lo condiciona desde el origen mismo del estado judío. Claro que a la pava esta le habrán hablado de las atrocidades nazis, que la habrán llevado de excursión en el colegio al monumento que tienen los suyos para recordar la Shoa como a otros nos llevaban en mayo a poner flores a María, que cada vez que oiga hablar de los nazis y sus acciones se le antojarán lo más execrable que puede concebir el ser humano. Pero algo habrá fallado en esa educación basada en la memoria del Holocausto cuando años después, ya mayorcita, no sólo no tiene reparos en humillar a sus prisioneros sino que además se atreve a declarar que odia a los árabes, que casi no le parecen ni personas. O no aprendió bien la lección o ese día hizo pira/txikerra/piparra/novillos. Algo muy gordo, muy burdo, ha debido ocurrir en la sociedad israelí para que una de sus miembros haya incubado precisamente los mismo prejuicios e instintos que los verdugos de sus padres o abuelos...

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