lunes, 26 de marzo de 2012

ASTURIAS, PARAISO ANTINATURAL


Ayer se consumaba en Asturias el, de momento, último acto de la comedia protagonizada por uno de los personajes más atrabiliario de la escena política española, alguien que como ya ha sido todo lo que ha podido ser en ésta decidió volver al terruño (es una manera de hablar, dado que Cascos se ha caracterizado, entre otras muchas cosas, por ser el único presidente autonómico español cuya residencia está fuera de su comunidad, que no ha abandonado la que tenía en Madrid, que iba y venía cada semana) para seguir mangoneando a gusto. Y lo hizo convencido de que podía ser el salvador de una Asturias a la deriva, una región que desde la reconversión de sus principales sectores económicos ha entrado en barrena porque casi todo dependía de lo público y una vez cerradas las minas y con la metalurgia en las ultimas, en lugar de aprovechar los fondos mineros y otros para fomentar negocios y pequeñas industrias, para incentivar la inversión privada, convertir a los antiguos asalariados o a sus hijos en pequeños empresarios, autónomos, más bien dirigió estos a subvencionar su retiro y con ello domeñar conciencias a la par que sembrar voto cautivo. Luego también décadas de hegemonía socialista han acabado creando el lógico malestar de unas políticas que, con sus más y sus menos, acaso excesivamente enfocadas a la promoción del sector servicios a sabiendas incluso que no da para todo, aunque yo creo que aún y todo más de lo primero, acaban propiciando desafortunados episodios de corrupción y la sensación de que no hay opción para el cambio, estamos estancados para los restos.

Así pues, y como la única alternativa es la que hay, aquí como en casi todas partes, con previsible debacle socialista se preveía una victoria abrumadora de la derecha asturiana, del PP. Pero a Francisco Álvarez Cascos, antiguo ministro y mano de hierro de Aznar en el partido, eso no le debía satisfacer mucho, sobre todo porque los dirigentes del PP asturiano no contaban con él para esa victoria inminente. Eso y que estaba de morros con la anterior directiva asturiana del partido, pero de morros, morros, a dentelladas con más de uno, decir inquina es poco, mejor odio balcánico o algo por el estilo. Y claro, cómo iba a tolerar la gran figura de la derecha asturiana que se le hiciera a un lado, precisamente a él que tenía a Asturias como su coto particular, se diría que en buena parte hasta heredado de familia. ¿No cuentan conmigo? ¡Pues me llevo a los mis incondicionales! Y como de todo tiene que haber en la viña del señor, los incondicionales de Cascos, la derecha de alma caudillista, la que admira sobre todas las cosas la autoridad del mando y ordeno antes que la de los principios y los argumentos, se puso de lado de su líder indiscutible, ¡por Asturias y solo por Asturias! Como que llegó a decirse el sucesor de Jovellanos, el personaje asturiano de mayor renombre de la ilustración española del XIX. Entonces fue cuando el oso de la política asturiana engendró a toda pastilla ese amalgama de incondicionales, arribistas e ilusos con el que ganó las primeras elecciones casi que por sorpresa, apenas por un escaño y por detrás del PSOE en votos.

Lo nombraron presidente en minoría y desde el primer día ya empezó él y sus acólitos a dejar huella de ese nuevo estilo de hacer política del que tanto se vanaglorian. Pero cómo, pues metiendo manos a todo cuanto llevara el marchamo de éxito o logro del anterior ejecutivo, sin descartar que también a todo aquello susceptible de estar más o menos corrompido o sospechoso de estarlo. Así pues, arremetieron contra ese remedo del Guggenheim que es el Niemeyer de Aviles, el cual, aún y todo, había colocado la ciudad en el mapamundi y concentrado parte del interés internacional de la cosa cultural. Lo hicieron con el argumento de que las cuentas no estaban claras, que los que dirigían el cotarro estaban blindandos y se pegaban tremendas farras, y puede que así fuera, pero para solucionarlo lo hicieron por las bravas, como parece ser que le gusta a esta gente hacer las cosas para que se note que están presentes, poniendo en entredicho el conjunto del proyecto, desvirtuándolo y sobre todo ensombreciéndolo a escala mundial. Luego sus acólitos del ayuntamiento del Gijón la emprendieron con la Semana Grande, que viene a ser para Gijón exactamente lo mismo que el Festival de Cine de San Sebastían; ¿alguien se imagina al alcalde de Bildu atacando al Festival que mayor fama y prestigio da a su ciudad? Pues la inefable alcaldesa de mañana y cirujana de tarde de Gijón lo hizo. Y suma y sigue, porque luego le tocó al reconocido director de la Semana de Cine de Gijón, el nuevo, costoso y ya terminado hospital cuya apertura tenía programada el anterior gobierno y que el de Cascos aplazó con los consabidos gastos, él que venía a hacer políticas de austeridad, y no contentos con convocar nuevas elecciones hasta incluyeron en su programa la eliminación del FYCIT, el instituto que promueve y coordina la investigación de Asturias y que además de genera superávit, suscita todos los halagos de los profesionales y empresas que participan en proyectos de investigación; se ve que ni lo que funciona se libra de la voracidad demagógica del oso foroso, cuando simple revanchismo sectario y para de contar.

Ahora bien, no solo se han dedicado Cascos y los suyos a destruir en lugar de construir, a parar cosas en lugar de poner otras en marcha, y, sobre todo, a poner a Asturias en las portadas nacionales e internacionales con titulares negativos, sino que además, incapaces de pactar o dialogar con nadie, al final ni siquiera pudieron sacar sus presupuestos en el parlamento. Entonces el oso de la política astur convocó nuevas elecciones. Nuevas elecciones a ocho meses de barbecho institucional, en plena crisis económica añadida a la endémica asturiana. ¿Resultado? Pues que apenas ha cambiado nada. Gana el PSOE con 16 y FORO y el PP suman 23. Y qué lectura puede hacer uno que ve estas cosas de la política astur desde la barrera, qué opino de que en lugar de castigar al partido de Cascos por haber hecho perder el tiempo en plena crisis a la región un excesivamente representativo número de paisanos astures vayan y casi que lo vuelven a premiar con trece escaños. Pues casi que prefiero callarme mi extremadamente peyorativa opinión para no ofender en demasía a mis vecinos asturianos, esos que tropiezan con segundas piedras una y otra vez, esos que apuestan por el siglo XIX en su versión todos a una con nuestro cacique, ¡vivan las cadenas!, ¡solo un hombre como Cascos, un macho con los dos testículos en su sitio y a pleno rendimiento, puede sacarnos del atolladero!, porque la culpa siempre es de los otros porque no piensan como nosotros así que no tenemos responsabilidad alguna. Me callo porque podría caer en la tentación de deslizar un comentario tan ofensivo como que a la decadencia industrial y política de la región también hay que añadirle la intelectual, o ya directamente mental, de buena parte de su electorado, y claro, eso sería pasarme muchos pueblos.

Y es que servidor habría entendido como lógica una victoria del PP, al fin y al cabo ese parece ser el signo de los tiempos también en esta región, ese es de hecho el voto mayoritario, el de la derecha que recoge los miedos de las personas que temen por lo poco que tienen o que ya directamente apuestan por sálvese quien puede, que se joda el última, por desgraciado. Pues no, a ver si va a ser que lo que tiene en mente esta gente es empezar a animar la economía asturiana a base de convocar elecciones cada seis u ocho meses con el único fin de que por lo menos salgan adelante las empresas de catering, de publicidad, las imprentas o por el estilo, que a saber.

Pero bueno, dicen que ahora sí, que están condenados a entenderse en la derecha asturiana, que no les queda otra y que además para eso quitaron dentro del PP a los enemigos acérrimos del oso poniendo a otros que le podían ser más simpáticos o accesibles. Pero claro, por qué ahora se va a rebajar Cascos a discutir con sus antiguos correligionarios cuando además ha sacado tres escaños más que ellos. Todo lo más, se me antoja, que intentará imponerles su proyecto, su santa voluntad, el chantaje de que o se doblegan a sus designios o vuelve el PSOE al poder y encima por su culpa. Y es que no lo dice un servidor, lo dijo otro inefable personaje de la derecha española, el dicharachero González Pons: "O manda, o no sabe gobernar [...]. Cascos no tiene como una de sus virtudes la capacidad para dialogar". Y es que ya se sabe que a los osos les pasa como a todos los bichos, como en el cuento del escorpión y la rana que cruzaron un río: no pueden luchar contra su naturaleza.

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