domingo, 4 de marzo de 2012

PESADILLA EN ALTA MAR


No es que haya pasado una noche especialmente movida, siquiera en el aspecto gastrointestinal, que hoy me he levantado como una rosa porque creo yo que el Valserrano en buena cantidad es más medicinal que otra cosa; pero, mira tú por dónde, para una noche que me modero, que controlo a lo ya soy adulto y bebo como tal, voy y me paso toda la noche de pesadilla.

Pues no he estado soñando toda la noche que estaba de crucero, que me habían llevado una semana de vacaciones con toda la familia, propia y política, para hacer un crucero por el mar Egeo. ¡Joder, joder, qué pesadilla! El barco sería todo lo grande que tú quieras, pero es que no había manera de esconderse, perderse, en cuanto a uno de la family se le ocurría alguna actividad, algo que hacer juntooooos, como si fuéramos una unidad de destino en lo universal, la familia unida se mantiene... esencialmente de morros o algo por el estilo, ya te podías dar por jodido, a ponerse en fila y apechugar con los caprichitos, las manías, pejigueras del pariente de turno, que si me apetece ir a no sé dónde, que si deberíamos hacer esto o lo otro, que si como ésto me gusta a mí ya doy por hecho que también al resto del mundo... Y luego que eran siete comidas sentados a la misma mesa, desayuno, comida y cena; momentos de tensión por todo lo alto a cuenta de los niños, del comentario tal y cual, de la jeta tuya o ajena, de tener que hacer de tripas corazón y opinar lo justo para no tenerla, soportar estoicamente discursos que te sientan como una patada en los huevos, ejercer de lo que no eres: normal o casi.

Pues eso, siete días a bordo de la peor pesadilla concebible, siete días a merced de los caprichitos y manías de terceros, siete días haciendo omisión de tu propia voluntad para no tener más roces que los inevitables en la convivencia con gente con la que en realidad tú no has elegido convivir, con la que no tienes nada en común, con la que no puedes comportarte como lo harías con cualquier otro en condiciones normales, esto es, mandarles a tomar por culo al primer conato de tocarte los cojones, porque ya se sabe, la familia, esa coartada emocional para fiscalizarte la existencia.

Yo ya no podía más, estaba harto de comidas familiares en las que siempre alguien te lanza una de esas puyas personales que no puedes responder con toda la intensidad de la que serías capaz en condiciones normales, con gente normal, harto de seguir a los jefes de la manada de un sitio a otro porque si algo es la familia es una jerarquía, quieras o no quieras acabas inmerso en una pirámide en la que tú acabas siendo el último mono siquiera solo porque procuras pasar de todo en la absurda y vana convicción de que así te será más leve y corto, y tú, claro está, si hay algo que odias precisamente es eso: que te lleven como a un cordero al matadero. Harto de recibir órdenes o consejos que no has pedido, harto de que te tomen confianzas que no has dado, harto sobre todo de una vocecita que me decía todo el rato; "hay que ser positivo, tener buena disposición, estar dispuesto a divertirse, cenizo, que eres un cenizo, egoista, mala persona."

Como que en una de esas pensé incluso tirarme por la borda, que ya estaba a punto en lo más alto de la proa a lo Leonardo de Caprio y la Kate Win..., la potola esa en Titanic, cuando veo al capitán del crucero que abandona su puesto de mando cogido de la mano de una joven rubia que le decía algo así como: Am nevoie de ajutorul dumneavoastra.m lo que en rumano viene a ser "ven pa´cá marinero que quiero que me pongas viento en popa a toda vela..." Momentos después se acababa la pesadilla, por fin.

*Luego ya en mitad de la pesadilla creí distinguirme en un bulto que nadaba hacia la costa. Pero no, el individuo que se alejaba del crucero braceando como un loco tenía unas marcas en la frente, de hecho tenía un parecido increible a mi amigo P...

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