sábado, 31 de marzo de 2012
PESADILLA EN EL COLLADO DE ERNAZ
Otra de esas pesadillas raras del sábado a la noche. De repente que me veo solo en medio del campo, rodeado de montañas de cumbres nevadas y valles profundos como gargantas de gigantes. ¿A la sombra del Aramo? ¿En los Picos de Europa? No sé, me resulta familiar pero no acabo de ubicarme. De repente observo que una comitiva se acerca desde el fondo de un valle a mis espaldas. Avanza lentamente hasta donde me encuentro, así que al rato puedo distinguir un grupo de hombres ataviados con sombrero negro de doble ala, capote negro, valona y calzón corto. No obstante, lo más llamativo es que el hombre que encabeza la comitiva lleva colgada al cuello una larga ristra de lo que parecen ser chorizos. Al rato se me presenta de tal guisa.
-Aupa! Me llamo José María Arbizu y estas son mis famosas txistorras, me acompañan mis hijos Mikel y Martintxo. ¿Han llegado ya los gabachos?
-¿Qué gabachos? -pregunto estupefacto.
En ese preciso momento oigo un sonido de gaita que llega del otro lado de la montaña, justo del valle al norte de ese del que vienen los tres colgados de las txistorras. Entonces veo otra comitiva encabezada por un tipo con calzón, chaleco y montera picona y seguido por una mujer rubia ataviada con lo que, alucina, a mí me parece uno de esos trajes de cocotte parisiense tipo Moulin Rouge. En fin, también los acompañan un trasgu y una xana vestida de pastora que tira de tres bueyes negros enormes; ya luego la pobre se despeñó por uno de los desfiladeros, si bien al ser un ser mitológico se curó en seguida.
-¿Que hay, ho? -pregunta el de la montera picona.
-Aquí estamos, pues, como todos los años -contesta el señor Arbizu-, ¿qué firmamos y nos vamos a comer de una puta vez, o nos vamos a tirar aquí toda la mañana o qué hostias?
Entonces caigo en la cuenta de que ni Aramo, ni Picos, ni hostias en vinagre, ¡estoy en el Pirineo! Y ya más concreto en plena ceremonia del Tributo de las Tres Vacas que celebran anualmente los vecinos del valle navarro del Roncal y los gabachos del Baretous en el Bearn desde el siglo XIV para renovar un tratado de paz firmado entre los dos valles por el cual ponían fin a las hostilidades entre ambos a cuenta de un quítame ahí esa fuente, gabacho cabrón, que es mía, ¡ah sí, pues ahora me bajo hasta tu pueblo, violo y mato a tu mujer! La renovación del tratado consiste en la firma del pacto y la entrega por parte de los gabachos de un tributo de tres vacas para impedir que los navarros les sigan zurrando la badana hasta el final de los tiempos. El caso es que la ceremonia continua según lo establecido, el de la montera coloca la mano derecha sobre la piedra o mojón y poniendo la suya encima uno de los roncaleses y así se van alternando los demás representantes. El último en posar la suya es el de las txistorras, que pronuncia tres veces las palabras latinas: Pax avant, pax avant, pax avant!
-Ahora toca llevarnos las vacas y bajar hasta la borda para la jamada correspondiente -recuerda el navarro.
-Este año trajimos bueyes, unos bueyes cojonudos, japoneses, una maravilla -informa el alcalde bearnés nacido en la villa asturiana de Salas.
-Venga pues, esos bueyes nos los prepara mi señora Teresa en un abrir y cerrar de ojos, que para algo es la que trae un sueldo fijo a casa porque trabaja en la consejería de sanidad del gobierno foral y no depende de los vaivenes del mercado de ovejas como un servidor o del alquiler de bordas.
-Ta bien, ho -contesta el alcalde bearnés-, pero estos bueyes son especiales, son bueyes de Kobe, no se pueden matar así como así, se cuidan como si fueran reyes, reyes de Navarra, con todos los cuidados y caprichos del mundo, hasta se les da masajes diarios, si bien de eso ya se encarga a diario Madame Fornet.
Una cuantas horas más tardes, sentados los representantes de los dos valles alrededor de la mesa a la entrada de la borda Mozkorrena (De los borrachos).
-¡Está carne esta cojonuda, una delicia! -exclama el navarro.
-Las txistorras tampoco están mál -dice el astur-bearnés.
-¡Nos ha jodido, como que son las mejores del mundo! -responde Arbizu en un arranque de modestia tan típico de su tierra.
-Este rosado tampoco está mal -añade el alcalde astur-gabacho tras vaciar de un trago la décima jarra trasegada desde que se ha sentado a la mesa.
-Claro, es clarete navarro.
En ese momento, y sin mediar palabra alguna, el alcalde astur-bearnés que se levanta de la mesa y sale corriendo a toda pastilla hacia la trasera de la borda. Se oyen unos gritos terribles, los navarros temen que haya vuelto el oso; pero no, Madame Fornet les advierte de que se trata de su marido que está vomitando la pitanza, al rato se oyen ronquidos, las aves del bosque levantan el vuelo asustadas y hasta se ve algún corzo pegando brincos hacia la cumbre; parece ser que también ellos tienen miedo del oso.
-Bueno, la tradición sigue su curso -comenta Madame Fornet-, también os hemos traído unos quesos hechos con la leche de los bueyes antes de caparlos.
-¿Cómo que con la leche de antes de caparlos? -pregunta atónito el alcalde navarro mientras corta una loncha de queso y se la lleva a la boca.
-No toda la leche tiene que ser de la vaca...
En ese momento el navarro que se revuelve en su silla, ésta se quiebra por una pata, y así una tras otra de las que ocupan sus hijos y señora.
A continuación el sueño se hace borroso, parece que hay un salto temporal, seguimos en el Pirineo pero esta vez nuestros protagonistas van vestidos con armadura y armados con todo tipo de espadas, lanzas y arcabuces. Por lo que se ve a partir de aquel día se renaudaron las hostilidades entre los navarros y gabachos, que también de acuerdo con la tradición los primeros arrasaron el Bearn, mataron a cuanto hombre encontraron y prendieron fuego a pueblos enteros; eso sí, también según la costumbre respetaron la vida a las mujeres, si es que no lo hicieron porque les daba "latxa" acercarse a ellas como cuando en las verbenas de las fiestas de los pueblos.
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