miércoles, 30 de octubre de 2013

EMPARANOIARSE





Claro que la puesta en libertad de una asesina como Ines del Río con veintitantos muertos en su haber nos lleva a pensar cuán barato sale matar al prójimo, que todos los años cumplidos entre rejas no parecen acercarse ni de lejos a un verdadero castigo por el total de los crímenes cometido. Pero está en la calle con arreglo a Derecho, siquiera porque un tribunal europeo ha desautorizado una práctica jurídica que pervertía al mismo. Se buscaron un atajo porque las leyes que tenían no permitían más castigo que el de los treinta años y ahora les han dicho desde una instancia superior que eso no procede. La culpa entonces será de los legisladores que no aprovecharon para cambiar esa ley que abarata las condenas de los que matan a granel, de los que han tardado tanto en cambiar esa ley. 

Pero claro, dejando a un lado la conveniencia o no de que la pena por asesinato sea de tantos años o incluso de cadena perpetua poco o mal disimulada, dejando a un lado también el derecho de una democracia a la hora de orientar su política penitenciaria hacia la reinserción o la simple y pura venganza, lo que de verdad llama la atención de todo este embrollo de la Doctrina Parot ha sido la constancia una vez más de lo imposible de una verdadera cultura democrática en este país, esto es, de la ausencia de respeto y mesura hacia las actitudes u opiniones del otro en cuanto se impone emoción, las convicciones de piedra, en cuanto hay sangre de por medio y no pocos intereses partidistas también.

De lo contrario no se entiende ese continuo "conmigo o contra mí", el "tú eres un traidor, un amigo de los asesinos, uno de ellos", a la menor disidencia de lo que se considera la opinión mayoritaria, la cual parece que en España coincide casi siempre con la más extrema y emotiva. De ese modo resulta imposible, y esto por mucho que insistas en que respetas y compartes el dolor de la gente a los que le arrebataron la vida de sus seres queridos, poco importa el bando o el motivo, criticar la pretensión de algunos, no de todos, de hacer de su dolor y sus comprensibles -que no legítimos, no en un estado de derecho- deseos de venganza una hoja de ruta del gobierno de turno. No, ese no puede ser la prioridad de un gobierno, la prioridad de éste es hacer respetar la ley, si no para qué queremos gobierno, un estado de derecho democrático, moderno, si se trata de aplicar la ley del Talión mejor que la hagan los afectados, si se trata de satisfacer en exclusiva las emociones de aquellos que por su condición de víctimas parecen tener un derecho moral superior a que las leyes se hagan a su medida y no a la del conjunto de los ciudadanos, incluso de acuerdo con la propia ciencia jurídica, sea lo que sea ésta, pues oye, apaga y vámonos, y ya no sólo de Europa y su puntillosidad jurídica, sino también de la democracia, que ya lo decía ayer una pancarta de los que se manifestaban, creo yo, más en contra el gobierno del PP que en contra la sentencia de Estrasburgo: "mejor una dictadura que esta democracia que premia a los asesinos". 

Y lo demás, pues lo de siempre, algo decía Goytisolo en su España y los Españoles acerca de un país que de entre sus muchas características como país no del todo moderno y con un evidente déficit cultural, tiene a la emotividad como uno de sus principales estímulos colectivos, cuando no él único, hasta qué punto la mayoría concibe que los sentimientos, sobre todo si son de dolor, están siempre por encima de la razón o el sentido común. Dicho lo cual, ya sé que resulta muy dura esta afirmación, que esa misma preeminencia de la emotividad a la que me refiero llevará a alguno a echarse las manos a la cabeza, a replicarme, "porque a ti no te han matado a nadie..." Puede que así sea, pero es que de lo contrario claro que no escribiría estas líneas tal cual, no podría hacerlo, estaría condicionado de la misma manera que lo está cualquier persona para ser jurado en el juicio por el asesinato de un familiar, un amigo o por el estilo. O puede que sí, que por mucho que se pretenda desde la mayoría de los medios, por mucho que se falte a lo obvio, no todas las víctimas son iguales, hay tantas como personas, y sé que muchas podrían compartir en parte este hartazgo hacia lo emotivo como coartada para todo, sobre todo para sacar rédito político cuando hacen alarde de su apoyo, no a las víctimas, sino a aquellas que les jalean o que les reconocen como únicos representantes, llegando a reprochar incluso su falta de compromiso hacia éstas al adversario político, que es lo que vino hacer el señorito Pons ayer olvidando, dando una vez más en canalla a la grande, que aquellos a los que dirigía su reproche tienen también sus propias víctimas entre sus filas. Pero es que eso es lo que parece imponerse también una vez más, el uso de la emoción o el dolor ajeno para descalificar a todo aquel que no comulga del todo con el credo de una parte especialmente significada de la sociedad. De ese modo, volvemos a la caza de brujas, al cuelgue de sambenitos para el que disienta siquiera en una coma de la verdad no tanto oficial como popular, para el que dude de la conveniencia o de las razones de sus argumentos, para el que incluso se atreva a señalar que puede haber razones superiores a la simple y pura revancha, entre ellas la consecución de una paz sin fisuras o la conveniencia o no de crear otra generación que herede el rencor de los vencidos. Pero claro, mejor no insinuar nada de esto, te pueden colocar ipso facto del lado de los verdugos, poco importa lo que hayas dicho o escrito sobre estos y sus cómplices de cualquier tipo. Algún tipo de reflexión tendrían que hacer, por lo menos aquellos capacitados para sobreponerse a sus instintos primarios, cuando su airada reacción en lugar de conciliar el apoyo y la compresión de la mayoría empieza a generar cierto desapego e incluso más de alguna burla, como aquella en la que se asegura que ahora hasta el Tribunal de Estrasburgo parece que se ha rendido a ETA, pues ciertas afirmaciones, como esa de insistir en que Zapatero les vendió a ETA porque negoció con ella, cuando precisamente gente como sus queridos Aznar y Mayor Oreja hicieron lo mismo y sobre todo más concesiones, por mucho que tengan de compresible pataleta, empiezan a tener no poco aire de verdadera paranoia.

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