martes, 8 de octubre de 2013

REUNIÓN DE PADRES




A servidor le gustaría estar entre las dunas del desierto del Sahara, recorriendo los canales de San Petersburgo, espantando manadas de elefantes en el Serengueti y todo en ese plan. Pero no, toca reunión de padres en el colegio y a joderse toca. Así que allá voy con una galbana de sobremesa que ni "pa" qué. Y encima, por si fuera poco, nos han puesto las dos reuniones de nuestros hijos a la misma hora, lo que significa que nos tenemos que dividir y sobre todo que en lugar de acompañar a mi señora y echar la consabida siesta con los ojos abiertos mientras ella toma nota de lo que dice la maestra, tengo que prestar atención a lo que se habla. Y mira que me lo propongo esta vez; a ver, cuáles son los los objetivos del este año y cuánto hay que acoquinar por el material del crío. No duro ni cinco minutos, si no caigo rendido es porque mi cabeza en seguida ha desconectado del lugar en el que me encuentro y ya está ocupado en mis pajas mentales, nada del otro mundo, lo que ando pasando a negro sobre blanco, no seamos mal pensados. Con todo, todavía consigo reaccionar cuando la maestra anuncia que este año hay una novedad, que se han apuntado a un programa para prevenir a los críos de la drogodependencia: "¿¿con cuatro años!!" Pues eso parece, que si que es muy bueno y que cuanto antes comiencen mucho mejor. Me reservo lo de que a qué tipo de colegio acude mi hijo que uno de sus principales objetivos académicos es la prevención de la drogodependencia. En realidad no le veo mucho sentido porque a poco que eche una ojeada va a ser que sí, que algún motivo hay. Y como ya estoy despierto, pues que hasta me cosco de que otro de los objetivos curriculares para este año es potenciar las habilidades sociales de los guajes. Entonces se me enciende una luz: "¡hostia, ahora entiendo todo!" No puede estar más claro, o en mi época ese tema no se trató nunca o es que el día que se hizo falté a clase. Y va a ser que sí, que estoy a falta de un cursillo para aprender a sociabilizarme con la peña, porque es acabar la maestra de soltar su rollo y justo cuando ya me disponía a levantarme de la realmente incómoda sillita para cuatro tiernos años desde la que he asistido a la reunión, y empezar a hinchárseme la vena del cuello al tener que aguantarme las ganas de salir corriendo a recoger a mis hijos de sus actividades extra-escolares porque, justo cuando parecía que todo había acabado, algunos de los presentes aprovechan el turno de preguntas para contar sus pormenores domésticos con sus nenes como si el hecho de que Pepín, Slovodan o Fátima hayan estado resfriados la semana pasada por lo que sea o que no hayan aprendido a escribir su nombre a pesar del empeño de sus sacrificados progenitores y eso cuando todavía no les toca, fuera asunto de mi incumbencia. Entonces sí, entonces me percato de que una de dos, o yo estoy a falta de ese cursillo u otros de otro en el que les enseñen a saber discernir lo que es de interés general y lo que sólo les importa a ellos y como mucho a los abuelos de sus nenes. Y también, también me doy cuenta de que donde mejor estaría sería entre las dunas del desierto del Sahara, en los canales de San Petersburgo o corriendo delante de un elefante en el Serengueti. En fin, de momento me largo a mi pueblo a echar unos tragos con los que se apunten. A ver qué tiempo me espera en Gasteiz.


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